¿Quién no recuerda el final de Casablanca? ¿Alguien puede olvidar ese momento cumbre de la historia del cine, emblema del amor romántico, de la lucha por unos ideales y de los insospechados vericuetos del destino? La despedida de Rick e Ilsa, ese contrapunto mágico de palabras y miradas, se ha instalado en el imaginario colectivo de tal modo que sus frases ya son parte de nosotros, desde el mítico “siempre nos quedará París” al entrañable cinismo del capitán Renault con sus “detengan a los sospechosos habituales” o “este es el comienzo de una larga amistad”. Si la excelencia de una película se midiera por el granero de dichos que nos deja, no cabe duda que Casablanca ocuparía los primeros puestos con su catálogo sobre la esencia de la vida: el amor, la amistad, la lealtad y tantas otras situaciones en las que inmediatamente nos reconocemos. Porque a veces en Casablanca la palabra vale más que mil imágenes y transciende la pantalla para cobrar vida en sí misma y enhebrar historias en una sola frase.
Pero si alguna joya destaca dentro de un guión ya legendario es ese “siempre nos quedará Paris” que representa el alma de la película. Se ha dicho que el amor más fuerte y duradero es el amor imposible y así lo ratifica esa sentencia emocionada que pronuncian a un tiempo la boca y los ojos de Rick. Un lugar y una época-el Paris y la guerra mundial- rescatados por el recuerdo, ese gran antídoto del paso del tiempo que Sam glosa en su canción. Claro está que la grandeza de la frase, con su carga de amor y renuncia, no existiría sin el lenguaje de la mirada que jalona la escena final y que expresa tanto o más que las palabras. Si hay un tratado del arte de mirar(se), es precisamente ese diálogo de pupilas encendidas y húmedas que intercambian Ilsa y Rick, esa sinfonía de gestos que van graduando y modulando el dolor. Saber mirar(se), saber hablarse con los ojos ha sido siempre una de las grandes estrategias del amor, sobre todo del amor clandestino del que Casablanca es una antología perfecta.
“Siempre nos quedará Paris” ha pasado a la historia como las últimas palabras que Rick le dice a Ilsa antes de separarse pero en realidad no es así. Si repasamos el diálogo en la versión española, la frase de despedida entre ambos es un consejo de Rick a una Ilsa frágil y llorosa para que acepte su destino al lado de su esposo: “ve con él, Ilsa ”. Muy distinta, y mucho más rica en matices, es la versión original, donde escuchamos “Here´s looking at you,kid”, una frase compleja que literalmente significaría “(aquí) estoy mirandote, pequeña”, pero cuya traducción correcta sería “(brindo) por ti/ a tu salud, pequeña”. Con todo, lo más interesante es que Rick no pronuncia esta frase al azar: muy por el contrario, a lo largo de la película la repite en cuatro ocasiones diferentes, siempre en momentos de especial intimidad de la pareja, y por ello añade un guiño esencial en la despedida final. “Here´s looking at you, kid” pertenece al repertorio amoroso de los amantes y transmite una enorme complicidad cuando Rick la pronuncia al tiempo que acaricia tiernamente la barbilla y el rostro de su amada. La atmósfera que crea es muy distinta del nostálgico y doloroso “siempre nos quedará Paris”: un brindis al amor, a la mujer y a la vida que no van a compartir pero que sin duda les pertenece hace la mirada de Rick más risueña y los ojos de Ilsa se iluminan, siquiera fugazmente. Es el instante de aceptar el sacrificio del amor por la causa y para ello Rick invoca la “contraseña” de sus encuentros-here´s looking at you kid-, una declaración de amor en toda regla para sellar que permanecen juntos aunque nunca vuelvan a verse. Por el contrario en la versión española de la escena final la frase de Rick-“ve con él, Ilsa”- no recoge ni la letra ni el espíritu del original y nos priva de las jugosas connotaciones de la expresión inglesa, auténtico leit motif a lo largo de la película. Lo curioso es que sí se traduce “por ti, pequeña” en las otras escenas en que aparece la frase, lo que añade una mayor incongruencia al diálogo final y las palabras de cierre. Se ha afirmado que here´s looking at you proviene de la jerga del póker (juego que Bergman y Bogart parece que practicaban durante el rodaje) y que quien proponía un brindis con esta expresión lo hacía desde la óptica del vencedor. Por otra parte, su audaz combinación con el apelativo “kid” (pequeña), la dota de una ternura irresistible en la voz aguardentosa y el áspero acento de Bogart que en español nunca llegan a sonar. Desventajas insalvables del doblaje que afortunadamente se compensan con la exacta transcripción del diálogo en las miradas de Ilsa y Rick. Claro está que no siempre se pierden cosas al doblar: otras veces se añaden como en la célebre “Tócala (otra vez) Sam”, algo que nunca se dijo en el original, con el mucho más escueto “Play it, Sam”.
Pero ya sea en versión original o doblada, el tiempo ha inmortalizado ese recital de emociones que es el final de Casablanca. Me atrevería a afirmar que la mayoría de las mujeres hemos deseado que alguien nos mirara alguna vez como mira Rick y lo mismo podría decirse de los hombres con respecto a Ilsa. Y hemos envidiado los registros infinitos de sus ojos, la belleza del dolor en los rostros, el rictus de la despedida en los labios, el sombrero ladeado sobre un óvalo perfecto, esa serie de luces y sombras que escenifican la renuncia como el acto más duro y más bello del amor. Y aunque en español no oigamos de la boca de Rick el célebre brindis del encuentro y el adiós, nunca nos cansaremos de ver esta escena, de escuchar aquello de que “siempre nos quedará parís” y de soñar con vivir nosotros algo semejante fuera de la pantalla.
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Inés que placer leerte. Date más oportunidades, por favor,
Muchas gracias, Jesús.