En este artículo, Paul Graham da su explicación del origen del wokismo y la mejor forma de enfrentarnos a él, que sería tratarlo como si fuera una religión. Su enfoque no es una visión teórica profunda y sesuda del wokismo como podemos encontrar en algunos libros que han abordado el tema sino una visión más “a pie de calle”, por así decir, desde su experiencia, cómo lo ha ido viviendo él en estas décadas. Va contando el paso de lo políticamente correcto a la cultura de la cancelación y al wokismo. Voy a extraer y comentar la parte donde dice cómo podemos combatir el wokismo porque me parece crucial y absolutamente necesario intentar entender este tema para el buen funcionamiento de nuestras sociedades. En su opinion, ha habido dos olas de wokismo y ahora está en retirada pero podría resucitar y volver de nuevo.
Pero para comprender mejor lo que nos va a decir luego es necesario entender lo que es un “prig” y su definición de wokismo:
“La palabra «mojigato/puritano» (prig) no es muy común ahora, pero si buscas la definición, te sonará. La de Google no está mal: Persona moralista que se comporta como si fuera superior a los demás. Esta acepción de la palabra se originó en el siglo XVIII, y su antigüedad es una pista importante: demuestra que, aunque el wokismo es un fenómeno comparativamente reciente, es un ejemplo de otro mucho más antiguo. Hay un cierto tipo de persona que se siente atraída por un tipo de pureza moral superficial y exigente, y que demuestra su pureza atacando a cualquiera que rompa las reglas. En todas las sociedades hay gente así. Lo único que cambia son las reglas que imponen. En la Inglaterra victoriana era la virtud cristiana. En la Rusia de Stalin era el marxismo-leninismo ortodoxo. Para los woke, es la justicia social.”
En cuanto a lo que es el wokismo:
“El wokismo es una segunda ola, más agresiva, de corrección política, que comenzó a finales de la década de 1980, se calmó a finales de la década de 1990, y luego regresó con una venganza a principios de la década de 2010, alcanzando finalmente su punto máximo después de los disturbios de 2020… A menudo me han pedido que defina tanto el wokismo como la corrección política personas que piensan que son etiquetas sin sentido, así que lo haré. Ambas tienen la misma definición: Un enfoque agresivamente performativo de la justicia social. En otras palabras, es la gente siendo puritana sobre la justicia social. Y ése es el verdadero problema: la performatividad, no la justicia social.”

Bien, sabiendo lo que él entiende por puritano y por wokismo vamos a ver su propuesta de manejo del wokismo, cuál es la forma en la que podemos enfrentarnos a él si resucita una tercera vez (suponiendo que ahora esté realmente desapareciendo):
“¿Cómo evitar un tercer brote? Al fin y al cabo, parecía haber muerto una vez, pero volvió peor que nunca. De hecho, hay un objetivo aún más ambicioso: ¿hay alguna forma de prevenir cualquier brote similar de moralismo agresivamente performativo en el futuro, no sólo un tercer brote de corrección política, sino el siguiente? Porque habrá un próximo brote. Los mojigatos son mojigatos por naturaleza. Necesitan reglas que obedecer y hacer cumplir, y ahora que Darwin les ha cortado el suministro tradicional de reglas, están constantemente hambrientos de otras nuevas. Todo lo que necesitan es que alguien se ponga de su lado y defina una nueva forma de ser moralmente puro, y volveremos a ver el mismo fenómeno.
Empecemos por el problema más fácil. ¿Existe una forma sencilla y basada en principios de tratar el wokismo? Creo que sí: utilizar las costumbres que ya tenemos para tratar la religión. El wokismo es, de hecho, una religión, sólo que con Dios sustituido por clases protegidas. Ni siquiera es la primera religión de este tipo; el marxismo tenía una forma similar, con Dios sustituido por las masas. Y ya tenemos costumbres bien establecidas para tratar la religión dentro de las organizaciones. Puedes expresar tu propia identidad religiosa y explicar tus creencias, pero no puedes llamar infieles a tus compañeros si no están de acuerdo, ni intentar prohibirles que digan cosas que contradigan sus doctrinas, ni insistir en que la organización adopte la tuya como religión oficial.
Si no estamos seguros de qué hacer con una manifestación concreta del wokismo, imaginemos que se trata de otra religión, como el cristianismo. ¿Deberíamos tener personas en las organizaciones cuyo trabajo consistiera en hacer cumplir la ortodoxia wokista? No, porque no tendríamos personas cuyo trabajo fuera hacer cumplir la ortodoxia cristiana. ¿Deberíamos censurar a escritores o científicos cuyo trabajo contradiga las doctrinas woke? No, porque no haríamos lo mismo con las personas cuyo trabajo contradice las enseñanzas cristianas. ¿Debería exigirse a los candidatos a un puesto de trabajo que escribieran declaraciones DEI? Por supuesto que no; imagínese a un empleador exigiendo pruebas de las creencias religiosas de uno. ¿Deberían los estudiantes y empleados participar en sesiones de adoctrinamiento en las que se les exigiera responder a preguntas sobre sus creencias para garantizar su cumplimiento? No, porque no se nos ocurriría catequizar a la gente sobre su religión.

Uno no debería sentirse mal por no querer ver películas woke como tampoco se sentiría mal por no querer escuchar rock cristiano… Si tenemos un auténtico pluralismo, creo que estaremos a salvo de futuros brotes de intolerancia woke. El wokismo en sí no desaparecerá. En un futuro previsible seguirá habiendo focos de fanáticos del wokismo que inventen nuevas modas morales. La clave es no dejar que traten sus modas como normativas. Pueden cambiar lo que sus correligionarios pueden decir cada pocos meses si quieren, pero no se les debe permitir que cambien lo que nosotros podemos decir.
El problema más general -cómo prevenir brotes similares de moralismo agresivamente performativo- es, por supuesto, más difícil. Nos enfrentamos a la naturaleza humana. Siempre habrá mojigatos. Y, en particular, siempre habrá entre ellos los ejecutores, los de mentalidad agresivamente convencional. Esas personas nacen así. Todas las sociedades las tienen. Así que lo mejor que podemos hacer es mantenerlos a raya.
Las personas de mentalidad agresivamente convencional no siempre están alborotadas. Por lo general, se limitan a imponer las normas que tienen más a mano. Sólo se vuelven peligrosos cuando una nueva ideología hace que muchos de ellos apunten en la misma dirección a la vez. Eso es lo que ocurrió durante la Revolución Cultural y, en menor medida (gracias a Dios), en las dos oleadas de corrección política que hemos experimentado.
No podemos deshacernos de las personas de mentalidad agresivamente convencional. Y aunque quisiéramos, no podríamos impedir que la gente creara nuevas ideologías que les atrajeran. Así que si queremos mantenerlos encerrados, tenemos que hacerlo un paso más abajo. Afortunadamente, cuando las personas convencionalmente agresivas hacen estragos, siempre hacen algo que les delata: definen nuevas herejías por las que castigar a la gente. Así que la mejor manera de protegernos de futuros brotes de cosas como El wokismo es tener poderosos anticuerpos contra el concepto de herejía.
Deberíamos tener un sesgo consciente contra la definición de nuevas formas de herejía. Siempre que alguien intente prohibirnos decir algo que antes podíamos decir, nuestra suposición inicial debería ser que está equivocado. Sólo nuestra suposición inicial, por supuesto. Si pueden demostrar que debemos dejar de decirlo, entonces debemos hacerlo. Pero la carga de la prueba recae sobre ellos. En las democracias progresistas, las personas que intentan impedir que se diga algo suelen alegar que no sólo están censurando, sino que intentan evitar algún tipo de «daño». Y puede que tengan razón. Pero, una vez más, la carga de la prueba recae sobre ellos. No basta con alegar daño, hay que demostrarlo.
Mientras los agresivamente convencionales sigan delatándose prohibiendo las herejías, siempre podremos darnos cuenta cuando se alineen tras alguna nueva ideología. Y si siempre contraatacamos en ese momento, con un poco de suerte podremos pararles los pies.”

Bien. En líneas generales estoy absolutamente de acuerdo con todo el planteamiento de Graham. En mi libro propongo que lo que hay que hacer es sacar la moralidad de la vida pública igual que se sacó la religión:
“En el ámbito político, la idea esencial sería sacar la moralidad de la vida pública todo lo que podamos, dejarla para el ámbito de lo privado. Es decir, justo lo contrario de lo que estamos haciendo, que es moralizar todas las diferencias políticas y plantearlas en términos de «buenos» y «malos». Igual que se sacó a las religiones de la vida pública tras las guerras religiosas en Europa, tenemos que intentar hacer lo mismo con la moralidad y con las ideologías políticas y de todo tipo que tienen un elevado contenido moral y que se han convertido, de hecho, en sustitutos de la religión, como hemos visto que ocurre con el movimiento por la Justicia Social Crítica. Debemos intentar no formular las diferencias y los conflictos en términos morales y buscar a toda costa el modo de formularlas de otra manera. El objetivo es no convertir conflictos de intereses en conflictos del «bien» contra el «mal».”
Pero no es una tarea nada fácil y el propio Graham se da cuenta cuando dice que es ir contra la naturaleza humana. Pero no sólo por parte de los emisores morales (los puritanos, o prigs, como dice él) sino de los receptores también. ¿Por qué? Porque los seres humanos tenemos dentro de nosotros la necesidad de sentir que somos morales, que somos buenas personas, y de transmitir eso a los demás. Es decir, hay un mercado para los puritanos, hay gente esperándolos. De hecho, necesitamos guías morales. Dice Graham de pasada en un pasaje de su artículo:
“Los estudiantes seguían hambrientos de cosas en las que ser moralmente puros.”
Es decir, que se junta el hambre con las ganas de comer. Tenemos la necesidad de sentirnos morales y tenemos personas que tienen la necesidad de decirnos cómo podemos serlo. Los puritanos o mojigatos están tocando una tecla de nuestra naturaleza humana y por eso nos va a resultar muy difícil crear anticuerpos contra las nuevas herejías que nos vayan llegando. Nadie quiere ser el malo de la película. Las nuevas herejías llegarán con nuevos “pecados” como ahora tenemos los de “machista”, “transfobo” u otros. Esas etiquetas son como clavos que crucifican al hereje a la cruz. Nadie quiere ser declarado hereje y malvado y estaremos dispuestos a evitarlo. El que consigue la superioridad moral gana, impone su narración, porque nadie puede ir contra él una vez conseguido ese blindaje moral. En el momento en que una masa suficiente de gente empiece a aplicar esas etiquetas y a imponer su narración se convertirán en “Los Nuevos Elegidos” y el que se quede fuera esta perdido. Es como un juego de la silla moral. Y es un juego al que es difícil no jugar. Lo queramos o no, nadie puede mantenerse al margen del juego de la moral.
Es brillante también la forma en que concluye su artículo:
“El número de verdades que no podemos decir no debería aumentar. Si lo hace, algo va mal.”
-El darwinismo puro tal como lo concibe este señor hace mucho que no existe, y ni siquiera existía en el propio Darwin, es un apaño de Spencer y Galton. ¿Acaso el anti-wokismo defiende que en plano social tenga lugar también la inmisericorde lucha por la vida de las novelas de Jack London? Y en tal caso… ¿por qué, les repugna la civilización?
-Claro que eso que denominan despreciativamente “wokismo” es una religión, ¿qué, si no? En la Revolución Francesa se entronizo a la diosa Razón, y August Compte promovió la construcción de templos donde se venerase a la Humanidad en su conjunto. ¿Acaso el anti-wokismo prefiere la irracionalidad y propone que no exista concepto global de humanidad porque ciertos grupos humanos son menos humanos que otros? No entiendo.
-Aristóteles decía que ciertas virtudes no tienen merma ni incremento. Por ejemplo la honestidad. No hay exceso vicioso para la honestidad, cuánto más mejor. ¿Acaso los anti-wokistas están sugiriendo que los humanos no deben pasarse de buenos, o de cariñosos, o de cooperativos, o…? ¿El antiwokista cuando se compra un coche lo machaca un poco para que no parezca nuevo y flamante? ¿Somos mejores siendo peores? ¿El propósito de la verdadera moral es la Ley de la Selva? Confieso que me vuela la cabeza…