“¿Y sigue dibujando?
Juan Benet era el que dibujaba muy bien. Tiene un dibujo de la curva de un río… Lo tengo por ahí, no sé bien dónde está. Juan Benet era un buen escritor. Muy listo.
¿Qué otros escritores recuerda?
Benet era muy bueno, y era amigo. Y Aldecoa, que era de mi tertulia. Cómo no le voy a apreciar”.
Manuel Llorente, entrevista a Rafael Sánchez Ferlosio, El Mundo, 3 diciembre 2017
Viene a cuento la doble referencia al Benet dibujante y al Benet escritor, por parte de Rafael Sánchez Ferlosio, nacido como Benet en 1927, y justo cuando se cumplen 50 años de la aparición de su novela Volverás a Región por su doble campo expuesto: el narrado y el dibujado. Circunstancia que daba tanto salida a su universo literario como a un fenomenal reto, cuál era el de la representación gráfica, como veremos más tarde, del universo narrativo paralelo ideado por el ingeniero.
Esta coincidencia de la aparición de la novela inaugural Volverás a Región con la finalización de la presa del Porma, en León, ha dado lugar en 2017 a una doble exposición, en el MUSAC y en Cerezales del Condado. Donde la Región literaria da pie y argumento para una indagación sobre las “políticas hidráulicas y su impacto en el territorio”. Es decir la plasmación literaria sirve como pretexto para hablar de este mundo de políticas y gestores varios. Casi en la clave desplegada por Juan Benet en su trabajo de recopilación de textos técnicos, realizado en 2009 por el COICCP de Murcia, Si yo fuera presidente. La hidráulica como solución a las necesidades hídricas. Un nombre que retoma el del programa homónimo de Fernando García Tola en TVE, Si yo fuera presidente. Por eso el libro se abre con la aseveración de Benet. “Si yo fuera presidente del Gobierno, mi ejercicio se señalaría por el intento, coronado por el éxito, de corregir mediante la hidráulica el desequilibrio hídrico español de una vez y para varias generaciones”. Dando cuenta en el perfil de Benet, no sólo sus afanes literarios, sino los regeneracionistas emanados desde la Hidráulica y que componen otro apartado constante de sus escritos, como muestra el trabajo El agua en España. Breve noticia sobre los ríos españolees de 1986.
Quiere además la coincidencia, otra más, que en la Biblioteca Nacional en la exposición Cartografías de lo desconocido, se nos muestre el detalle del Plano de Región, junto a otras cartografías improbables, imaginarias o inventadas, pero de naturaleza diversa al territorio dibujado por Benet como espejo de su escritura. Territorio dibujado cuyo conocimiento público data de 1983, pero que muy seguramente, sus matrices y preparativos son bien anteriores a esa fecha, en que con la publicación del memorial de guerra, Herrumbrosas lanzas. Libros I-VI, nos hizo partícipe del soporte espacial en el que había venido trabajando y que componía la contraparte espacial de la temporalidad de sus novelas y relatos.
Dejando ver, los acontecimientos leoneses de días pasados de diciembre de 2017 en torno a la presa del Porma, que tal vez la influencia hoy de Benet, en el territorio, en la sociedad y en los medios culturales, radique más en sus obras de ingeniería que en su vertiente de creador literario. Cosa que, de ser cierta, no desagradaría del todo a un Benet, que se tenía antes como ingeniero que como escritor; ocupando la literatura un segundo plano en sus quehaceres y que desarrollaba de forma amateur y nunca con tono profesional.
Y esa es, por otra parte, la afirmación de Julio Llamazares en su texto Región (El País, 2 diciembre 2017), que comienza con una introducción del mismo Juan Benet, en su obra Prosas civiles de 1994, donde da cuenta de la importancia de esos años leoneses en su formación como ingeniero y, sobre todo, en la escritura definitiva de esa novela que le persigue y que atiende, después de algún intento por denominarla El guarda, por el definitivo título de Volverás a Región; cuya historia editorial no se entiende sin la mano larga de Dionisio Ridruejo y su influencia en la editorial Destino de Vergés y que aparece firmada entre el Pantano del Porma y Madrid, y entre los años 1962 y 1964. Un texto el de Volverás a Región que junto a la pieza de Luís Martín Santos Tiempo de silencio (1962), suponen un antes y un después en el desarrollo de la literatura española del siglo XX, y particularmente en la fractura del eco del social-realismo, que había llenando la vida y la actividad literaria de la posguerra española.
Hay que hacer constar que aunque la aparición de Volverás a Región se produjo en diciembre de 1967, su escritura por lo contado y sabido se remonta a largos años atrás. Incluso es posible que se solapara con la escritura de otro texto de hechuras diferentes y no sé si complementaria, como fuera La inspiración y el estilo (LIE), cuya redacción se extiende entre los años de 1963 y de 1966; años de andanzas norteñas y de mixtura entre la ingeniería y la literatura. Trabajo éste de La inspiración y el estilo que rinde un velado homenaje al Baroja de La inspiración y el estilo, y del que daría cuenta detallada tanto en su primerizo texto Baroja y la disgregación de la novela (1954), como en la extraordinaria pieza Barojiana, que aparecería en el no menos extraordinario trabajo Otoño en Madrid hacia 1950 (1987); cuya lectura quería Javier Marías que fuera obligatoria en los estudios comunes de bachillerato.
La inspiración y el estilo pese a la precocidad de su escritura (Benet contaba con 39 años en la fecha de su publicación), tiene tanto un raro carácter liminar y seminal en toda la escritura posterior de Benet, como un carácter declarativo de su visión de buena parte de la literatura española, a la que sitúa en el capítulo IV como en La entrada en la taberna. Y esa solemnidad propia de sus afanes declarados es lo que llama la atención en La inspiración y el estilo. Y así he podido anotar yo mismo, en el trabajo Juan Benet: proyecto y cartografía (Cuadernos hispanoamericanos, 2004): “Esta misma idea, la del proyecto anticipador, es la que expresaba Conte en su recensión de LIE (1999). ‘LIE, por su parte, nos muestra cómo hizo lo que hizo, pues fue el primer auténtico manifiesto que Benet nos otorgó sobre su proyecto narrativo’. También en la entrevista que Gunnar Nilsson realizara a Sarrión se plantea ese valor anticipado de LIE: ‘Lo dice ya en LIE. Es impresionante la capacidad que tenía el joven Juan de definir qué no quería hacer y más o menos qué iba a hacer en términos de aventura literaria’. Alguien que se aviene a hacer algo y nos avisa de su propósito y sus intenciones no deja de sorprendernos hoy, cuando justamente todo ocurre al contrario. Se justifican las obras a posteriori y se acomodan sus hechuras al paso del tiempo”.
Ese esfuerzo por levantar un universo literario propio, que hizo que Juan Benet fuera una referencia literaria ineludible e inevitable en los años setenta y ochenta, se ve hoy, en palabras de Llamazares, postergado y diluido, cuando dice ver a Benet como “un escritor semiolvidado”. Y esta es una de las características más nítidas y destacadas del mundo literario de Benet: que ha sido presa del olvido y de cierto abandono. Por ello la disparidad constatable entre el esfuerzo literario realizado por el escritor y el escaso eco recibido por una gran parte de los lectores y por parte de cierta crítica.
Una escritura nada complaciente para el lector y un encasillamiento crítico de Benet como escritor oscuro y difícil, hicieron todo lo demás en ese apartamiento. Como refleja el texto de Álvaro Cortina Benet ¿maestro o tostón? (El Mundo, 16 junio 2010) coincidente con la publicación de su Teatro completo. Cuando bien cierto es que en Benet, como ha señalado con acierto Nora Catelli en su trabajo de 2015 Juan Benet. Guerra y literatura, existen diferentes escrituras y puede, que en el límite existan diferentes escritores y diferentes estrategias narrativas. “Pero tal presencia no supone unidad de estilo ni de pensamiento; todo lo contrario. Para ser consciente de su tradición y asegurarse su lugar, Benet debió ser variable, contradictorio, oscilante, cronológicamente errático, como la cultura a la que pertenecía. De allí su peculiaridad y su rareza. La tradición nacional castellana muestra, en la modernidad, sensibles interrupciones estilísticas e ideológicas, caídas estrepitosas y desajustes cronológicos visibles en comparación con las deslumbrantes y compactas series francesa o inglesa. Por ello, Benet se verá obligado a ocupar varios lugares-y varias épocas- a la vez…Será un escritor profesional y afirmará no serlo; será un reformador decimonónico y un escritor de vanguardia; será el artífice de la frase más extensa y enrevesada del castellano español del siglo XX y a la vez querrá ser un transparente prosista a la inglesa, de contenida y elegante parataxis; será un esforzado pensador de fundamentos teológicos o lingüísticos y, al tiempo, un amateur de la filosofía del lenguaje y del exégesis bíblica. Porque fue todo eso a la vez, Benet requiere diversos tipos de lectores. El fue- tuvo que ser- muchos autores”.
Bastaría una vista rápida por algunos registros formales de la obra de Benet, algunos ya citados antes, para confirmar el diagnóstico certero de Catelli sobre la diversidad de escrituras y, tal vez, sobre la multiplicidad de escritores. Como un nuevo misterio del Benet trinitario o más poliédrico incluso. Entre el mundo literario de Región desplegado en cuentos, novelas y relatos; su acerado ensayismo, desde Puerta de tierra (1970) a La moviola de Eurípides (1981); desde sus prosas civiles ya citadas, su aproximación a la opinión periodística entrevista en varias ediciones de artículos hasta su pasión por el teatro, visible en su Teatro completo que editara Miguel Carrera con prólogo de Vicente Molina Foix en 2010, componen los diversos registros que expresan esa totalidad de una escritura de largo aliento de difícil ubicación.
Por todo ello la particularidad de Región y su mundo de ficción literaria es la otra cara de verosimilitud de la representación, merced al citado levantamiento que se realiza, primero a escala 1:150.000 y en posteriores ediciones a escala 1:165.000. Supuestos que contradicen lo tenido por Benet como canon de la Literatura; esto es el gobierno del vector Tiempo en los asuntos narrativos y la planeidad del cuerpo espacial, al ser este vector el rector de las disciplinas espaciales.
Diez años más tarde de LIE y dos años antes de Onda y corpúsculo en el Quijote (1979), vuelve a aparecer este par conceptual, analítico y temático como es Estampa y Argumento, en el ensayo ¿Se sentó la duquesa a la derecha de Don Quijote? (1976). Aquí Juan Benet ampliaba la contraposición tenida antes de Estampa y Argumento, y profundizaba en sus divergencias de régimen y en sus grados de libertad. La Estampa la imputará al orden del espacio, mientras que el Argumento versará sobre la misma cuestión ceñida al tiempo. “Lo que parece evidente es que el narrador ante todo y sobre todo se apoya en el eje del tiempo para establecer el régimen de su discurso y que jamás confiará al espacio la política del orden. Si la narrativa moderna ha venido a romper – desde las postrimerías del siglo XIX – la sucesión lineal cronológica, no por eso ha abandonado el eje del tiempo, cuya esencial función directriz ha venido a ponerse de manifiesto aún más con el abandono de la progresión lineal cronológica como línea de relato para dar paso a la adopción en cada caso de una sucesión arbitraria en la que los saltos atrás y adelante proporcionan un relieve temporal que viene en apoyo del arte narrativo… La estampa será siempre el señorío primordial del pintor, por lo mismo que el argumento constituye el patrimonio básico del narrador…en la obra del pintor siempre surgirá el espacio tanto como en la del narrador lo hará el tiempo. No existe uno sin el otro y por consiguiente ambas dimensiones aparecerán inseparables en la obra de cualquiera de ellos pero con carácter y signos propios por lo que tal vez sea menester reconsiderar lo que tantas veces fue apuntado por filósofos románticos del arte pero en el sentido absolutamente opuesto al tratamiento hegeliano de la libertad. Es decir, que aquella dimensión que gobierna la obra artística requiere un tratamiento –por ineludible– riguroso permitiendo que la libertad y la fantasía se muevan a su antojo por la otra. Que mientras el pintor ha de tener siempre sujetas las riendas del espacio, pudiéndose mover a su entera libertad por los carrizales del tiempo, de la misma forma el narrador puede tratar el espacio –el ámbito de simultaneidad– sin necesidad de atenerse a ninguna de las reglas que le gobiernan haciendo abstracción y aún desdeñando la geometría, la perspectiva o la teoría de la gravitación”.
Y es que en la novelas de Juan Benet el espacio no es sólo reconocible, como dice Félix de Azúa, sino que llega a tocarse y adquiere entidad de argumento. Textura real y textura literaria como se desprende de la inclusión que hace Mauricio Jalón del Plano de parcial Región, en la recopilación de textos diversos que denomina Cartografía personal (1997), en el epígrafe denominado Región, geografía y literatura. Ocupando la primera tanda del apartado Los puntos de partida junto a un trabajo reflexivo sobre cartografía. Junto a Los puntos de partida, el segundo bloque de textos se vinculaba al Paisaje como forma del Espacio y el tercero de los apartados, versaba sobre una Cronología que no es, finalmente, sino una colecta de Tiempo. El Plano de Región es precedido por un trabajo tan breve como espléndido Sobre la cartografía elemental (1983), que desde el recuerdo de la infancia escolar contrapone los dos niveles gráficos que el niño garabateaba con lápices Hispania: el mapa físico y el mapa político. “El Mapa físico mostraba lo que la naturaleza antes de la llegada del hombre le había otorgado…El Mapa político mostraba lo que el hombre había hecho con el legado de la naturaleza…Esa es la realidad, el Mapa político representa lo primero y cercano y el físico lo lejano y poco menos que inalcanzable”.
Región y la representación cartográfica que nos propone Juan Benet superpone las dos tramas citadas: la física y la política. En una suma de collazos y afluentes, con estaciones ahumadas, batanes misteriosos, cementerios vacíos, minas agotadas, vías férreas desvencijadas, veredas sin bermas, términos municipales, arrabales y despoblados; para sintetizar la fusión de esos dos tiempos geológicos y sociales, de esos dos tiempos físicos y políticos, en un solo vendaval de tiempo cartografiado y narrado. De igual forma que Región y Macerta quedan divididas por la cicatriz de la Sierra regionata, con el picacho enhiesto de Razón en la cota 2030. Región se cartografía y se narra, se dibuja y se relata, se piensa y se construye bajo un solo impulso creativo de Tiempo y Espacio, o si se quiere de Proyecto y Cartografía.
De forma simultánea a esa fusión de caracteres se produce la renuncia a la liberalidad del tratamiento espacial a la que el narrador tiene derecho pleno y legítimo, en un doble salto mortal impecable. Y es que frente a los, Comala, Macondo, Santa María, Mágina, Celama, el país de los Grágidos o Yoknapatawpha, Región adquiere una doble solidez y una doble firmeza. La solidez de la palabra que se superpone con el grano menudo de geografías y parajes que se adensan en torno a los ríos Lerna y Torce y se despueblan por las estribaciones de Malaunción o por las cotas tendidas de Caneja. Y la doble firmeza del que renuncia, en un ejercicio de constricción, a la libertad del desorden espacial que había enunciado antes como atributo del narrador, para mostrarse y mostrarnos que la batalla, que toda batalla literaria, tiene un Tiempo y un Espacio, sutilmente unidos por un hilo dorado casi invisible, que el olvido pulveriza y oxida. Un Tiempo y un Espacio, “bajo un cielo que no es del sol sino del viento” como decía Sánchez Ferlosio de Región.
Benet era un poco monstruito, tan genial y a la vez tan antipático. Todos los que le conocieron se hacen lenguas de lo exquisito e insoportable que se ponía a veces. No hacía un mal Faulkner, Benet, aunque más explicativo y todavía más oscuro que el propio Faulkner. Volverás… me recuerda a un verso de Neruda en Residencia en la Tierra, donde se habla de eso, de la Región más oscura, más mágica…
Estimado Sr. Rivero Serrano:
Gracias por su artículo. Solo una puntualización, que por tocarme de cerca no puedo evitar hacer: Vicente Molina Foix prologa el «Teatro completo», no lo edita. La edición se debe a un servidor. Me gustaría, si fuera posible, que se corrigiese la errata como bien considerase el autor. Muchas gracias.
Tiene usted toda la razón, el ejemplar del Teatro completo, de Siglo XXI, aparece como tal. Prólogo De Vicente Molina Foix y edicion a cargo de Miguel Carrera. Doy aviso al editor de Hyperbole para la subsanacion del error. Gracias por su atenta lectura.
Muchas gracias por su amabilidad, querido Sr. Rivero. La decisión de que mi nombre no apareciera en la cubierta -que nunca tuve muy claro a qué se debió- fue ya comentada por allegados en su momento. Pensé que no tenía importancia, dado que sí está en la portada. Ahora pienso que quizá debería haber reclamado a Siglo XXI… Todo bien, en cualquier caso. Muchas gracias de nuevo por la corrección, y felicitaciones por el artículo.
Sr. Miguel Carrera
Le agradecemos que haya leído nuestra revista y por advertirnos de nuestro error. Personalmente estoy convencido de la importancia de la figura del editor y creo que es justo que se reconozca su papel, muchas veces trascendental, haciendo referencia a su nombre en los libros o en sus referencias bibliográficas.
Ya he puesto su nombre como editor del libro en el artículo. He añadido un hipervínculo al web de la editorial siglo XXI donde aparece reseñado y en el que tampoco encuentro explícitamente su nombre. Lo que estoy seguro que no es justo.
Muchas gracias de nuevo
Gracias, Sr. González Corrales, por sus alentadoras palabras. Le remito a lo que le he contestado al Sr. Rivero, y reitero mi agradecimiento. Por que sigan adelante con la revista con tanto mimo y profesionalidad.
De todas formas, el mejor modo de introducirse a Benet pienso que no es el teatro ni “El aire de un crimen”, sino el relato corto -pero denso- “Numa, una leyenda…”