Mi futuro y yo

ef0ece9a1de7793e752f124107f6eccb

Esta tarde ha venido a verme mi yo del futuro. Traía un rostro simpático, el pelo blanco, las arrugas risueñas. Se reía sin parar entre dientes. No de mí, sino de mis errores. Decía: “¡Pero cómo fuiste tan tonto durante tanto tiempo! ¿De verdad llegaste a creer que las cosas eran como te imaginaste, y no como era evidente que eran?” Se reía desde los pulmones; la risa le rebotaba en el paladar y le atravesaba los dientes. “¿Cómo no te diste cuenta antes, cómo fuiste tan niño?” Yo – quiero decir mi yo de ahora – al principio no sabía dónde meterme, bajaba la mirada avergonzado. Amainaron sus risas, y salió a relucir una sonrisa que lo perdonaba todo, que todo lo comprendía, que les daba a mis faltas la importancia que de verdad tenían: Ninguna. Solo habían sido una experiencia vital más. Solo una forma de aprendizaje. Todo estaba ya integrado y no había por qué sentir dolor. Me sentí repentinamente animado y fortalecido.

Entonces fui y lo estropeé todo. Le solté: “Oye, viejo, ¿tú no tienes de qué preocuparte? ¿No te das cuenta de que estás bien cerca de la tumba? ¿Por qué no te guardas las risas y convocas a tu yo del futuro, ya que eres tan listo?” Mi yo del futuro – el que seré en plazo cierto – enmudeció. Frunció el ceño. Empezó a desvanecerse sin dejar de taladrarme con sus ojos. “Ya verás cuando tengas mi edad,” fue lo último que le oí.

Lo que me faltaba. A mis errores pasados y mi incapacidad presente tengo que sumarles un futuro e ineludible desencuentro generacional.

 

*En las imágenes, el actor Douglas Fairbanks Jr, fotografiado en 1932 y 1958. Fotografías de Getty Images.

 

 

 

Para seguir disfrutando de Jaime González Galilea
Sísifo en el ápice
Si Sísifo no hubiese sido tan bobo como Sissi, se habría dado...
Leer más
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *