Sabemos que Oscar Wilde es un escritor “encantador” desde la infancia, cuando leer “El príncipe feliz” o “El gigante egoísta” se convirtió, para muchos de nosotros, en una experiencia emocional que ya no se puede olvidar nunca. En ese mundo, y por tanto en el mundo, existe la esperanza, y las golondrinas pueden morir por ser piadosas y los gigantes malos redimirse ante la sonrisa de un niño que se atrevió a jugar en el jardín solitario de donde habían huido las flores de la alegría. Creo que leí alguna vez que dijo que “quería explorar el lado oscuro de la vida” quizá porque los niños ricos sospechan que realmente no existe del todo y que pueden volver de él como se despierta del sueño. Se equivocó y en “De profundis” escribe un descarnado relato de su error, ya desde la otra orilla, de la que no volvería nunca. En la cárcel verbaliza, como solo él puede hacerlo, hasta que punto es importante el ambiente social próximo para un artista y lo peligroso que es olvidarlo, aunque sea por un amor más o menos pasajero.

“Aquí sentado en esta celda oscura, vestido de presidiario infamado y hundido, me culpo. En las noches de angustia perturbadas y febriles, en los días de dolor largos y monótonos, es a mi a quien culpo. Me culpo por dejar que una amistad no intelectual, una amistad cuyo objetivo primario no era la creación y contemplación de las cosas bellas, dominara por entero mi vida. Desde el primer momento hubo demasiada distancia entre nosotros. Tu habías estado ocioso en el colegio, peor que ocioso en la universidad. No te dabas cuenta de que un artista, y sobre todo un artista como yo, es decir, aquel en el que la calidad de la obra depende de la intensificación de la realidad, requiere para el desarrollo de su arte la compañía de ideas, y una atmósfera intelectual, sosiego paz y soledad. Tu admirabas mi obra cuando la veías acabada; gozabas con los éxitos brillantes de mi estreno, y los banquetes brillantes que los seguían; te enorgullecías, y era muy natural, de ser el amigo intimo de un artista tan distinguido; pero no podías entender las condiciones que exige la producción de la obra artística. (….)”OSCAR WILDE. “DE PROFUNDIS

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