Tener y no tener

Cine clásico

La gente valiente sabe de madrugadas donde muerde el vientre un tiburón azul como el hielo, que llena el cuerpo de sangre que burbujea hacia arriba, volviendo verosímiles todos los desastres y todas las dudas sobre nosotros mismos.  La gente valiente sospecha que, a veces, el valor que se ha tenido se disuelve  misteriosamente, como aquellos otros que fuimos algún día y que ya no nos acompañan.

Gente valiente, como Harry Morgan (Humphrey Bogart) que sabe todo eso y puede terminar en una isla de la Martinica y declararse de nacionalidad esquimal o del partido de sus propios asuntos, cuando alguien se atreve a preguntárselo. Porque gente como él pueden haber perdido cosas esenciales y tener heridas muy profundas o haber sido traicionados y necesitan huir  a algún sitio lejano donde puedan tener un barco pequeño, un poco de libertad y algunos amigos verdaderos.

Amigos como Eddie (Walter Brenan), un borrachín con cojera que cree que lo necesita y que prueba a los desconocidos preguntándoles si les ha picado alguna vez una abeja muerta y que nunca le hace ascos a una cerveza o a un poco de whisky mas o menos barato. Y que siempre esta ahí, cuando hay riesgo o soledad y hay que encontrarle un sentido a la vida.

Pero a veces los nazis llegan  incluso a los mares del sur y, casi sin quererlo, hay que tomar partido y aceptar ir a buscar, (de noche, en el barco, en la niebla), a un héroe que ha perdido el valor pero que sin embargo está allí, haciendo lo que cree que hay que hacer, aunque esté aterido de miedo y reconozca en la determinación de Harry lo que “hay que tener” para que no se rompa la cadena de los que nunca se rendirán ante la tiranía, en cualquier lugar, en cualquier tiempo.

Sobre todo si se ha conocido a una chica como Marie ‘Slim’ Browning (Lauren Bacall) que entra en ese bar tan amable en el momento adecuado y que tiene la melena, las caderas, los gestos y sobre todo las palabras para que Harry sepa que tiene una causa y se vea capaz de desafiar incluso a la Gestapo para seducirla, para estar a la altura de lo que ella parece dispuesta a hacer por él. Como cantar canciones dulces, como si susurrara, acompañando a un pianista cómplice o robar para él o tratar de anudarle los cordones de los zapatos o dar vueltas a su alrededor para constatar que no tiene cuerdas que lo aten,  cuando ya sabe que no piensa mas que en ella y que se pasa el día silbando ( “Si me necesitas silba” le regaló luego Bogie a la Bacall, grabado en un silbato de oro, prolongando el idilio en la vida real).

“Tener y no tener” parece que nació de una apuesta entre  Howard Hawks y Ernest Hemingway sobre si se podía convertir una mala novela en una buena película. Hawks ganó la apuesta aunque  los guionistas Jules Furthman y William Faulkner se tomaron ciertas libertades y crearon algunas escenas memorables, de esas que convierten a una película en “clásica”. Es decir películas que resisten el paso del tiempo y que necesitamos ver muchas veces en la  vida para recuperar el valor o la esperanza de que en algún sitio haya un bar así donde puedan aparecer amigos entrañables o chicas que sepan preguntar: “¿Alguien tiene fuego?”.

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