Cincuenta Años de la ruptura de The Beatles

Cincuenta Años de Soledad … por Oscar Sánchez Vadillo Ayer vi la película Yesterday. O viceversa, como queráis. Es bastante malucha. Hay muchos fallos...

Cincuenta Años de Soledad

por Oscar Sánchez Vadillo

Ayer vi la película Yesterday. O viceversa, como queráis. Es bastante malucha. Hay muchos fallos de guion, inverosimilitudes y encima su recadito final consiste en algo tan poco alentador como que los genios ya murieron, acoge sin reversas tu vida de mediocridad. La película homenajea y celebra a The Beatles como el mejor grupo de la historia de la humanidad, lo cual a mi juicio es algo infantil. Puede ser cierto, ellos fueron sin duda grandísimos, pero a qué adulto puede interesarle hacer rankings. Mis hijos a veces me preguntan cuál es mi favorito de algo, de cierta categoría, y me lo tengo que inventar. Sólo un fanático tiene favoritos absolutos de algo, y aunque es cierto que ser beatlemaniaco es una forma inofensiva de fanatismo, conlleva tener que cargar por la vida con esa posición de defensor a ultranza de algo que no te sirve realmente para nada. ¿Para qué, para que te esculpan el rostro de los “Fab Four” en el ataúd, como un Monte Rushmore chiquitito y privado? Además, en la película insisten en que The Beatles fue una banda pop, y se atreven a situarlos como hermanos mayores de ese moñas de Ed Sheeran. Se olvidan, por ejemplo, de que Paul McCartney compuso Helter Skelter para permitirse gritar en una canción más de lo que lo hubiera hecho nadie en la música popular, ni siquiera el gran Little Richard -que sigue vivo, por cierto- o Screaming Jay Hawkins. El dulce y amable Paul como precursor del punk…

Hay más cosas que no me gustaron, lo siento. El personaje de la jefa de la discográfica milmillonaria es grotesco, el protagonista es un soso y se llega a comparar la marca-Beatles a cosas como Coca Cola o Harry Potter. Sin embargo, la chica de la película es un encanto, y la escena en la que el tipo que reemplaza a Michael Jackson (no a The Beatles, puesto que él era quien se había comprado los derechos…) intenta tocar Let it be a sus padres y es interrumpido constantemente es genial. Esa es una experiencia que hacen mucho los profesores en el aula. Estás poniendo algo sagrado a tus alumnos para que se queden de piedra y les descubras el sentido de la vida, y ellos están jugando al Candy Crush, como la Villalobos, o al Brawl Stars, que es lo que se lleva. Pero en esa escena está contenido todo lo que la película quería decir, es resto es relleno Felling good. Y eso que quería decir es bastante denigrante para la industria musical actual, incluido Ed Sheeran. Se trata de señalar, como digo, que Let it be es sagrada, música religiosa, y The shape of you es sólo una cancioncilla, single profano. Hace unos días se cumplieron los cincuenta años de la separación de la boyband más exitosa de la música pop, y su legado es tan amplio como puro e intocable. Cuando, hace años, escuchaba yo la versión aflamencada de Los Manolos de All my loving me ponía de los nervios, pese a que estaban en su derecho y tenía bastante gracia…

Naturalmente que hay mucho de nostalgia en esto, y también mucha de ignorancia acerca de otros estilos musicales. Pero es que The Beatles fue un prodigio compositivo, cuatro tíos de Liverpool que no tenían ni puta idea en comparación con un estudiante de conservatorio y que se sacaron de la cabeza todo eso tan sólo de machacarse en Hamburgo y de su singular e irrepetible combinación de a cuatro. Si Lennon no hubiese conocido a McCartney, ni Lennon hubiera hecho Stawberry fields ni McCartney Penny Lane. Ninguna de las dos son buenos y clásicos temas de la música popular, como pueden serlo los de Johnny Cash -me encanta Johnny Cash: sus canciones y él-: son dos pedazos de piezas directamente “descargadas” del Mundo de las Ideas de Platón que pueden ser perfectamente orquestadas como si las hubiera concebido Bruckner. Quizá exagere, pero ese efecto de perfección no lo produce ni Bob Dylan. Dylan, The Rolling Stones, The Velvet Underground, Led Zeppelin, hasta Creedence Clearwater Revival, etc., son demasiado buenos para ser ciertos, pero son tan buenos porque son mortales afortunados, no niños mimados de los dioses, como The Beatles. Y lo digo teniendo en cuenta que pongo muchas más veces a aquellos que a estos, pero como mil veces más, porque para los días normales prefiero la música profana y sucia. ¿Cómo puede ser -y esto me lo he preguntado mucho- que hasta George Harrison, que empezó en el grupo siendo un cazo, se impregnase de ese ambiente sobrenatural y fuese capaz con el tiempo de hacer lo que hizo? The Beatles no fue el talento individual de cada uno de ellos, fue esa fusión insólita, como esos juguetes tan horribles en los que cuatro coches se transforman y forman un súper-robot…

El motivo de la separación de esa mina de oro y de creatividad –The Beatles enseguida dejó de ser un grupo de giras de conciertos, eso es lo que fueron los Stones o The Who…-, lo enunció Mister Tyrell a Roy Batty: “la luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo”. Pues eso es todo…

Cincuenta años y los Beatles

por José Rivero Serrano

Celebramos, más algunos que otros que son más de la cuerda Rolling Stones en una batalla que siempre han perdido, los 50 años de la desaparición de los Beatles en 1970. Bueno si llamamos desaparición a algo tan fantástico como despedirse para la posteridad con un pack memorable. “El año 1970 vio seis discos de miembros de los Beatles: los mencionados Let it be y McCartney, dos en solitario de Ringo Starr (Sentimental journey y Beaucoups of blues), uno de John Lennon (John Lennon/Plastic Ono Band) y uno (triple) de George Harrison (All things must pass). En ellos hay material suficientemente bueno como para tumbar la discografía entera de bandas ahora muy consideradas”.

Como mostraba Carlos Marco el pasado 10 de abril en El País. Aunque al mismo tiempo llegaba a contradecirse, al decir: “Ellos oficialmente nunca se disolvieron. No hubo ningún comunicado. Por eso mucha gente durante los setenta esperaba que volviesen a grabar, cuenta por teléfono desde su encierro en su casa londinense el escritor Philip Norman (Londres, 76 años), una de las personas que más sabe de los de Liverpool”. Pero si no hubo disolución del grupo ¿Cómo celebrarlo?

El problema aparente, según Marco, era un choque de intereses no menos aparentes, tal como que: “El conflicto [en] aquel marzo de 1970 era el siguiente. Paul McCartney se proponía editar su primer disco en solitario, McCartney, en abril, con el sello del cuarteto, Apple Records. El escollo: Let It Be estaba programado para salir a la calle en mayo, también con Apple Records. Alguien reparó, no sin razón, en que aquella competencia era absurda. Solución: que Paul posponga su álbum”. “Había algo de mezquino en la relación entre Paul y John. Pero esa competitividad era parte de lo que les hizo ser tan brillantes juntos: retándose para conseguir logros artísticos mayores. El amor les mantuvo unidos mucho tiempo, pero la presión de la fama llegó a un punto que les hizo comportarse de manera lamentable, sobre todo al final”, dice desde su confinamiento en Nueva York el escritor Peter Ames Carlin 

Sólo en apariencia, ya digo, en la medida en que las aguas estaban llegando ya altas. Así: “La relación entre los cuatro era demasiado tóxica en aquellos tiempos. La elaboración de Abbey Road (último álbum grabado por la banda; aunque Let it be se publicó después, se registró con anterioridad) puso al límite la capacidad psicológica de los cuatro. Todos se desahogaron en las canciones. Harrison aprovechó la guerra entre Lennon y McCartney para colocar en Abbey Road dos de sus mejores obras, Something y Here comes the sun; Ringo Starr coló Octopus’ Garden, una metáfora que revelaba lo que sentía con los Beatles (“me gustaría estar debajo del agua”) y Paul McCartney dedicaba You never give me your Money (nunca me das tu dinero) a su bestia negra, Allen Klein”.

Y ese sería otro factor de disolución anticipada del grupo, los toques y retoques del quinto Beatle, como si el número cuatro fuera siempre un factor de desequilibrio inestable. En la medida en que hay quien –más allá de los primeros desaparecidos, Stuart Stucliffe y Pete Best, que fueron parte de la formación inicial del grupo, que fue primero los Quarrymen y luego Silver Beatles– establece que hubo siempre la necesidad del Quinto Beatle: primero Brian Epstein, luego George Martin y finalmente Allan Klein, que en gran medida sortearon la carrera del grupo en la década corta, como veremos, pero tan llena de piezas inolvidables. Los malvados hablan del Quinto Beatle incluso, con las personas de Linda Eastman y luego con Yoko Ono.

Jordi Serra Fabra, dice en su obra 1962/72 Historia de la música pop (de Los Beatles a hoy) que todo comienza tal día como el 5 de octubre de 1962 y por esa lógica determinista terminaría el 9 de abril de 1970. Quedando dos años sueltos y dispuestos para la rememoración, de lo que algunos llaman ya, siguiendo a Pedro Sempere y a Alberto Corazón, como La década prodigiosa. Con un intermedio hispano, como fuera el 2 de junio de 1965 y la actuación de los Beatles en Las Ventas. Que por cierto sobraron entradas.

Marcelo Covián y Robert A. Rosenstone en su trabajo Los cantos de la conmoción. Veinte años de rock (1974), fijan la centralidad de los Beatles. “Las letras de los Beatles se deben fundamentalmente a Paul McCartney y John Lenon. Ellos son los responsables de una de las obras de letras-rock más variadas ricas y novedosas”. De igual forma que José Ramón Pardo en su trabajo La música pop. Grandes corrientes, 1955-1981, establece las tres olas del pop. “Las que van del rock and roll de los cincuenta, al beat británico de los sesenta y, finalmente el disco sound de los setenta”. Y ya saben cuál es el factor central, el del beat británico.

Si Nick Cohn en su A Wopbopaloobop Alopbamboom (Una historia de la música pop, 1973) dice: “¿Qué puedo decir de ellos que no esté dicho?”, imaginarán lo que podemos decir a estas alturas cuando, tontamente, recordamos el día que se separaron. Lo demás, lo que vino después sólo son especulaciones hasta que diez años después, el 9 de diciembre de 1980 David Chapman engatilla y dispara sobre John Lenon y cierra un proceso irreversible. Tan irreversible que por raro que parezca hoy, el diario El País le dedicó el editorial del 10 de diciembre de 1980 a la muerte del primer Beatle desaparecido. Hoy o ayer, si no fuera por el COVID-19, le tendrían que haber dedicado el segundo editorial desde el precipicio de los cincuenta años transcurridos.

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