Sin argumentos

 

Louis Raemaekers, 1915

 

Tras la exploración de los dos Grados geográficos precedentes, aparecidos ya en 2012 como ‘Grado elemental’, y en 2013 como ‘Grado medio’, la aventura de este trabajo se colmata, ¿finalmente?, con el ‘Grado superior’. De tal suerte que todo ello aparece ya como una Trilogía programada, trazada y pensada, donde se había proyectado un solo y único texto. Y esta es una de las extrañezas de lo concebido frente a lo realizado: donde había un solo texto derivado de una sola idea, surgen tres textos derivados de esa misma idea; en una suerte de nuevo misterio trinitario y tripartito. Aunque, ciertamente, no haya ni misterio, ni trinidades, ni triparticiones, ni siquiera el viejo Trivium medieval. Porque el móvil que ha regido el conjunto de los tres grados y textos, permanece inalterado, y su filiación resulta reconocible y única.

Lo único que ha ocurrido, ciertamente, ha sido la extensión creciente de lo previsto y proyectado, merced a una expansión temeraria de la escritura. Una escritura que crece y se expande, negando la obviedad cierta y previsible de su misma extinción y de su  mismo carácter cerrado y prescindible. Porque, finalmente, como cita Raúl Guerra Garrido “de la historia lo único que queda es la geografía y, ni siquiera eso, también desaparece la montaña”. Si hasta las piedras se extinguen y desaparecen, ¿qué podremos decir de la permanencia de cuestiones tan personales y no geográficas, como la escritura? Quizá esa obviedad de la extinción de toda escritura, justifique el empeño de pelear por su permanencia y empeñarse en su  prolongación.

 

 

Una extensión de ese empeño que delata, por otra parte, las dificultades de cierta escritura en los tiempos actuales, urgidos por lo digital y por la velocidad de los procesos de información y conocimiento; digitalidad y celeridad, que dificultan de hecho los procesos y los tiempos de la escritura. Cuándo todo va tan deprisa ¿quien se para y se entretiene en ese ejercicio moroso y adormecido?; y sin son pocos los acodados al barandal de la escritura, otro tanto podremos decir de los voluntarios de la lectura, que ven reducida su nómina convencional por las competencias de los nuevos medios y de los nuevos ocios. No es que no se lea, que se lee en todos los soportes y medios, tabletas y smartphones, pantallas y soportes visuales, y tal vez sea ésta una lectura cuantitativamente superior a la precedente; sino que la lectura que demandan tales soportes es de otra naturaleza, veloz e instantánea. Y muy olvidadiza.

De igual forma  que la sensación advertida, pero no menos creciente, de que hay ejercicios escritos muy variados que no concluyen nunca, como si describieran círculos concéntricos en torno a un centro probable fijado de antemano. Y esta cualidad de la ‘escritura perpetua’ es, mal que nos pese, no solo una paradoja en tiempos de lectura menor; una lectura breve que recorre el trayecto de una escritura prolongada. Y esta modalidad de la ‘escritura perpetua’ un atributo que nos proporcionan los llamados nuevos medios y que se asienta en la inmaterialidad de la ‘nueva escritura’. Una ‘nueva escritura’ que nace de lo digital y de lo electrónico y a ello vuelve sin parar y sin cesar, como si nunca concluyera su relato; una  ‘nueva escritura’  inmaterial en su presencia e invisible en su ausencia; y que permite rectificaciones continuas, añadidos permanentes y actualizaciones continuadas, se asemeja a una tarea abierta y siempre continua, como Sísifo que nunca termina su trabajo; o que, cuando piensa que se termina y agota, algo dicta su continuidad. De tal suerte y manera, que podemos advertir que todo proceso de escritura, una vez que el escritor se instala en él, es un proceso sin final, aunque con principio.

 

 

De forma parecida a lo afirmado por el pintor Antonio López García, cuando advierte sobre el mundo pictórico de que: “Las obras se abandonan o se dejan de lado, pero nunca se terminan”. Y algo de ello podría decirse de esta trilogía, que crecida y recrecida demandaba una prolongación imparable; por lo que su conclusión y su cierre, señala más al abandono de una tarea  que a una conclusión presunta. Ciertamente hay escrituras concebidas con el equilibrio preciso de una partitura musical, en donde el tempo, es tan importante como su propio contenido; y por ello concluye esa elaboración escrita en un instante determinado sin menoscabo de su propia coherencia. Aunque haya también escrituras que, carentes de ese equilibrio que otorga el tempo mismo de su composición, tengan una tendencia a expandirse y prolongarse por encima de cualquier previsión inicial. Como un rondo que se prolonga, o como un estribillo que se perpetúa. Y en esa prolongación circular, que niega el cierre o que impide la conclusión de todo trabajo, anidan ideas inquietantes. Ideas que hacen ver la inutilidad de muchos esfuerzos escritos, o su carácter prescindible.

 

Y en este punto de dudas y de resultados, conviene visualizar la correspondencia existente de la escritura con la plantación botánica y con la floricultura. Uno prevé en el jardín propio, el acomodo suficiente de algunas piezas botánicas elegidas por razones diversas: ornamentales, simbólicas, productivas o funcionales. Y con el paso del tiempo, observa que al verificar la plantación de los troncos jóvenes, no contó con su seguro crecimiento, que haría modificar y tambalear las previsiones iniciales de espacio y de luz; de rendimiento, de idoneidad de suelos y de eficacia botánica. De tal suerte, que más adelante, se ve obligado a rectificar y subsanar lo inicialmente previsto, por esa insuficiencia del soporte de suelo, por la debilidad de los nutrientes o por la falta del soleamiento necesario.

 

Por lo que vuelve a rehacer lo previsto y plantado inicialmente, dándole una nueva configuración, aunque el carácter siga siendo el mismo en ambos jardines y en ambas plantaciones: el previsto y el ejecutado finalmente. De igual forma, cierta escritura que nace con cierto sosiego y lentitud, se va adensando y complicando con su propio desarrollo y hace que las previsiones sobre su duración y extensión, no se cumplan. Y se ve el escritor, igualmente que el jardinero no previsor, impelido a reorganizar los materiales escritos. Descubre, tardíamente, que hay ejercicios escritos que se alimentan de su propio desarrollo, y tienen una tendencia extraña al crecimiento y al aplazamiento. Por eso yo mismo, pude escribir en el texto del ‘Grado medio’: “Nunca cerraré estas anotaciones y apuntes. Siempre irán abriéndose nuevos temas. Por eso, aunque pare, nunca terminaré. O no terminaré nunca”. Como si la escritura fuera un espejo de la vida, a la stendhaliana, que no para sino ante la muerte; pero mientras tanto, cada día tiene posibilidades de ser presa de un relato, de un cuento o de una anotación. Y por ello, siempre estamos dispuestos a rectificarnos. Aunque siempre pueda surgir la pregunta, pero ¿hasta donde crecer? Y también, la otra cuestión ¿es legítimo ese trayecto que abandona sus previsiones y se da a otros movimientos impensados e imprevistos?

 

Si las razones del primer acomodo, que ya se explicaron, estuvieron regidas por las ‘necesidades editoriales’; algo análogo podría enunciarse del material sobrante. Un creciente número de entradas del ‘grado siguiente’ al primero, aconsejó tanto el nuevo fraccionamiento, como la ordenación de todas esas entradas. De tal suerte que los grados medio y superior, se organizaron de forma diversa al ‘Grado elemental’. Algo de eso ya se enunciaba en la presentación del ‘Grado medio’: “Las razones del aplazamiento de ‘lo español a lo mundial’ carecían, entonces y ahora, de fundamentos cognoscitivos y sólo verificaban un aplazamiento de ciertas magnitudes homogéneas. La misma homogeneidad que se atisba entre estas dos entregas. Que son lo mismo y que hablan de lo mismo, aunque no lo parezca.  Aunque ahora el ‘Grado medio’, igual que el próximo ‘Grado superior’ haya precisado de una ordenación de los materiales en nueve  secciones o apartado temáticos”.

Los nueve apartados temáticos del ‘Grado medio’ (desde los ‘Principios’ a las ‘Lecturas, escrituras, libros’), de igual forma que las catorce secciones del ‘Grado superior’ (desde ‘Colores, visiones, ventanas’ hasta el ‘Breviario’) componen parte de un todo continuo. Un todo continuo, cuya sistematización en esos veintitrés apartados, que no capítulos, no impide el reconocimiento de su unidad como un único fluido que ha llenado vasijas y recipientes diversos; pero no por ello –por esas diferencias de contenedores y envases- creamos en la diferencia de contenidos. De tal forma que la inclusión de algunas anotaciones, pudiera haberse operado de otra forma diferente a la que se presenta. Registros que, pese a contar con una definición capitular, pudieran dar cabida a ocupantes de parcelas próximas.

 

Lo cual hace ver cierta artificialidad de las divisorias y que estas operan y producen sentido desde la totalidad del conjunto. Y así los ‘Principios’ pudieran haberse ubicado en el cierre final del ‘Breviario’; igual que ciertas cuestiones ubicadas en el ámbito del ‘Amor, sueño y muerte’ podrían haber desfilado en las avenidas de ‘Cuerpos y sexos’. Incluso, haber incorporado como un epítome de este ‘espíritu-collage’, el ramoniano ‘Estampario’.

 

 

Por ello, y desde esa sistematización no sistemática, renuncio a producir reflexiones como las ya verificadas anteriormente con ‘Una explicación y media’ en el ‘Grado elemental’, y con ‘Otra explicación y media’ en el ‘Grado medio’. Porque ambos textos preliminares ya son una aclaración a este nuevo grupo de anotaciones; al ser, en cualquier caso, ambos textos ‘dos explicaciones y media’ que equivalen a tres argumentos completos y completados. Una explicación pues, por cada grado celebrado y ensayado.

Solo me queda añadir, como cierre de estas geografías improbables y de sus perplejidades probables, el no menos improbable referente ‘Mapa astronómico de la literatura española’. Mapa imaginario e imposible, dibujado y descrito desde la invención astroliteraria, en 1926, por el complejo y estrafalario Ernesto Giménez Caballero. Un mapa, que el mismo denominaba enfáticamente, como ‘Universo de la literatura española contemporánea’. Confundiendo GC la totalidad del Universo con la fragmentariedad de un Sub-sistema solar proto-republicano. Confundiendo en parte, el contenido que se describe con el enunciado que se falsea en su denominación. Un Universo solar o astral, que cuenta con planetas-escritores, nebulosas-académicas, círculos literarios y meteoritos de largo alcance. Todos ellos visibles, pero  de duración cierta, al contrario que acontece con los planetas y estrellas.

 

Este texto pertenece al libro “Geografía personal: grado superior” Ed. Serendipia. 2016

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