1939: La Guerra en Ciudad Real

La Guerra Civil había comenzado, en Ciudad Real, con un tiroteo difuso y con movimientos trenzados y titubeantes de partidarios y opositores a la sublevación africana. Y con desplazamientos de partidarios y opositores al Frente Popular, que se movían igualmente a impulsos ciegos, entre los centros neurálgicos del Frente Popular y del Poder Republicano; acabó con otra balacera entre contendientes del mismo bando ‘frentista’. 

Y así tuvo lugar una batalla impropia, el 11 de marzo de 1939, al tomar por asalto el Palacio Episcopal de la calle de Caballeros, conocido ya entonces, como ‘Palacio Rojo’ y paredaño con el Casino levantado en 1886 por un grupo de patricios locales y propietarios conservadores, que aceptaron con buenos ojos la coexistencia del Círculo Recreativo, junto al aroma a incienso de la casa del Obispo, frontera al enclave ahumado de conservadurismo rural. La sede de esos sueños de señores y propietarios fue convertida desde 1936 en estancia empolvada como Cuartel de Milicias primero; sede de Izquierda Republicana después, hasta su traslado a la calle Castelar al Palacio de los Medrano; y desde finales de 1938, sede provincial del Cuartel General del Ejército de Extremadura, coincidiendo con el nombramiento como responsable del Ejército del General Escobar, el 23 de octubre de 1938.  

Palacio Episcopal. Ciudad Real

Un Ejército visible en la ciudad, que ahora se llamaba ‘Ciudad Leal’, en el último tramo temporal de la guerra, a través de los varios Hospitales de Campaña y Hospitales de Sangre, ubicados en edificios incautados durante la guerra y destinados al uso que demanda la guerra. Un Ejército de Extremadura presente también, a través de sus instalaciones complementarias, como las dos Bases Aéreas del 5º Cuerpo de Aviación, con bombarderos rusos Tupolev SB 2 ‘Katiuskas’, en los aeródromos terrizos y apelmazados de la carretera de Piedrabuena y en la carretera de Toledo, el otro. El Ejercito de Extremadura, bajo el que se adscribió a la provincia de Ciudad Real, el 27 de enero de 1938 por resolución expresa de la Sección de Operaciones del Ministerio de Guerra, con la finalidad de reordenar recursos humanos en la retaguardia, que estuvo acantonado en Almadén desde diciembre de 1937, contando con diversas bases operativas, en distintas cabeceras provinciales, tales como Daimiel, Piedrabuena y Manzanares.

General Seguismundo Casado

El Palacio Episcopal, sede vacante del obispo Estenaga, desde su asesinato en agosto de 1936 en el Bao del Piélago, fue incautado en ese mismo 1936, y adoptado como sede del Partido Comunista de España,  y  fue sitiado en ese momento final, por parte del Ejército Popular de la República, como consecuencia del Golpe del general  Casado. La crisis final de la guerra estuvo presidida, como un reflejo exacto de lo que ocurría en Madrid, por el conflicto del Golpe de Estado, que se inició el 5 de marzo de 1939 y que fue encabezado por el general Segismundo Casado, jefe del Ejército del Centro. Aunque él mismo  Casado, cita en su texto ‘Así cayo Madrid’, que el día 2, de regreso de Yuste y Valencia, “con el acuerdo tomado en firme de no demorar el acto de fuerza contra el Gobierno de Negrín”. Propósito que acelera la reorganización de la cúpula militar, que pasaría, a juicio de Casado, a manos del Partido Comunista. Pronunciamiento que fue apoyado por las fuerzas políticas de la zona republicana que abogaban por poner fin a la guerra civil, al considerarla ya completamente perdida y para ello se conformó  el Consejo Nacional de Defensa. Entre las fuerzas partidarias de Casado, se encontraban los socialistas ‘antinegrinistas’ encabezados en Madrid por Julián Besteiro, que fue quien dirigió el discurso radiofónico final  la noche del día 5; los anarquistas y los republicanos de izquierda. La declaración del Consejo ‘casadista’, dio lugar a la reacción de fuerzas militares afines al PCE en toda la zona controlada por la República; por lo que el recuento de Casado era que “Contábamos con la lealtad del general Matallana, Jefe del Grupo de Ejércitos, y de los generales Menéndez y Escobar, Jefe de los Ejércitos de Levante y Extremadura, respectivamente”. En éste último Ejército, “sólo eran comunistas las Divisiones de Reserva”. 

General Antonio Escobar Huerta

Días atrás, concretamente el 27 de febrero, Azaña en carta dirigida al Presidente de las Cortes Martínez Barrio, presentaba su dimisión como Presidente de la República. El vacío de poder que se originaba, fue aprovechado por Casado, partidario de liquidar la Guerra y de pactar ciertas condiciones de rendición ante Franco. La reacción de los comunistas al Consejo Nacional de Defensa creado por Casado, con apoyo de socialistas y cenetistas, tuvo también en Ciudad Real, su versión y su enfrentamiento. Los primeros, se hicieron fuertes en su sede del antiguo Palacio Episcopal, donde resistieron los ataques que desde varios lugares de la ciudad les dirigían los ‘casadistas’. Llegándose a emplear, en la operación fusilería convencional, cuerpos de ametralladoras rusas ‘Maxim’, incluso 2 carros de combate. El 11 de marzo el palacio fue asaltado por carros de combate, con el resultado de varias bajas y detenciones. El gobernador civil, David Antona, militante de CNT, cortó por lo sano la resistencia comunista, siguiendo instrucciones de Wenceslao Carrillo, responsable de Gobernación del Consejo Nacional de Defensa; y al que su hijo Santiago dirigiera duras palabras. “Cada día es mayor mi amor a la Unión Soviética y al gran Stalin, a los que vosotros odiáis y calumniáis precisamente porque han ayudado a España de una manera constante a través de toda nuestra lucha… No, Wenceslao Carrillo, entre tú y yo no puede haber relaciones, porque ya no tenemos nada en común, y yo me esforzaré toda mi vida, con la fidelidad a mi Partido, a mi clase y a la causa del socialismo, en demostrar que entre tú y yo, a pesar de llevar el mismo apellido, no hay nada en común”. Superada la resistencia de los comunistas frente a los partidarios del general Casado, la situación en Ciudad Real estaba prácticamente liquidada. 

Casino de Ciudad Real

En el Ejército de Extremadura, ante el avance del enemigo, se replegaron sin combatir y quedaron rotos los lazos orgánicos. El enemigo había llegado por el Norte a Mora de Toledo y por el Sur hasta Almadén…En vista de la situación di orden de que el Cuartel General del Ejercito de Extremadura se instalase en Ciudad Real, tratando de reagrupar su fuerzas, para constituir un nuevo frente, pero sin orden de resistencia”. Tras tomar el control de Ciudad Real, el 26 de marzo el General Antonio Escobar Huertas, jefe del Ejército de Extremadura, practica la rendición al General Juan Yagüe, Jefe de la Legión en las cercanías del camino de Sancho Rey, a las afueras de Ciudad Real, según algunas versiones no muy precisas. Una victoria y una rendición como la que se desprende ya, de la conversación telefónica sostenida por el general Escobar y el general Yagüe, el 26 de marzo de 1939, con la finalidad de practicar y negociar la rendición del Ejército de Extremadura.  Una rendición ¿telefónica o presencial en los bajíos de Sancho Rey? Esas son las dudas de las versiones.

Palacio de Medrano. Ciudad Real

El 26 de marzo de 1939 entregué mi ejército al general Yagüe. Procuré realizarlo ordenadamente. En nuestra retirada desde Almadén hasta Ciudad Real recogimos lo más notable del patrimonio artístico de la región y lo depositamos, contra recibo, en el Banco de España de esa capital. Hasta el último momento mantuve apretada guardia en torno a las minas de Almadén, por persistir la amenaza de su voladura. También procuré inventariar el armamento, los elementos de transporte y el material pesado…Hecho lo cual,  y  cumpliendo las instrucciones de la Junta de Defensa, que por ausencia del general  Miaja, presidía don Julián Besteiro,…mi capitán ayudante, se puso en comunicación telefónica con el cuartel general de Yagüe para formalizar la rendición”.

General Juan Yagüe

Un Yagüe, que según cuenta José Luis Leizaola en su novela La guerra del general Escobar, le propone a Escobar una escapatoria rara y consentida, hacia Portugal. Una suerte de Yagüe magnánimo y extraño pese a todo. 

Un Yagüe que llevaba/

gafas  y el correaje negro sobre la camisa blanca./

Y botas altas de montar”,

Un  Yagüe que conversa con Escobar sobre el destino que a este se le abre desde la frontera próxima, y se lo brinda y ofrece con largueza insólita. Como el destino incierto de tantos otros perdedores y derrotados, que buscan las fronteras como únicas salidas y escapes. Aunque todo eso que se sabe y se conoce, Yagüe lo calle. Porque a esas alturas y aún antes, según señala Payne, “Yagüe empezaba a estar cansado de la guerra y de los manejos políticos del Cuartel General”; un Yagüe al que le repugna la crueldad sistemática y las represalias premeditadas, aunque haya tardado tanto en advertirlo y no recuerde sus fanfarronadas extremeñas y sus regueros de sangre.

“Fui emplazado el mencionado día 26 y me extrañó que el lugar señalado  fuera campo abierto. Acudí acompañado sólo por el capitán Massips, y al volante el sargento Bermúdez…El general Yagüe me esperaba apoyado contra un coche”.

“Gracias general, pero no me voy a ir”.

– “¿Por qué?”.

“No veo ningún motivo”.

“¿Le parece poco motivo haber perdido una guerra?”.

“Las guerras hay que saber perderlas”.

– “Y ¿quién le garantiza a usted que nosotros sepamos ganarla?”.

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Finca Galiana. Ciudad Real

Según los datos manejados por Creis Córdoba, el poeta Leopoldo de Luis fue testigo mudo y privilegiado de la conversación telefónica sostenida, entre Yagüe y Escobar, junto al coronel Ruíz Fornell. Una conversación que anticipaba la rendición y que  precisa y pormenoriza, las condiciones pactadas para la entrega del Ejército de Extremadura, en las proximidades del Camino de Sancho Rey, una vez vadeado el Guadiana a la altura de la finca conocida como Galiana, y colindante con la finca Benavente incautada en agosto de 1936. Y donde, como un anticipo de los desencuentros de marzo de 1939, ya había habido disensiones entre los comunistas del Instituto para la Reforma Agraria (IRA) y los miembros de la colectivización de Galiana, en su mayoría de la pedanía de Valverde. Enclave fluvial, donde se han concentrado los operativos de la columna que avanza en retroceso, desde el acantonamiento de Almadén, último reducto y última sede del Ejército de Extremadura antes de fijarse en  Ciudad Real y Piedrabuena. Escobar le brinda a De Luís la posibilidad de un escape o una marcha, hacia Madrid o hacia Francia incluso; que el poeta vencido rechaza.

 Aunque luego no todo fuera como lo contado por Leizaola. A Ciudad Real no comparece Yagüe, sino que lo hace García Valiño; como si el destino de Yagüe fuera el de no comparecer en los momentos finales. Ya lo hizo en Toledo en septiembre de 1936, y lo repite ahora en marzo de 1939 en Ciudad Real. Un García Valiño, duro y seco, y poco negociador, que viene de las campañas del Norte y del Mediterráneo y que llega en los estertores de la batalla, para sofocar las últimas resistencias de Toledo y de Ciudad Real. Y  que sólo acepta, ya con la victoria a las espaldas, la rendición incondicional de todos ellos: Escobar, Ruíz Fornell, De Luís, Massips y hasta del conductor Bermúdez.

General Rafael Garcia Valiño

Ese mismo día 26 de marzo sucedieron hechos extraños, dictados por la premura del final y por la necesidad de abrirse camino hacia Levante, en una huida acelerada adonde se dirigen los restos quebrados del Ejército de la República, en la creencia de contar con una escapatoria marina. Alguien advierte, por ello, la extrañeza de la marcha de veinte camiones aparcados en la Plaza del Pilar. Donde, al parecer, fueron llenados con bultos, sacas, bolsas y paquetería variada que se cargan desde el Banco de España (¿los pertrechos y entregas realizados del general Escobar?), para, una vez cargados enfilar, con más extrañeza, la calle de Toledo y salir de Ciudad Real hacia el Norte, cuando lo justo y adecuado sería haber enfilado hacia el Levante, siguiendo la vía de Albacete y Villarrobledo y eludir el encuentro con las columnas que, descolgándose del nacional Ejército del Centro, han barrido el Sur toledano y avanzan en flecha cóncava, hacia Malagón y Ciudad Real, para vaciar cualquier resistencia y para ocupar toda la zona de mando republicano.

Antigua Banco de España en Ciudad Real

Las primeras operaciones tuvieron lugar en el Frente Sur donde, el mismo día 26 de marzo, el Cuerpo de Ejército Marroquí, al mando del general Yagüe, y el Cuerpo de Ejército de Andalucía, al mando del general Muñoz Castellanos, avanzaron hacia Pozoblanco-Peñarroya y hacia Ocaña, encontrando muy poca resistencia ya que muchas de las posiciones republicanas habían sido ya abandonadas y vaciadas. Los Ejércitos republicanos de Extremadura y de Andalucía depusieron las armas y los pueblos se llenaron de banderas blancas, con lienzos improvisados de viejas  colchas y sábanas, ante la inminente llegada de las tropas nacionales. 

El día siguiente, el 27 de marzo, se producía la gran ofensiva del Ejército del Centro, en el movimiento descrito antes de asfixia y ocupación. La desmovilización del Ejército Republicano fue automática, abandonando los soldados sus posiciones y sus escasos y diezmados equipos de combate. Las fuerzas de los tres cuerpos de Ejército que intervenían en la operación, al mando respectivamente de los generales Solchaga, García Valiño y Gambara, se desplegaron en sintonía, dirigiéndose su extremo derecho hacia Ciudad Real y barriendo en paralelo, buscando el cierre hacia Albacete. Al mismo tiempo, laQuinta columna’ que había venido actuando durante los años de la guerra tanto en la Caja de Reclutas de Ciudad Real como en el Tribunal Médico, se dispuso a tomar el poder en la ciudad o a hacer acto de presencia en enclaves significativos, una vez que sus anteriores detentadores hubieron desaparecido o depuesto las armas. 

Calle de Toledo, Ciudad Real en la época

El 28 de Marzo, día de San Doroteo, se avanzó sobre Guadalajara por el norte y el sur, y después los frentes que defendían Madrid, quedaron abiertos y dejaron vías libres al final de la contienda. A mediodía del 1º de abril de 1939 el Ejército Nacional entraba en Madrid y ocupaba los edificios gubernamentales y todo el aparato del Poder, sin resistencia apenas, produciéndose desde el Cuartel General de Burgos el parte final de Guerra o ‘Parte de la Victoria’, radiado por multitud de emisoras con la voz de Fernando Fernández de Córdoba, el llamado ‘locutor-soldado’,  y autor de un texto panegírico  Memorias de un soldado locutor’ prologado por el mismo Queipo de Llano, compañero de lides radiofónicas.  En la noche burgalesa y cuando el reloj de Radio Burgos señala las veintidós horas y treinta minutos, la voz radiofónica deja caer las palabras de clausura de lo que empezara hace ya casi tres años: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos. La Guerra ha terminado”.

En Ciudad Real, miembros de la ‘Quinta columna’, activos en la segunda línea, sobre todo en la ya citada Caja de Reclutas, como deja ver, la declaración del Arquitecto Provincial sobre el médico Manuel Cárdenas: “Don Telmo Sánchez y Octavio de Toledo, arquitecto provincial de Ciudad Real, declaro por mi honor que fui declarado cesante por las autoridades rojas el 9 de diciembre de 1936, no habiendo sido repuesto hasta primeros de abril de este año y una vez que fue liberada esta plaza. Así mismo fui privado del Teatro Cervantes, en el cual era copropietario con los hermanos señores Cárdenas, y dicho Teatro fue explotado por un comité de espectáculos rojos y si bien nos fue devuelto completamente deteriorado a fines del año 1938, siguió el comité explotándolo y únicamente un mes antes de la liberación nos dieron en billetes de Negrín, que nada valían, la cantidad que la Hacienda había cobrado en concepto de arrendamiento que era bastante inferior a la que figuraba en el catastro. Entre estos señores Cárdenas, figura don Manuel Cárdenas, médico que estuvo preso por los rojos en el Seminario de Ciudad Real y a quien después obligaron a prestar sus servicios profesionales en el Ejército, pero cuya ideología fue siempre de derechas y en su caso así lo demostró favoreciendo a los que pensaban como él y eran igualmente víctimas de la situación por haber tenido la desgracia de encontrarse en la citada zona.

Y para que conste y como garantía de la actuación de dicho señor, firmo la presente declaración en Ciudad Real a 31 de agosto de 1939”.

Actual Calle Maria Cristina de Ciudad Real en los años de la Guerra Civil

Miembros de la ‘Quinta columna’,  apoyados por adversarios a la República y por falangistas ocultos y resistentes, que surgidos de la larga noche de su ocultación, toman posiciones en la Comandancia Militar y en el cuartel de Artillería, provocando la confusión en el grupo del Ejército de Extremadura acantonado en Piedrabuena y que concluirán con su rendición o con su desarme. Hay una llamada de Segismundo Casado el mismo 29 de marzo, tratando de aclarar los términos de la rendición: “Por la noche mantuve comunicación telefónica con los comandantes militares nacionalistas de Murcia y Ciudad Real…llamé al comandante militar de Franco en Ciudad Real, preguntándole por el general Escobar, Jefe del Ejército republicano  de Extremadura. Me contestó que estaba bien, que el orden era perfecto y que no hubo ni un solo caso de violencia”. Para más tarde, en ese furor de los finales, personarse los miembros de la ‘Quinta columna’,  en la Estación-Radio Ciudad Real y tomar posesión de la emisora, donde emiten la Marcha Real, como señal de que Falange Española  Tradicionalista y de la JONS de Ciudad Real, se hacía cargo de la emisora. En una demostración de la importancia sostenida por las emisoras de radio, en la guerra que se cerraba con un golpe de sirena radiofónica.

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En esos días lentos, de las primeras floraciones primaverales, se encadenan las caídas de las últimas capitales de provincia que mantenían en poder la fuerza republicana: el 29 de Marzo lo hacen, Ciudad Real, Jaén, Cuenca, Albacete y Almería. El 30 de Marzo, llega el turno de Alicante y Valencia. Y, finalmente, las últimas ciudades en caer serían Murcia y Cartagena, ya el 31 de Marzo. 

El día 29, el Cuerpo Marroquí de Yagüe, particularmente la Primera Agrupación de la 13 División, ya había alcanzado Ciudad Real y Puertollano; el Cuerpo de Ejército Andalucía tomaba Bailén y Linares, mientras el Cuerpo de Ejército Córdoba, mandado por el general Borbón, el de la toma de Málaga junto a Queipo y Rotta, entraba en Jaén; y el de Granada comenzaba el avance por el litoral en dirección a Almería. En el frente del Centro, los cuerpos de ejército Toledo, Maestrazgo, Navarra y CLI avanzaron desde Talavera de la Reina, Polán y Toledo hacia el sur; y en el frente de Levante, los cuerpos de ejército de Urgel y de Aragón lo hicieron desde Torre del Burgo, Masegoso y Cifuentes hacia Madrid y Valencia. Los atacantes no encontraron resistencia. Las líneas de los frentes republicanos se desintegraron en cadena, a partir del 28 de marzo en un proceso espontáneo, esperado y ya irreversible.

Poco después de las seis de la tarde del día 29 de marzo, las avanzadillas de las tropas vencedoras, formadas en buena parte por Regulares, hacían su entrada en Ciudad Real por la calle de Toledo; en un movimiento táctico que quiere conectar la ‘Liberación’ con los nobles orígenes fundacionales de la villa y con su puerta superviviente a la desidia del tiempo. La primera confusión de esos momentos fundacionales del franquismo invicto, se produjo con la explosión retardada de una bomba que estalla, en el desfile que se produce en la calle Calatrava con esquina a Paloma. Por ello la extrañeza de la marcha de los veinte camiones cargados de pertrechos e impedimenta, en huída brusca, no a Levante sino al  Norte. Al encuentro, pues, de las fuerzas de la 84 División, al mando del coronel alcazareño, Alfredo Galera Paniagua, perteneciente al Cuerpo de Ejército Maestrazgo, que mandaba García Valiño, y  al que Galera sucedería más tarde en otros honores y distinciones de la digestión de la Victoria. Tropas las que avanzan desde el sur toledano en su crecida liberadora, hacia los bajonazos de Ciudad Real, y que en la mañana del día 30,  harían su entrada en la ciudad con el resto de componentes de la Agrupación. 

El Frente de Juventudes desfilando con la Puerta de Toledo al fondo

Una ciudad aún muda y fría, donde se acumulan restos inclasificables de un pasado que muere y se conjura desde un griterío enaltecido por el arrebato de una ‘Primavera Liberada’: ventanas abiertas en inmuebles en abandono aparente, de las que cuelgan banderas bicolores; restos de animales muertos en algunas esquinadas y campas; paredes cubiertas por una incierta propaganda de cartelería militante y una basura acumulada por la ausencia prolongada del servicio de Barrenderos, movilizados en su mayoría. También son visibles restos de hogueras humeantes, que delatan un fuego presuroso de papeles turbios, en una marcha precipitada y no programada. Y eso que las disponibilidades de combustible eran tan raras como escasas, tras tantos meses de saqueo y resistencia: diezmado el arbolado urbano; agotada la madera común del entorno próximo; incluso, destruidos y desvalijados bienes muebles del mundo religioso. 

Una ciudad extenuada tras la contienda, donde compiten el olor acre de las fogatas humeantes, con el  hedor de una suciedad tan lejana como mantenida mucho tiempo, en la suerte de abandono que acompaña a toda guerra. Por ello es creíble, según cuenta Alía Miranda, que una de las primeras medidas adoptadas por la Comisión Gestora Municipal en mayo de 1939, fuera la de producir una campaña de ‘Limpieza extraordinaria de la población’. Limpieza que también jugaba con el equívoco de erradicar los olores rancios de la República y sustituirlos por los aromas exaltados de la Victoria, varonil, sanguínea y corajuda. Una limpieza de exteriores, plazas, calles y jardines; pero también de todos los edificios que habían sido incautados, expropiados y municipalizados, y que ahora, con la guerra agotada y carentes de la función  a la que se destinaron anteriormente, presentaban un aspecto de miseria, abandono y de falta de limpieza que acontece en toda retaguardia. También limpieza, por tanto, de todo lo que oliera a Frente Popular y a UHP.

Inmediatamente, se producía en esos días de risas primaverales y de montañas nevadas, el relevo de autoridades que demandaban los vientos nuevos. Las militares en la persona del comandante Álvarez Jiménez del 5ª Batallón Zaragoza, y las civiles con Luis Martínez, que se haría cargo provisionalmente del Gobierno Civil. Para cuyo cargo había sido nombrado, por Decreto del 29 de marzo, José Rosales Tardío, que tomaría posesión el 2 de abril. El mismo día 30 de marzo, se creaba una Comisión Gestora Municipal, presidida por Bernardo Peñuela y donde figuraban tanto hombres de la antigua Unión Patriótica primorriverista como de la joven Falange Española: Alfredo Ballester, Francisco Herencia, Antonio Prado, José Ruiz, Lorenzo Sánchez de León, Juan de la Cruz Espadas, Luis Martínez, José Cid, Juan Antonio Solís, Ramón Fontes, Isidoro Mayo y Ricardo Gómez Picazo. La guerra había terminado.

Meses más tarde, mientras, a lo lejos, sonaba el silbido agudo de alguna máquina renqueante del escaso parque ferroviario disponible, en el Parque Gasset, parcialmente podado y desforestado (necesidades del último invierno y sus fríos, buscando madera a cualquier precio y condición) toma la palabra el Mantenedor de los ‘Juegos Florales de 1939’, don Manuel de Góngora. “Reina bellísima de este torneo, incruento y bizarro a la par y, a la vez, donairoso y reñido; lid de ingenio en la que los retos y los alardes y los carteles de desafío son rimas acordadas, y los caballos de espumeantes y piafadores caracoleos son Pegasos que se engualdrapan de finos y estilizados conceptos, y el palenque se emparamenta y recama de flores grímpolas, tapices y gallardetes, y los caballeros mantenedores y justadores son poetas que se desenhebillan los prietos caparazones de sus armaduras y se descalzan en airoso gesto, el guantelete ferrado para segar rosas de ingenio y de poesía que ofreceros, y cortan los astiles de sus lanzas de verso no ya en los intrincados y dramáticos robledos de Corpes donde las hijas del  Cid sufren la villana afrenta de los infantes de Carrión sino en los florecidos jardines y bosques de encantadas Provenzas de voluptuosas Alhambras o de Generalifes rumorosos –es decir, en huertos de poesía y de ensueño-, y templan los hierros de su moharras en ríos también de poesía y de raza encantados: Guadianas y Ebros de gesta y leyenda, y Dueros de romance, Guadalquivires que salen del dorado peso con que los fatigaban los galeones de Indias, Darros y Geniles de los abencerrajes y zenetes de la corte nazarita o, en fin, cristalinos Tajos nemorosos que escucharon –siglos antes que el bélico rimbombar de los cañones- las apacibles querellas y el ‘dulce lamentar de dos pastores, Salicio juntamente y Nemoroso’, y encantaron, deteniéndola un punto su corriente para que la rizase de galanas espumas la lírica voz de Garcilaso, poeta de España y soldado del Emperador”…

…”Señoras y señores que me regaláis ahora con la merced de vuestra atención, al igual que antes me hicisteis el honor de vuestro aplauso, tan generosa como temerariamente anticipado…Dios os guarde en esta mañana ardiente de sol estival, sol castizo y duramente español, sol que acaso no sepa fecundar rosas delicadas porque parece arder sólo para conservar intacto y vivo el rescoldo de gloriosas herencias históricas, sol manchego que sabe lo que es honrarse al retostar la faz apergaminada de Alonso Quijano. Dios os guarde, digo, en este día en que al piar vuestra tierra –la ‘Grande villa e bona’ que decía el Rey Sabio en su Carta Puebla-, redimida de una vez para siempre por la mano invencible del Caudillo providencial de España, mi alma y mi corazón se han puesto de rodillas dentro de mi ser para en un recóndito silencio, rendir pleito homenaje a vuestro solar ilustre…”¡Salud!  Sí, no os asustéis al escuchar esta palabra que tantos tristes y sangrientos recuerdos os trae; porque -¡naturalmente!- no tiene en sus dos sílabas, no tiene digo, el eco y rasgo turbio y sangriento con que, en vano, intentaron prostituir su limpia y castiza prosapia castellana labios manchados de odio, cieno y blasfemia. Salud noble y pura, la mía, la de los viejos españoles, la que en vez de contraer y crispar en ademán de amenaza el puno, lo abre y extiende en cinco tallos de luz”.

La ciudad fronteriza en lunas” o “La esencia delgada y vertical” que desplegara y entonara la voz de nácar de José Antonio de Ochaita, la mañana del 15 de agosto de 1939, dan buena prueba de ello. Con un país roto tras la larga Guerra Civil, la mitad de su población huída, muerta, encarcelada o desaparecida. La otra mitad, recuperada la normalidad de la Victoria, aún con las alacenas desprovistas de galguerías, tiene tiempo aún para engalanarse, elegir un terno elegante, guardado durante largos años de prosa, en el ropero de cuerpo y medio y preservado milagrosamente; piropear a las Reinas morenas y Azules, como Joyas de la Cristiandad; y mojarse la punta del bigote, puesto en liza y en moda  por el Falangismo más seductor y cinematográfico, con una combinación de brandy con agua carbonatada. … “¡Salud!  Sí, no os asustéis al escuchar esta palabra que tantos tristes y sangrientos recuerdos os trae; porque -¡naturalmente!- no tiene en sus dos sílabas, no tiene digo, el eco y rasgo turbio y sangriento con que, en vano, intentaron prostituir su limpia y castiza prosapia castellana labios manchados de odio, cieno y blasfemia”.

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2 Comentarios

  1. says: Ramón González Correales

    Te confieso que cuando me mandaste el relato sobre la guerra no me ilusionó demasiado porque estoy muy cansado del tema y, sobre todo, de cómo se está manoseando actualmente. Pero comencé a leer y rápidamente me fue interesando mucho. Contaba cosas que no sabía en absoluto sobre ese final de la guerra en C. Real y la relativa importancia de gente que pasó por aquí, el general Escobar, por ejemplo, y de cómo afectó la decisión del general Casado en la ciudad con ese enfrentamiento en torno al palacio Episcopal, una zona donde jugué mucho de niño y donde parece mentira que la gente se hubiera liado a tiros solo unos pocos años antes, conociéndose de toda la vida probablemente y en medio de una confusión tremenda.

    En una ciudad tan pequeña es también curiosa la persistencia de los edificios y como pasan de unas manos a otras en el transcurso de los acontecimientos, transmutándose ellos mismos también y olvidando lo que han sido antes. Como el Palacio de Medrano, que sigue existiendo actualmente, y en el que tiene su sede la actual Delegación de la Junta de Comunidades, que pasó después de la guerra al Movimiento. Recuerdo ver ensayar allí, en su patio, al grupo de coros y danzas de la Sección Femenina cuando era muy niño. Como recuerdo las referencias de mi madre a la Calle Toledo por donde desfilaban los que iban al frente o los que venían, por donde pasó Franco en 1966 cuando vino a Ciudad Real a inaugurar la antigua Residencia Virgen de Alarcos, por donde yo, años después, iba a hacer la mili al cuartel de artillería que había sido antiguo Hospital de Sangre y ahora es la sede del Rectorado de la Universidad.

    La persistencia azarosa de los escenarios donde se desarrolla la vida y a veces las tragedias.

    http://www.ciudad-real.es/turismo/medrano.php

    http://www.ciudad-real.es/turismo/rectorado.php

  2. says: JOSE RIVERO

    Las dimensiones más habituales de la historiógrafa de la GC han sido casi siempre las ideológicas, publicaciones casi todas que relataban la fractura social de esos años, en el abismo abierto entre el Fascismo y el Comunismo. Y esa es la sobreabundancia de todas las aproximaciones. Frente a esa polarización rotunda me han interesado más las historias militares, a la manera de Juan Benet, que cuestiona enérgicamente la falta de estrategia militar por ambas partes, en la medida en que todo empezó con un golpe africano, a la manera del pronunciamientos del XIX, y sólo hasta noviembre de 1937 no puede hablarse abiertamente de guerra. Y las otras visiones menores de aspectos cotidianos que reflejan más y mejor la contrahistoria, de como se abastecían las poblaciones, cómo era la vida en retaguardia y como se transformaron las vidas y ciudades de todos los españoles. Incluso que Cine se proyectaba en una y otra parte.

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