Luís Marín de Terán (Madrid, 1936-Sevilla, 2021) supuso de hecho, un factor de enlace entre Madrid y Sevilla –en cuya escuela de Arquitectura, recién creada en 1960, recaló con cometidos diversos en los primeros años de esa década–, y supuso también, una relación entre grupos generacionales diversos sobre los posteriores años setenta, en un desempeño si no magistral, si al menos argumental y propositivo. Aunque su llegada a Sevilla estuvo dictada más por motivos profesionales que por motivos docentes, justo es reconocer su incorporación –poco entusiasta y algo escéptica– a la docencia de la escuela de Arquitectura. Esa es la afirmación de Juan Luis Trillo en su trabajo del cincuenta aniversario de la creación de la Escuela, De memoria. Orígenes de la escuela de Arquitectura de Sevilla (Sevilla, 2010). “Luís Marín ‘El pipa’, unía a la capacidad profesional de otros profesores una particular e intuitiva manera de comunicarse con los alumnos a través de analogías y metáforas. Aunque en esa época no pudiéramos hablar de profesionales de la docencia, fue con diferencia el profesor de Proyectos que más interesó a los estudiantes aquellos años…Su posición inestable frente a la escuela como institución le llevó a aparecer y desaparecer constantemente y a cambiar de asignatura en cada nueva presencia”. Por eso pululó por esa campo que se mueve entre los Proyectos, la Composición y la Estética, sin desmerecer de algún apunte historiográfico. Su apariencia ya era un indicio de ese carácter cambiante y tormentoso, pero no indeciso como pudiera sospecharse. Larga melena –pese a la calvicie frontal– para esos años pacatos, pipa humeante, bolsa de cuero en el costado, verbo castellano y lleno de retóricas afirmaciones y de elementos paradójicos, componían lo que se podía denominar como todo un personaje. Un personaje que en eso años dedicaba una clase a hablar de la revista francesa de los años veinte, L’ Architecture Vivante de Jean Badovici, en donde se había publicado la casa E-1027, en Cap Martín.
Luís Marín contaba a su favor –además de su formación y su información adelantada, con buenas relaciones con su promoción– con una trayectoria profesional de proyecto y construcción, frente al profesorado reclutado de manera apresurada, recién salido de las aulas y ayuno de esa experiencia. Y eso es lo que quiere señara Trillo en su texto anterior: Las clases de El pipa, no te dejaban indiferente e introducían elementos de novedad que contrastaban con la monotonía circundante. Comienza a colaborar con Rafael Arévalo, lo que le lleva a foguearse con temas de vivienda social, en la medida en que Arévalo ejerce en Sevilla como uno de los arquitectos de la Obra Sindical del Hogar y Arquitectura. Con él colabora en grupos importantes como el de Juan XXIII en el barrio de Amate. Con posterioridad y antes de llegar a constituir, junto Aurelio del Pozo y Enrique Haro, el estudio de la sevillana calle Salado, había realizado en solitario diferentes piezas en la Plaza de la Magdalena y en la calle Felipe II, con lenguajes bien diferenciados.
Los años del Salado van a significar un salto cualitativo en una producción que bebe de las corrientes del Posmodernismo, de Robert Venturi y su Complejidad y contradicción en la arquitectura, y de las influencias Aldo Rossi –La arquitectura de la ciudad, libro también de 1966 como el Venturi– y la Tendencia que tan evidentes fueron en Sevilla. Junto a ese carácter de captura de las influencias formales e ideológicas del momento, se notaría en el trabajo de Marín, el rejuvenecimiento que imprimirían sus nuevos colaboradores. De ese momento son las actuaciones de Chipiona (1970), el Estudio Duclos (1975) o las viviendas en Pagés del Corro, en Sevilla (1978). La salida de Haro del grupo lleva a cierta refundación –ya en la calle Tomás de Ybarra– con del Pozo y Enrique Yanes–. Con los que realiza las viviendas sociales de la barriada de La Corza (1981) su gran obra final, como fuera el Teatro de la Maestranza (1989-1992).
El carácter de Marín como heraldo sevillano, es bien visible con su incorporación en la revista barcelonesa Arquitectura bis. Tenía relaciones con Correa y sobre todo con Moneo, compañero de promoción. Donde llega a publicar dos textos –tan significativos como antitéticos–. El primero de ellos, Sevilla: algunas notas sobre el casco antiguo (número 3, 1975); y el segundo, el sorprendente texto, La visita de la vieja dama: Eileen Grey (número 16, 1976). En 1980, Luís Marín publica dentro de la colección de Biblioteca de temas sevillanos, el número 1, con Sevilla: centro urbano y barriadas. El número de AV, dedicado al Sur (1985) cuenta igualmente con otro texto de Marín, Algunas notas La arquitectura sevillana actual. Ya en 1986, junto a Aurelio del Pozo, publica Los pavimentos: un fragmento de la historia urbana de Sevilla.
Luís no sólo fue un buen arquitecto, un conversador ameno y un docente ejemplar, sino que fue un dotado dibujante, como mostró en la colectiva de la galería Fúcares de 1986, Arquitectura ibérica actual. La última vez que estuvimos en contacto fue en marzo de 2004, en unas jornadas sobre intervención de la ciudad. Donde más allá de otras cuestiones, no puedo olvidar el problema suscitado para el regreso a Sevilla de Luís Marín, tras el atentado de Atocha.