Los seres humanos tenemos una gran tendencia para deslizarnos hacia el tremendismo, para generalizar en exceso, para tolerar mal la frustración, para sacar inferencias arbitrarias, para sentirnos profundamente influidos por algo doloroso que nos ocurrió hace mucho tiempo y que se constituye en una profecía autocumplidora que puede determinar nuestra vida sólo porque actualizamos cada día pensamientos no del todo verdaderos.
La incertidumbre de la vida nos ha construido cuerpos tendentes a la zozobra, a sentirnos inundados por el miedo que puede paralizarnos o trasmutarse en huidas hacia delante tan ciegas y peligrosas como cabalgar en un caballo desbocado. A nivel colectivo la ansiedad construye sesgos de percepción que sólo permiten ver el mundo por el ojo de una cerradura muy estrecho lo que es un caldo de cultivo para los que pretenden alimentar relatos demasiado simplistas y manipular la realidad en su propio beneficio sectario.
Leer los periódicos cada mañana es internarse en una selva procelosa donde parece que en cualquier momento puede devorarnos un tigre que puede acabar con todas las ilusiones y desgarrar toda la memoria. Sin embargo el sol de otoño de estos tiempos acaricia a gente que hace razonablemente bien su trabajo, que negocia con más o menos dificultad con su familia, que aprende de sus errores, que es capaz de reír y sobreponerse a desgracias muy oscuras, que vive cada día con una cierta dignidad e imperfección, con un pragmatismo inteligente y una razonable esperanza a pesar de todos los pesares.
Este país no sólo es el estereotipo que refleja el niño Nicolás, ni los políticos arribistas y estúpidos, ni los charlatanes de toda lid que vomitan cada día palabras ardiendo de sectarismo y mentira. Aunque tengan algo que ver con nosotros porque representan máscaras no del todo ajenas o porque los hemos dejado emerger a nuestro alrededor (a ellos o a su cultura) sin cerrarles el paso con la suficiente determinación o corriendo algunos riesgos.
Como dice Albert Ellis, en lo personal, podemos reflexionar, analizar las ideas que sustentan nuestras conductas, los errores que vamos a procurar no volver a cometer. Podemos modificar cosas concretas con un planteamiento constructivo e inteligente, podemos intentar cambiar sin ser demasiado auto destructivos …
Y como dice David S Landes en lo social podemos elegir ser inteligentemente optimistas y optar por la acción racional abierta al cambio…
“En vez de interpretarle al cliente la causalidad histórica de sus perturbaciones actuales , el terapeuta racional le demuestra que él lleva sus propias riendas ideológicas, que él se produjo estas respuestas originales inapropiadas al fracaso y a la frustración y que él continúa respondiendo destructivamente en la forma que eligió actuar así hace muchos años. El terapeuta reconoce plenamente que la herencia biológica del cliente, y su condicionamiento sociológico facilitan ciertos hábitos trastornados de conducta y algunas formas de auto sabotaje vital. Pero le demuestra que esa dificultad no significa imposibilidad, que puede cambiar con suficiente trabajo y práctica por su parte y que sería mejor que se esforzara en actuar así si quiere vivir con un mínimo de ansiedad y hostilidad.
En otras palabras el terapeuta racional interpreta al cliente la duplicidad esencial de aspectos que subyacen en su conducta pasada, presente y futura. Le demuestra cómo, por una parte, esta biosocialmente predispuesto a dejarse hundir en senderos neuróticos y cómo, por la otra, posee una facultad llamada razón y una excepcional capacidad, el auto impulso del esfuerzo y la práctica, que puede utilizar para superar en gran medida su supersugestibilidad, su hedonismo de corto plazo, y su forma rígida de pensar. Interpreta al cliente no sólo como se metió en la situación en que se encuentra sino también el tipo de ideas irracionales con las que continúa adoctrinándose para seguir así y cómo puede analizar lógicamente, rebatir reflexivamente y arrancar de raíz ciertas creencias. “
ALBERT ELLIS . “Manual de terapia racional emotiva”
“En este mundo, los optimistas se llevan el gato al agua, no porque siempre tengan razón, sino porque son positivos. Incluso cuando están equivocados son positivos, y esa es la senda que conduce a la acción, a su enmienda su mejoría y al éxito. El optimismo educado y despierto recompensa;el pesimismo sólo puede ofrecer el triste consuelo de tener razón.
La gran lección que puede sacarse de lo dicho es que es necesario no cejar en el empeño. Los milagros no existen. La perfección es inalcanzable. No hay milenarismos. Ni Apocalipsis. Hay que cultivar una fe escéptica, evitar los dogmas, saber escuchar y mirar, tratar de despejar y mirar los fines para poder escoger los medios.”
DAVID S. LANDES. “Riqueza y pobreza de las naciones”
Las fotografías son de Denis Darzacq