No es sólo tener la historia, el argumento más o menos detallado de lo que va a pasar. El problema es decidir, el orden en que se cuenta, las voces que lo cuentan, lo que se decide no contar aunque se conozca minuciosamente para producir exactamente el efecto de comprensión que se pretende, las emociones justas para suspender al lector en una realidad que por un momento sienta conectada con su vida y “le interese”. Y por tanto no pueda dejar de leer.
En la ficción el lector siempre está a salvo, detrás de un burladero de realidad que lo protege de los dilemas que vislumbra en la ficción. Aunque nunca del todo. A veces una lectura a la que ha llegado su momento puede transformar la experiencia, hacer que se transparenten cosas que se prefería tener escondidas o reconocer posibilidades o mundos que hasta entonces no se habían tenido en cuenta. O entrar en una vía de sentido y causalidad que quizá sólo sea una vía muerta aunque parezca un refugio que nos justifique en ese momento.
Por eso elegir un libro para leer, por ejemplo en un verano, en un acto que tiene riesgos, que requiere un cierto instinto y sabiduría, como elegir un buen vino o una nueva relación de amistad, que depende de un sensible mecanismo de ánimo que es muy cambiante y frágil. Por eso los buenos lectores llenan la maleta de libros que no saben si leerán o, ahora, disfrutan tanto llevando en el libro electrónico o en la tableta una biblioteca entera. La gran ventaja de los tiempos modernos es que el lector solitario puede elegir junto al vino o la tapa adecuada la lectura más apetecible, mientras mira el mar y siente que la vida es perfecta.
‘Sobre la trama’
“El placer de escribir puede ser consecuencia de la libertad de crear una trama particular amueblada a la manera del que la teje. Por lo tanto, “tramar” es ejercer la libertad de instaurar un mundo en el que la organización de los hechos marque el destino de los personajes y permita al narrador manejar la información a su antojo para destacar unos datos y ocultar otros, para provocar ciertos efectos, para denunciar, desenmascarar, emocionar, y cada relato (novela o cuento) responde a esa intención. A diferencia de la narración oral, en la que es necesario respetar el orden causal y cronológico, en la escritura uno avanza y retrocede con naturalidad.”
Silvia Adela Kohan. “La trama del cuento y la novela”. Alba Editorial, 2007
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‘La trama’
“Para que su horror sea perfecto, César, acosado al pie de la estatua por lo impacientes puñales de sus amigos, descubre entre las caras y los aceros la de Marco Bruto, su protegido, acaso su hijo, y ya no se defiende y exclama: ¡Tú también, hijo mío! Shakespeare y Quevedo recogen el patético grito.
Al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías; diecinueve siglos después, en el sur de la provincia de Buenos Aires, un gaucho es agredido por otros gauchos y, al caer, reconoce a un ahijado suyo y le dice con mansa reconvención y lenta sorpresa (estas palabras hay que oírlas, no leerlas): ¡Pero, che! Lo matan y no sabe que muere para que se repita una escena”.
Jorge Luis Borges . “El Hacedor”
*La pintura que acompaña el texto es ‘Cecilia’, de John William Waterhouse (1849-1917)