De las izquierdas y las derechas como guerras de religión

Fotografía Michal Zahornacky

Un tipo solitario y algo triste con gafas de estudioso, Walter Benjamin, esbozó muy someramente una concepción del capitalismo como religión  (aquí con prólogo y notas que superan en extensión el texto sagrado), pero yo no voy a ser tan profundo, aunque sí igual de sucinto. Adam Smith, padre de la economía liberal clásica, no disimuló que su idea de la Mano Invisible del mercado (esa que hace posible que los ricos en su actividad puramente antisocial de incrementar su riqueza consigan sin embargo y misteriosamente el efecto altruista de mitigar la pobreza de los pobres), era de origen religioso, aunque ya estuviera prácticamente formulada de modo alegórico y ateo en la famosa Fábula de las abejas de Bernard de Mandeville –no es larga, pero tenemos un apretado resumen de ella en aquí. Lo que ocurre es que el capitalismo es una religión, específicamente la de la idolatría al dios bíblico Mammón, que no tiene dogmas, como vio muy bien el propio Benjamin, sino tan sólo culto, pero un culto incondicional, permanente y sin interrupciones, sujeto a una entrega absoluta y sin fisuras por parte de sus fieles. Prueba tú a preguntar a un CEO de una corporación multinacional el porqué de la inmolación de todo su tiempo, toda su vida privada y hasta su alma mortal en nombre del sacrosanto beneficio y no sabrá explicarte el motivo. El capitalismo es una religión que se acata, pero que jamás se convierte en discurso humano o en materia de estudio y seducción hacia otras personas o grupos culturales. Es un culto, como el Islam, altamente exclusivista que tiene escaso o incluso ningún interés en hacer prosélitos, pues cuantos menos sean los elegidos, mejor para ellos. Mammón, además, es un dios cruel, que exige sacrificios humanos frecuentes y numerosos, por eso su adoración ha de hacerse a escondidas, en templos dorados recamados de zafiros, pues la gente común no debe saber nada concreto de aquello en lo que no puede ni podrá nunca participar. Las novelas de Ayn Rand, la fenómeno editorial del ascenso a la hegemonía de los EEUU son eso, novelas, o si acaso películas sobre tales novelas, puesto que difícilmente se pueden alegar motivos racionales en defensa del Übermensch economicista, y cuando alguien especialmente desfachatado lo intenta, como Milton Friedman en la Tele USA de los sesenta/setenta, su cinismo únicamente resulta soportable si habla desde la posición del que tiene detrás la economía más fuerte del mundo y por tanto no puede temer de ninguna manera que sus palabras produzcan una revuelta en sus propias calles de la noche a la mañana –piénsese también en el poco cuidado que tiene en sus tuits nuestro querido y pronto olvidado Trump.    

Fotografía Michal Zahornacky

 En cambio, al comunismo le sucede al revés, es la antítesis del capitalismo como alternativa religiosa y no solo como sistema económico y político. Ya se sabe que, de hecho, el capitalismo es una secularización del cristianismo luterano, mientras que el comunismo lo es de la contrarreforma católica. Pero es que, aparte de eso, el marxismo es una teología, más que una religión. Es decir, un dogma, antes que un culto. El credo comunista, promovido por un profeta con barba que aboga por los desfavorecidos en aras de un Paraíso que advendrá tras una gran conflagración quiliásmica, debe, puede y es siempre una y otra vez explicado. Si tú no puedes verbalizar a un campesino peruano iletrado la Lucha de Clases, jamás accederá a hacerse miembro de Sendero Luminoso. La sangre vertida para alcanzar el Estado Final y Bienaventurado no se justifica con felices holocaustos brindados a un dios insaciable, sino que es el penoso precio que exige la parusía del Absoluto (hay un pasaje de Louis Althusser en que el hombre se lamenta de las horribles tragedias de la historia, que en cuanto que no han servido ni para para asfaltar siquiera el camino hacia la Salvación, resultan en el saldo final del esfuerzo humano absurdas, baldías…; bien podrían no haber ocurrido y el resultado sería idéntico). Al menos, el marxismo tiene la ventaja de permitir pausas, respiros, puesto que la batalla definitiva será siempre mañana, eternamente mañana, como esos avisos de los bares que rezan que hoy no se fía, pero mañana sí. El propio Marx se pasaba en las tabernas hasta el amanecer, planeando entre jarras de cerveza esas devociones futuras que sin embargo sus adversarios burgueses llevaban a cabo puntualmente desde que madrugaban al alba.  

De ahí que la izquierda siempre convenza, pero en último término la derecha siempre venza. Los hombres las prefieren rubias, de radiantes domingos festivos, pero se casan con las morenas, de pragmática liturgia diaria. Con todo, ponte a comparar las ondas de Kondrátiev con el asno de Aznar…  

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2 Comentarios

  1. says: JOSÉ RIVERO SERRANO

    Una pregunta con vueltas. ¿Por qué la dogmática capitalista no ha sido capaz de producir un Partido Capitalista que represente su ideario global, cuando el rito Comunista ha generado multitud de Partidos Comunistas, grandes y pequeños, incluso enfrentados entre ellos por la vía rápida/lenta a seguir en el advenimiento de las Grandes Praderas Proletarias? De igual forma cuando alguno de esos Partidos Comunistas gobernantes han tocado poder, ¿por qué han generado dictaduras impepinables y no democracias sostenibles? ¿No hay ahí, ya una diferencia de fondo entre ritos y mitos? Se me dirá que el Capitalismo –como mano invisible que es– no precisa de sacristanes y monaguillos que oficien la ceremonia de la Misa Negra, ya los partidos burgueses tienen su discurso asentado en esas capellanía invisibles.
    Todo ese discurso de la maldad congénita del Capital no construye su inversa: la bondad no menos congénita del Comunismo. A la historia me remito. Más allá de la escolarización universal en la URSS, de la sanidad extensiva en Cuba, de la reforma agraria China, de la lucha por la carrera espacial y armamentista o de la gélida Guerra Fría de finales de los 50, el legado político del comunismo realmente existente –por encima de la inequívoca Lucha de Clases– no ha sido capaz de producir grandes logros para la Humanidad en su conjunto. Otra cosa será la capacidad de vender el proyecto mundial del descontento desde el desarrollo desigual. Aquí la maestría del legado del Agitprop es extraordinario. Ayer sin ir más lejos, las páginas 2 y 3 de El País daban cuenta del descontento en Bielorrusia (entrevista con Alexievitch mediante) contra el esbirro Lukashenko y del envenenamiento del opositor Navalni por parte de funcionarios del Kremlim a las órdenes de Putin. Y nadie ve en ello las huellas del legado de la Patria del Proletariado y el programa del Instituto de Marxismo Leninismo de Moscú. ¿Por qué será?

  2. says: Óscar S.

    Muy bien dicho. Pero al margen de lo informado y rico de tu comentario, la pregunta está ya respondida en el texto. El capitalismo es culto sin dogmas, y el comunismo dogmas sin culto. El culto capitalista se rinde día a día, levantándose al despuntar el alba para poner la maquinita a producir, rentabilidad y no ideas. El partido que lo representase sería, y es, siempre histriónico, como estos días Trump alertando del “socialismo” de Biden. Qué más quisiéramos. La Alt Right no propone programa alguno, sólo esparce malhumores. En cambio, la ascética comunista es como un monasterio, en vez de como una fábrica. Estos se levantan tarde, con objeto de producir toneladas de dogmática, no rentabilidad alguna. El partido sería, en este caso, la apisonadora de ideas (programa, programa y programa) que homogeiniza y apelmaza el terreno. Pero no estoy de acuerdo en algo que se te ha distraído: si en vez de “legado del comunismo” dices “legado de los movimientos o de la lucha obrera desde el s. XIX” entonces sí que el saldo de logros para la humanidad en su conjunto te sale bastante positivo, como tú mismo apuntas, y creo que nadie lo podría negar… (eso sin contar lo mucho que la economía liberal del s.. XX debe a la terminología y análisis marxianos, pero eso es otra historia).

    https://humorextrane.wordpress.com/2020/04/12/politicas-de-salon-en-tiempos-de-miseria/

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