Indignado

Apagón en el metro. 29/04/2025

Me produce indignación la consideración que tiene del ciudadano el político de hoy, una consideración cruel que le lleva a actuar como un pastor de ganado. Cada una de las reses [nosotros] está determinada por un pasado, por un presente y por un egoísmo [podría haberlo llamado futuro, pero cuadra mucho mejor el término “egoísmo”], y el político sintetiza y aúna corrientes de opinión que rocen [arañen] de una forma común al rebaño que pastorea. Así, trabaja con ideas simples [absolutamente contradictoras con el complejo armatoste que es la sociedad], con agresiones directas, con proposiciones maniqueas y con símbolos reconocibles y muy marcados [banderas comunes, himnos, lazos…]. Tal rol de simplezas, que por sí solas producen sonrisa lánguida, encierran una terrible realidad de perversión y mentira que es capaz de enfrentar a familias, amigos y compañeros de trabajo.

A ello [a esta perversión] se une la poca o nula capacidad que viene siendo norma en las últimas camadas de hombres públicos: tipos mediocres que jamás han vibrado en la cuerda de la producción, sino que han hecho carrera del favor y la prebenda, del saqueo y de la comisión, del pisar al cercano para ocupar un puesto de poder… Tipos de los conocemos con detalle su ascenso patrimonial, sus inversiones magras, su bolsillo lleno, sus fraudes… Todo ganado [robado] en política… Pero cegados por sus simplezas y por sus zafios discursos dejamos en el oscuro olvido todas las faltas y los hurtos sociales que adornan sus currículos.

Parece mentira que para medio país un autentico sinvergüenza con una bandera en la mano deje de serlo, un ladrón a manos llenas fingiendo emoción ante el sonido de un himno deje de serlo, un auténtico tonto de baba con un lazo en el pecho deje de serlo.

¿Democracia? …

Me encantaría conocer los mecanismos que llevan a colocar esa simplista venda en los ojos de tanta gente a la vez.

Es preclaro que el alma del sistema, que deberían ser los partidos políticos justo detrás del ciudadano, está podrida desde sus bases [aquí no se salva nadie], pues no se nos niega a ninguno, ya que no se puede negar la mayor, que las elecciones internas en los partidos [tanto para sus ejecutivas como para sus candidaturas] responden a un proceso arbitrario en el que priman promesas [de cargos, sueldos, trabajos, liberaciones, ascensos…] cuando no amenazas. Luego todo se viste de votación y consenso, de valor democrático y risas públicas. Se vende al ciudadano la realización de concienzudas comisiones de listas [a veces, la mayoría, los elegidos son juez y parte], de duros debates internos de carácter ideológico [algo que ya no existe porque la ideología se ha extinguido… La han extinguido ellos] y se arbitra, eso sí, un sistema de agresión al contrario basado en la antedicha utilización de símbolos y mensajes llenos de simpleza, presuponiendo la nula capacidad del ciudadano.

Y nosotros, los hombres de la calle, tenemos que jugárnosla por narices a darles el poder para que lo abusen y nos abusen, porque negarse a dárselo es dárselo también.

En tal estado de las cosas, solo nos queda gritarles en público que no somos imbéciles, que no somos ganado, que sabemos exactamente de qué van y lo que buscan, que conocemos sus pagas mensuales, sus turbios negocios, sus crasas jubilaciones… Es cierto que a unos más que a otros, mucho más.

¿Por qué no hacen un gesto para llegarnos mejor? ¿Por qué no renuncian a todo lo que sobrepase los ingresos y posesiones de un ciudadano medio [no de clase media, que esa es otra puñetera historia]? ¿Por qué no arbitran y normalizan que la política no es un trabajo y que de ella no se puede salir rico, alto pensionista ni bien colocado? ¿Por qué no explican lo que se debe hacer y se va a intentar hacer en vez de cómo hacer mejor sangre y daño al de enfrente?
Servir a la sociedad es noble, pero parece que ese tipo de servicio está perdido en algún estrato del Pleistoceno, porque hacer política hoy es sinónimo de servirse de la sociedad [y bien servidos].

¿Qué gana un eurodiputado, un diputado del Congreso, un senador, un representante autonómico, un diputado provincial, un alcalde, un concejal liberado [o pseudoliberado]…? ¿Qué derechos pasivos adquieren con su representación pública? ¿Cuál es el trabajo productivo de cada uno de ellos? ¿Quién paga cuando se equivocan sin querer o queriendo? ¿Cómo se controla su actividad privada [si es que se controla]? ¿Por qué no se les obliga a devolver lo que por valoración exceda a las ganancias estimadas en su periodo de representación pública? ¿Por qué muchos cargos políticos cobran su paga política [con gastos de representación, dietas y kilometraje] y también los correspondientes sueldos de sus trabajos [sean de la Administración Pública o de la empresa privada] si sólo la representación política ya les agota su tiempo “productivo”?

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1 Comentarios

  1. says: Ramón González Correales

    “Lo importante era que los criterios románticos de heroísmo eran una forma de tiranía moral: no había que juzgar a los hombres por su disposición a arriesgar la vida sino por si eran capaces de mantener la sensatez moral y política, cuando los demás la perdían.”

    A menudo, cuando me indigno por lo que creo vislumbrar en la política actual, trato de recordar esta frase de Isaíah Berlin además de algunos otros episodios que he ido conociendo con el tiempo, porque los he vivido o porque los he leído por ahí.
    Es inevitable dejarse arrastrar por un discurso como el que tan bien describes en tu artículo y que tan generalizado es ya, desde hace décadas en la ciudadanía española, aunque luego muchos votemos en las elecciones. La constatación, que hemos visto con nuestros propios ojos, a nuestro alrededor, de que la forma más segura de prosperar ha sido, en las últimas décadas, meterse en las juventudes de cualquier partido o ser un trepa que aplaude a los que están en el poder es realmente desalentadora. Con todas las muchas excepciones, que también las hay, y gracias a las cuales sigue funcionando de forma razonable este país. Pero esa visión también tiene un punto de victimismo y, además, supone que los políticos son muy distintos a nosotros y no una representación de lo que somos actualmente como sociedad, lo cual probablemente sea lo más probable. Porque también es cierto que todo lo que ellos hacen lo realizan también muchos otros, a pequeña escala si pueden, o lo harían a lo grande en una situación de poder similar. Lo que vuelvo a repetir no obvia que haya gente sensata, honesta y competente en todos los estratos de la sociedad.

    Por la edad que tengo, tampoco olvido ese frase que se atribuye a Franco (y de la que Grok no encuentra evidencia) de “no te metas en política” lo que es similar asumir que “todos los políticos son iguales” …de malos. Tampoco olvido lo que he leído en muchos libros de historia sobre los argumentos que siempre han usado los que han tenido tentación totalitaria de cualquier signo cuando han cuestionado la democracia liberal tachándola de burguesa, corrupta, no representativa, o incapaz de solucionar los problemas de la ciudadanía o de abandonar los auténticos valores que debería tener una sociedad “auténticamente justa”. Exactamente lo que ocurrió en la república de Weimar o en la España del 36 o en la Venezuela de Chávez o en tantos ejemplos más, por desgracia. En todos los poderes totalitarismos alcanzados por las armas o por el triunfo en unas elecciones desde las que luego se vacía de contenido el sistema que ha permitido llegar al poder y, desde él se trata de neutralizar, con una ideología de la sospecha y múltiples castigos, a cualquiera que trate cuestionar las decisiones de los “auténticos patriotas” o los “auténticos representantes del pueblo o del planeta entero” que siempre están dispuestos a asaltar el cielo para salvarnos. La historia ha enseñado que todo puede empeorar incluso hasta el Holocausto o el Gulag o sus muchas variantes que en el siglo XX, por desgracia, han existido.

    Pero ¿qué hacer cuando hay un gobierno incompetente, corrupto, manipulador y traidor a tantas cosas que tantos hemos considerado esenciales? ¿Qué hacer cuando parece que las razones no sirven de nada, cuando mucha gente se niega a analizar la realidad y ve la política como un “hincha” del fútbol? ¿Qué hacer cuando expresar una opinión en una cena te hace perder amigos de toda la vida o parece que no sirve de nada argumentar apelando a hechos porque se ha creado toda una filosofía para destruir la sola alusión a ellos y buscar la verdad o, simplemente, defender el pragmatismo que siempre ha sostenido a las sociedades abiertas parece ridículo ante todo un ejército de terraplanistas enajenados?

    Entonces es cuando me consuelo recordando al Popper en Nueva Zelanda, cuando tuvo que huir por pies de los nazis, escribiendo “La sociedad abierta y sus enemigos”, cuando su mundo se derrumbaba y parecía que el Reich iba a durar mil años. Y recuerdo eso de que la democracia liberal es “la màs imperfecta de todos los sistemas con exclusión e todos los demás” y de que es el único sistema que permite no tanto votar a los que preferimos sino expulsar del gobierno a los que han gobernado mal. También el milagro de que la complejidad social funcione en sistemas políticos en que no nos pueda pasar lo que a Navalmi o a las víctimas de la Revolución Cultura. Porque no todos los sistemas políticos son iguales y hay una amplia variedad de grises aunque ninguno sea perfecto.

    Así que siempre concluyo que quizá sigue mereciendo la pena luchar en cada playa, en memoria de los que lucharon en otros tiempos mas turbulentos, para intentar defender lo que también decía Popper:

    “Rechazad la fragmentación del conocimiento, pensad globalmente, no os dejéis sofocar por el crecimiento de las informaciones, rechazad el desencanto de occidente y el pesimismo historico ¡ya que tenéis la suerte de vivir en el siglo XXI (XX decía él). No caigáis víctimas de la nada, ni del terrorismo intelectual, ni de las modas, ni del dinero, ni del poder. ¡Aprended a distinguir siempre lo verdadero de lo falso!”

    Incluso en un mundo donde existe un gobierno como el nuestro que está respondiendo tan estrafalriamente a un apagón ( además de las otras muchas cosas que ha perpretado) o donde un tipo como Steve Bannon dice lo que dice en esta entrevista, en “Le Monde” que pone los pelos de punta: https://archive.ph/yEUon

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