“The Game”: la última exploración de Baricco

Aquellos pocos ya que ingresan en las facultades de Filosofía de todo el mundo sufren en cierto modo un engaño que nadie voluntariamente ha buscado y que se concreta en tres grandes errores. El primero consiste en creer que uno hace filosofía, “piensa”, si queda el resto de su vida atrapado en la trama conceptual de los grandes autores, tratando una y otra vez, hasta la muerte lejana del filósofo novicio -la Filosofía suele ser un elixir de no eterna, pero sí larga juventud-, de aclararlos, interpretarlos y remozar periódicamente su peana. Desde luego que esos autores, los grandes nombres de la filosofía, son como barricas profundas de vino (puesto que embriagan…) de las que siempre se puede beber algo más, pero uno no se puede pasar la vida libando de ellos, hay que tratar de emborracharse también de la propia copa, que es precisamente lo que ellos en su momento hicieron con no poca audacia.

Después está el error inveterado de creerse por ello inteligente, es decir, esa absurda postura ya vieja según la cual filosofía es igual a elevación espiritual, y que tan fácil resulta desmentir cuando conoces de verdad a los profesionales o mandamases del ramo. Naturalmente, un chico que estudie a Derrida no es por ese motivo más listo ni mejor persona que el que estudia Física -que, por cierto, está muy lejos de idolatrar a los físicos del pasado, de los que apenas conoce más que el nombre- o Ingeniería industrial, pero la gente se piensa que sí, a causa, sobre todo, del mucho parecido gestual y moral que hasta el más ateazo y materialista de los intelectuales guarda con un sacerdote de los de toda la vida de Dios.

Y el tercer error es el más irreparable, en mi opinión, el que condena definitivamente a la Filosofía a la extinción, y que no es más que el resultado, o la condición si acaso de los otros dos: se trata de que precisamente porque el iniciado a la disciplina de la Filosofía va a quedar toda su vida encerrado en la exégesis de los libros sagrados, a fin de conquistar un lugarcejo vitalicio en eso que Pierre Bordieu denominaba “capital cultural”, la única actualidad que posee aquello que el futuro intelectual rumiará será sólo el eterno lamento acerca de la insatisfactoria y siempre estúpida realidad política, histórica y social que le rodea. De ese modo, el Licenciado en Filosofía vive siempre en una triste Edad de Hierro, por decirlo con Hesiodo, y denuncia infatigablemente el tiempo que le ha tocado padecer desde las categorías prestigiosas pero añejas de una perspicaz alma bella del pasado que también sufrió lo suyo y de la que se siente descendiente, legatario y casi y en exclusiva amigo íntimo… (y frente al cual hay que definir enemigos…)

Pues bien, lo que me gusta de los ensayos de Alessandro Baricco es que no le ocurre nada de esto, afortunadamente. Baricco estudió Filosofía como el primero, en su juventud de ensortijados cabellos, pero parece que luego decidió hacer un discreto uso de ello. Así, plantea sus ensayos como tales, en la noble tradición de Aldous Huxley, Italo Calvino o tantos más, es decir, como exploraciones personales en torno a asuntos que le interesan porque respiran actualidad y porque transpiran futuro. En general, los filósofos han sido unos pésimos profetas, y si quieres saber qué es lo que de ninguna manera va a ocurrir pasado mañana por la tarde en el orbe terrestre no tienes más que preguntar a un filósofo: piensa al revés que él y acertarás. Baricco, en cambio, es un novelista, y lo que hace con un problema es echarle imaginación y trabajo de campo intuitivo, no engullir una extensa e indigesta bibliografía. The Game es un libro fantástico, una fiesta de la escritura y del concepto, pero sin pretender aleccionar al lector

Un buen ensayista -a diferencia también en esto de un filósofo o de cualquiera que se asuma a sí mismo como un experto, pero sobre todo los filósofos, predicadores natos- no te dice lo que tienes que pensar sobre algo, sino lo que se puede pensar sobre eso mismo. En este caso Baricco se ha metido en el jardín infinito de la Era Digital, completando su trilogía sobre el más vibrante presente que comenzó en Next y continuó en Los bárbaros, dos libros que es una auténtica gozada leer. Hay que ser valiente para atreverse con semejante monstruo, hay que ser audaz como he señalado antes que han sido los más grandes filósofos, con la salvedad de que aquí Baricco no pretende sistematismo alguno, sino tan solo galvanizar la atención. Es verdad que The Game es bastante ambicioso a su manera, puesto que lo que Baricco ha pretendido es nada menos que descubrir los signos de una civilización y proponerle un nombre (en inglés, por si acaso la cosa cala a nivel internacional, me da la impresión), pero también es verdad que lo ha hecho sin solemnidad, jugando de modo cómplice y alegre con el lector como el propio título indica. Tal vez hasta juegue demasiado, se haga el enrollado en exceso, y no faltará quien le reproche escaso rigor y seriedad en un tema tan enorme, prácticamente el porvenir de la autoconciencia de la humanidad.

Pero hoy día ya sabemos que no hay descripción sin invención, y esa es también una de las características del Game que Baricco trata de sacar a la luz. Muchas cabezas privilegiadas le están dando vueltas a las consecuencias de la revolución digital, también en España. En 2013 César Rendueles le tomó elegantemente el pulso al asunto desde una perspectiva marxista y concluyó que no, que el ultramundo (como lo bautiza Baricco, nietzscheanamente, en un sentido no tanto religioso como filosófico: resulta que el mundo inteligible de Platón es inmanente, y compuesto primordialmente por imágenes…) digital no aporta nada en el plano social actual que no se verifique mucho mejor en una ética íntegramente mundana del cuidado. Y esta misma semana creo que se ha publicado la diatriba de Marta Peirano, en la que se nos alerta acerca de los peligros mundiales del 5G que ayer mismo se puso en marcha en quince ciudades de nuestro país.

Yo mismo reseñé en esta revista el libro de Erik Sadin en contra del alud digital, y también escribí algo acerca de la obra narrativa de Baricco. Porque para él estas críticas no son más que episodios de resistencia inevitables que la sensibilidad del s. XX arroja sobre el nuevo modo de hacer del Game, guerras que se estrellan contra un muro por cuanto que son reabsorbidas necesariamente por el Game y tienen lugar en su seno. Lo peor el libro quizá sea eso: que Baricco está tan embebido en la redescripción fenomenológica del Game que pasa de puntillas por los escollos importantes del panorama digital actual, como son la dimensión económica o política del problema. Pero eso, en realidad, ya lo están haciendo muchos otros, frente a los cuales Baricco ofrece una mirada entusiasta, algo americanizada, algo ingenua, pero sumamente original como todo lo que él hace. Léanlo, en fin, sin dudarlo ni un momento, no hagan mucho caso del juego de los mapas que añaden páginas innecesarias al libro (no he entendido muy bien su utilidad, ni tampoco la de las invectivas contra la escuela que apenas desarrolla), y quizá empiecen a ver todo de otra manera.

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