Historias desde Starmus (I)

El congreso se celebra en un hotel lleno de palmeras y plantas tropicales en el sur de la isla de Tenerife, un lugar muy cálido y amable que, de pronto, se ha llenado de astrofísicos de todo el mundo, vestidos muy informalmente, que se mueven por todos lados en pequeños grupos o en solitario, de todas las edades, y uno, al mirarlos, piensa cuál será la figura de conocimientos inconcebibles detrás de un aspecto distraído o quizá algo excéntrico. En la puerta hay mesas donde se muestran telescopios de todos los tamaños, objetos atractivos en sí mismos, que apetecería tener en casa para mirar el cielo algunas noches.

Garik Israelian presenta el congreso en camiseta, con mucha naturalidad y las autoridades son muy breves con lo que las conferencias empiezan rápido, con Hawking en la sala desde el principio, aunque no interviene el primer día, que recibe un aplauso espontáneo del público, que se siente importante porque él está allí, como uno más en una fila discreta, escuchándolo todo desde su silla legendaria.

Robert W. Wilson comienza contando, con unas diapositivas muy austeras, y una traducción simultánea muy regular, cómo llegó a descubrir la radiación cósmica de fondo de microondas, lo que le supuso conseguir el premio Nobel de Física en 1978. Lo más interesante de la conferencia, es que allí esta él contando su vida en directo, sus comienzos en la radioastronomía en la época en que se lanzó el Sputnik , las fotos de los años cincuenta de antenas de apariencia muy desvencijada, pero animadas de un conocimiento muy sofisticado y una ambición muy persistente de jóvenes que aparecen con camisas blancas y corbatas muy estrechas. No había ordenadores, todo se calculaba a mano y no sabían del todo lo que iba a suponer lo que captaban. Al final, resultó ser el gran apoyo experimental a la teoría del Big Bang.

 

 

David Elcher editor de Astronomy, la revista más importante en su género, se queja de que el mundo actual está demasiado saturado de superstición y de entretenimiento de tal forma que no hay actitud ni tiempo para mirar las estrellas y para pensar en lo que el universo significa. Hay muchos canales de televisión pero casi no hay programas solventes de ciencia ni astronomía. Y sin embargo considera que la divulgación de la ciencia es esencial para que los jóvenes se animen a conocerla. Habla del nuevo “Cosmos”, tras el que hizo Carl Sagan, que ven ya ocho millones de personas en USA. Le gusta en general aunque le preocupa que, por afán de divulgar y para captar el imaginario de la gente, se digan cosas que en su opinión no son del todo ciertas. Lo que le genera dudas. Dice que si se quiere fascinar a los televidentes se pueden contar cosas impresionantes que son bastante ciertas, como que sabemos qué le sucederá al sol cuando se consuma porque ya conocemos lo que les ha ocurrido a estrellas similares o que quizá ya hemos cubierto más del 80% de la historia de la vida en la tierra. Termina diciendo que este universo para nosotros sólo tiene un momento dulce y ese instante es ahora.

 

 

Richard Dawkins es un hombre enérgico que no aparenta los 73 años que tiene. Habla de “una taxonomía tentativa de vida extraterrestre”, de qué características podría tener si es que existe y alguna vez la conocemos. Se va planteando preguntas y especulando con las respuestas según el conocimiento actual sobre estas cuestiones. Cree que seguiría de alguna manera las leyes de la evolución y le parece posible que podría haber formas de vida no basadas en el carbono pero es probable que sí estuviera basadas en proteínas y que estuviera codificada en algo parecido a genes que pudieran replicarse. Se plantea si sólo podría haber vida en planetas o también en estrellas o en una nube oscura; si los organismos tendrían ojos (que han evolucionado 40 veces en el planeta tierra) y formas de captar el sonido o si podrían tener algo parecido a ruedas para moverse, cosa que no tiene ningún ser viviente aquí. Si algunos organismos podrían tener consciencia o qué posibilidad hay del que el proyecto SETI encuentre señales de vida extraterrestre en este siglo.  Termina diciendo que es posible que se acaben encontrando señales pero que no debemos preocuparnos demasiado de que nos invadan porque seguro que estarán demasiado lejos.

Katerina Harvati una paleontóloga griega que ha desarrollado sus estudios en la Universidad de Nueva York habla de los Neardentales, de sus posibles costumbres y tecnologías;  de las diferencias morfológicas y de la posible complejidad de su lenguaje. Especula sobre la relación que pudieron tener con los sapiens,  si quizá se cruzaron en algún momento con nosotros y nos dejaron alguna huella en nuestro sistema  inmune o en el color rojo de algunos cabellos. Trata de sacar conclusiones de cráneos y dientes que ha estudiado con nuevas tecnologías y es muy difícil no acordarse de aquel personaje de parque jurásico que, como ella, trataba de revelar el pasado a partir de huesos remotos.

 

 

Termina la reunión y los ponentes se hacen fotos con algunos asistentes, comentan cosas con ellos durante bastante tiempo, firman libros… Un viejo astronauta ruso, el primer hombre en caminar por el espacio en Marzo de 1965, Alexéi Leónov, pasea por la sala con sus medallas en el pecho y un gesto de mucha determinación mientras habla con jóvenes que miran a Brian May que sonríe un poco melancólicamente desde su melena de estrella del rock y nos vamos con la sensación de que no olvidaremos aquella tarde en que Hawking escuchaba a Dawkins en el Starmus.

 

Seguir leyendo en ‘Historias desde Starmus’ (II) e ‘Historias desde Starmus’ (III).

 

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