La música de 2014

Si ha habido un año que ponga de manifiesto el cúmulo de circunstancias que hacen coincidir en el tiempo artistas que nunca hubiéramos imaginado relacionar, ha sido este 2014, bien abultado de canciones y discos interesantes, muchísimos, aunque quizá ninguno tan definitivo como los de los años inmediatamente pasados. Doce meses donde la música ha seguido su curso evolutivo sin grandes revoluciones ni polémicas más allá de la mercadotecnia, que a día de hoy es el único campo donde la gente se estruja los sesos para innovar, aunque ello lleve a discusiones tan acaloradas como la que suscitó la última mediocridad de U2, Songs of Innocence.

Como ya indiqué en resúmenes pretéritos, lo que aquí se trata de examinar es cómo le ha ido el curso a las tendencias en lo posible más generalistas y abiertas, esto es, indie, pop, rock y sucedáneos, e invitados de otras áreas, ya sean electrónica, hip-hop, jazz y demás fauna. Con todo lo que se cuece en estos tiempos, cualquier artículo de este tipo es a la fuerza incompleto.

Mainstream e indie siguen acercando posiciones

El año pasado remarqué que la frontera que separa lo independiente de lo comercial puede llegar a ser tan fina como que para romperla baste que una emisora de gran tirada promocione un tema con gancho. En 2014, tenemos nuevos exponentes que lo confirman. Sin duda, la canción omnipresente de estos meses ha sido Happy, de un Pharrell Williams que ya estaba en los fregaos más populares del 2013 y ha continuado la racha como si nada, esta vez con un funk que te contagia el optimismo y el ritmo desde la primerísima escucha. Pharrell también ha metido mano en la producción del disco más reproducido en las plataformas de streaming esta temporada, el normalote x, de Ed Sheeran. Otra que se ha comido el mundo ha sido She moves de Alle Farben con Graham Candy, ración de verano al más puro estilo Estrella Damm que cuenta con el encanto de su irresistible melodía. Y si buscamos algo indudablemente comercial y sencillo pero de efectividad instantánea, ahí está Eez-eh, trallazo de unos Kasabian que en 48:13 se han quedado lejos de mantener (no digamos ya superar) el nivelazo de su anterior trabajo, Velociraptor, pero han entregado como siempre algún que otro tema potente. También irregulares aunque con un exitazo por bandera han vuelto Metronomy con su Love Letters. Aunque el caso más llamativo en cuanto a esto de triunfar a lo grande desde el ámbito indie ha sido el de KONGOS, banda sudafricana formada por cuatro hermanos (hijos, a su vez, del gran John Kongos), que debutaron en 2012 con Lunatic, disco autoproducido que ha eclosionado de repente este 2014, con Come with me now a la cabeza. Lo extraño es que no conquistara la fama antes, es una barbaridad de tema rockero.

 El lanzamiento del año

Regresos sonados ha habido siempre, por causas de lo más variopinto, aunque la pela suela imponerse como motivo primordial. Sea como fuere, hay regresos y REGRESOS. Y no todos los días se produce alguno del segundo tipo. Este 2014, los mismísimos Pink Floyd, lejos de preocuparse por cualquier cuestión económica, han entregado un impensable nuevo disco, el primero desde aquel The Division Bell que sonaba testamentario en 1994. El hecho de que el insigne teclista Rick Wright esté muerto desde 2008 (no hablemos ya de Syd Barret, fallecido en 2006) y el díscolo pero acomodado Roger Waters no tuviera intención ninguna de regresar al seno de la banda nos dejaba a la formación clásica con el único soporte de David Gilmour y Nick Mason. Por mucho que éstos últimos insistieran en informar convenientemente de que el grueso del álbum estaba sacado y retocado de sesiones paralelas al Division Bell (y por tanto, con Wright vivo), es muy razonable que las sospechas y las reticencias ante el material cundieran tanto como las expectativas que lógicamente despierta la marca Pink Floyd. Independientemente del resultado final, The Endless River (así se llama el disco en cuestión) es por derecho propio EL lanzamiento del año.

¿Y qué ofrece el disco una vez escuchado? Respeto. Mucho respeto por parte de Gilmour y Mason hacia lo que significa Pink Floyd. Y cautela también. Conscientes de que el material que tenían entre manos distaba de ser comparable a sus mayores glorias, no han pretendido hacer de él nada más grande. Se han dedicado a ensamblar los retales disponibles en un todo integrado por ideas en estado de gestación abortada, a las que han dejado sin desarrollar pero a la vez han dotado de un acabado coherente con su sonido y su historia. Y el resultado no es nada desdeñable. En The Endless River se repasan gran parte de los palos que tocaron en sus 27 años de carrera (hasta 1994), creando atmósferas y paisajes sonoros que consiguen resucitar a veces la magia característica del grupo. La crítica, como ha venido haciendo desde The Wall, se ha ensañado bastante. Como si a estas alturas esperaran algo. Pero este disco nunca pretendió engañar a nadie. Como reza el título de su primer corte, es un Things Left Unsaid por parte de una banda fundamental que ha decidido hacerlas said para prolongarse en el S. XXI.

Un año estupendo para la música española

España sigue haciendo gala de una envidiable variedad de propuestas en toda clase de ámbitos musicales. Tenemos una nutrida cantera de artistas que trabajan sus discos con un mimo que de una forma u otra se acaba notando, y cuando la calidad de los mismos acompaña, damos entonces con una cosecha tan suculenta como la que nos ocupa. Sidonie han entregado su mejor colección de canciones en Sierra y Canadá; Nacho Vegas ha retomado con fuerza el lirismo de su universo amargo en Resituación; Bigott  ha venido cándido y acogedor en Pavement Tree; Mucho han optado por el formato pequeño y la jugada no les puede haber salido mejor, las tres canciones que componen Grupo revelación son estupendas; El Columpio Asesino han tornado aún más inquietante su discurso vanguardista en Ballenas muertas en San Sebastián; del lado catalán nos topamos con La Iaia cambiando sin despeinarse el folk por la electrónica en Ón es la màgia?; ecléctico y atractivo es el The Drums of Twilight, de Vacabou. Todo ello sumado a singularidades como la de Viento Smith (Viento Smith) y a sonados regresos como los de Vetusta Morla (La Deriva), Sr. Chinarro (Perspectiva Caballera) o Los Enemigos (Vida Inteligente). En fin, una temporada para enmarcar dentro de nuestras fronteras.

El año de los tracklist brevísimos

Debe ser que en la era de Internet, que impone la rapidez por encima de todo, escuchar un disco desde una lista de spotify mientras echamos una ojeada a los 3000 o 4000 similares publicados a la vez, nos genera una tensión que no podemos soportar, y al poco de ponerlo en marcha ya lo cambiamos por otro, pero lo cierto es que muchos artistas han optado por ofrecernos álbumes  breves, poco más de media hora en el más largo de los casos, un trabajo de condensación que invita a escuchar del tirón pero obliga a ser intenso para no dejarnos con la miel en los labios. 8 pistas abrasivas tiene Here and nowhere else, de Cloud Nothings, con 9 se ha plantado Leonard Cohen en Popular Problems, algo menos inspirado que en entregas previas pero todavía pertinente a sus 80 primaveras. Los mismos cortes que la melancólica sueca Lykke Li en I never learn. Hasta 11, pero de corto recorrido e igualmente explosivos, llegan los renovados Death From Above 1979 con The Phisical World, disco de rock fresco y directo que puede compararse con Rips, fabuloso debut de la banda femenina Ex Hex. Y con 10 (que suman sólo 29 minutos) ha ampliado Justin Townes Earle su buen hacer genuinamente country en Single Mothers. También el atormentado Perfume Genius ha vuelto a teñir de frágil delicadeza su concisa  obra en Too Bright. El caso más extremo es el de Karen O, que ha concentrado 15 retales lo-fi en los 25 minutos que conforman Crush Songs.

 …y los larguísimos

Por el contrario, otros músicos pretenden en cierto modo rebelarse contra la tiranía del atropello digital y exigen tomarnos un tiempo notorio para completar la escucha de sus trabajos. To be kind, el nuevo artefacto extremo de los experimentales Swans, alcanza las 2 horas, las mismas que su anterior y más conseguido The Seer. A Jeff Tweedy y su retoño les ha gustado tanto su agrupación familiar, que han incluido 20 canciones en su debut Sukirae, algo excesivo si tenemos en cuenta que el álbum resulta bastante repetitivo. 19 (aunque de menor duración media) alcanza Your Dead!, la última amalgama de Flying Lotus. El ya mentado The Endless River, de Pink Floyd, tiene 18 cortes. 16 alcanza el democrático Commonwealth, de Sloan, donde cada una de las 4 partes en que se divide es acreditada respectivamente a cada miembro del grupo. Con 17 ha paliado Ty Segall su periodo más largo en barbecho (1 año). El joven rockero de San Francisco adolece de incontinencia creativa, lo que le lleva a entregar canciones a tutiplén, que tanto se quedan poco trabajadas como se constituyen en auténticos alardes de genio. Manipulator inclina la balanza hacia las del segundo tipo, escucharlo es una gratísima experiencia. También 17 contiene la locura polimórfica de Ariel Pink llamada Pom Pom. Aunque ante quienes hay que rendirse es ante Foxygen, que extienden And Star Power hasta las 24 pistas, todas ellas tentativas de psicodelia desaforada que han reunido con mucho tino en un tracklist tan extenuante y exigente como satisfactorio, algo así como lo que hubieran hecho a día de hoy unos Beatles nostálgicos de su álbum blanco, aunque el conjunto a lo que remite de verdad (y esto es el mayor elogio que se le puede dar al disco) es a la cara B de Abbey Road.

 Clásicos modernos

El tiempo sigue pasando y con él van y vienen algunas modas, pero no dejan de brotar continuamente propuestas adscritas a la tradición, que nacen ya atemporales y cuando son buenas pueden considerarse mejores barómetros de la actualidad que otras con peligro de pasarse de fecha. En estos meses han brillado con luz propia Rival Sons, que son la viva reencarnación de Led Zeppelin, con el rock acerado e impecable de Great Western Valkyrie. También el incombustible Tom Petty, pura elegancia en compañía de sus Heartbreakers en Hypnotic Eye; Damien Jurado con su nueva entrega de folk preciosista, llamada Brothers and sisters of the eternal son, el dúo sueco First Aid Kit, que otra vez se vuelcan en la Americana mucho mejor que los americanos, con su fantástico Stay Gold; el prolífico y reconocible Jack White en su segundo álbum en solitario, Lazaretto; el debut de Temples y el segundo largo de Cool Ghouls, Sun Structures y A Swirling fire burning trough the rye, respectivamente, ambos evocaciones de la psicodelia pop más limpia de los 60. En el reverso sucio nos topamos con King Gizzard & The Lizard Wizard, y su insistente I’m in your mind fuzz. Caso llamativo es de los eurovisivos (!) The Common Linnets, dúo country-bluegrass que desde Holanda ha exportado un muy disfrutable álbum homónimo, mejor que otras propuestas autóctonas como la de The Mastersons (Good Luck Charm). Muy curioso es el caso de los artistas blancos inclinados por el soul negro, que han legado discos estupendos como el Caustic Love, de un Paolo Nutini que después de 5 años en barbecho no ha perdido perspectiva, voz (¡qué voz!) ni su madurez adelantada; o Joan as Police Woman, insólita y muy inspirada en The Classic.

 

Hay otro puñado de bandas que optan por no ceñirse completamente a los patrones más canónicos y   combinan querencias clásicas con toques trendy, especialmente en cuanto a la estructura de sus canciones o a sus acabados, a veces con resultados tan personales como los de Ought, debutando a lo grande a medio camino entre la Velvet Underground, Talking Heads y el punk más progresivo, por partida doble en More than any other day y el EP Once more with feeling; los por fin enfocados War on Drugs, trasuntos de Dire Staits en Lost in the dream; los temas largos de digestión lenta pero exquisita de The Takeoff and landing of Eveything, de Elbow; Timber Timbre, con el oscuro y reposado Hot Dreams; el taciturno Morning Phase de Beck; Spoon, decididos y resueltos en They want my soul; Jolie Holland y su country experimental (Wine Dark Sea); Lights Out, el delicioso plato indie de Bishop Allen, un disco que gran parte de la crítica despachó rápido como intrascendente cuando no lo es en absoluto; el folk deconstruido de Steve Gunn, muy en la línea de Phosphorescent en Way out Weather; u otro debut, entre funky y electrónico, el de Jungle y su disco homónimo. Llaman la atención los casos de dos bandas con solera que han virado estilísticamente con desigual fortuna. Por un lado, los Black Keys han abandonado parcialmente su blues rock habitual optando por añadirse capas de sonido y carácter bailable en Turn Blue, trabajo irregular donde lo bueno es de lo mejor (la incontestable Weight of Love, el himno Gotta get away), y lo malo, siendo superior a la media, no es esperable de una banda de su calibre. Por otro lado, a los suecos Mando Diao, que hace unos años estaban en boca de todos a base de enlazar un temazo con otro, sigue sin importarles perder gran parte de su público. Si en 2012 pasaban desapercibidos cantando Infruset en su idioma materno, ahora cambian guitarras por sintetizadores y a su vez rehúyen el hit inmediato configurando un álbum tan extraño como atractivo, que han dado en llamar Aelita y han adornado con una portada inefable. Juzguen ustedes mismos.

Los mejores

Es justo que el privilegio de cerrar este artículo-resumen lo tengan quienes han volado más alto que todos los demás. En esta ocasión, el mejor disco del año es el intachable With Light and with love, de Woods. Esta prolífica banda de Brooklyn había jugado hasta ahora con la querencia por el clasicismo interceptado por el ruido. Para este disco han limpiado por completo su sonido dejando fluir libres sus cada vez más enriquecidos juegos vocales. El resultado son 10 piezas de una luminosidad radiante y melodías perfectas, asentadas sobre raíces del pop-rock más tradicional y puro pero que suenan modernas y atemporales a la vez, que destacan tanto de forma individual como formando parte del conjunto del álbum, exquisitamente producidas, con el peso bien ponderado de todos los instrumentos. Una delicia que no es ni simple ni compleja, ni suave ni dura, ni corta ni larga, es simple y llanamente imprescindible.

En la lista adjunta pueden encontrar todo lo referenciado en este artículo y mucho más. Tómenle el pulso a este 2014, que dentro de doce meses volveremos con otro sabroso atracón de música.

Los 50 mejores discos de 2014

1. Woods- With light and with love

2. Foxygen- And Star Power

3. Rival Sons- Great Western Valkyrie

4. Ought- More than any other day / Once more with feeling
5. Tom Petty and the heartbreakers- Hypnotic Eye
6. Elbow- The take off and landing of everything
7. First Aid Kit- Stay Gold
8. Paolo Nutini- Caustic Love
9. Ty Segall- Manipulator
10. The War on Drugs- Lost in the Dream
11. Joan as Police Woman- The Classic
12. Damien Jurado- Brothers and Sisters of the Eternal Son
13. Sidonie- Sierra y Canadá
14. Nacho Vegas- Resituación
15. Timber Timbre- Hot Dreams
16. The Black Keys- Turn Blue
17. Mando Diao- Aelita
18. Bishop Allen- Lights Out
19. Ex Hex- Rips
20. Steve Gunn- Way out weather
21. Spoon- They Want my soul
22. Cool Ghouls- A swirling fire burning trough the rye
23. Jolie Holland- Wine Dark Sea
24. Jack White- Lazaretto
25. Eels- The Cautionary Tales of Mark Oliver Everett
26. Death from above 1979- The Physical World
27. Damon Albarn- Everyday Robots
28. Perfume Genius- Too bright
29. Temples- Sun Structures
30. Bigott- Pavement Tree
31. Beck- Morning Phase
32. Swans- To be kind
33. La iaia- Ón es la màgia?
34. Mucho- Grupo Revelación
35. Sharon van Etten- Are we there
36. El columpio asesino- Ballenas muertas en San Sebastián
37. Ariel Pink- Pom Pom
38. King Gizzard & The Lizard Wizard- I’m in your mind fuzz
39. Pink Floyd- The Endless River
40. Jungle- Jungle
41. The Ghost of a Saber tooth tiger- Midnight Sun
42. Leonard Cohen- Popular Problems
43. Lykke Li- I never learn
44. Todd Terje- It’s album time
45. Justin Townes Earle- Single Mothers
46. Caribou- Our Love
47. Tune Yards- nikki nack
48. Cloud Nothings- Here and nowhere else
49. Grumbling Fur- Preternaturals
50. The Common Linnets- The Common Linnets

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