Fernando Higueras, Casa Lucio Muñoz, 1962

En 1959 año de su titulación, Fernando Higueras Díaz, comienza un ciclo singular de Viviendas de Artistas, en la sierra de Navacerrada, tanto en Camorritos, como en Torrelodones. Viviendas de artistas y para artistas, que suponen un antes y un después en su carrera.

Una carrera que Alberto Humanes en su texto de 2008 ‘Desde el vientre del erizo’, fijaba en diferentes fases. “Organicismo (tradición), estructuralismo (geometría), formalismo (sentido plástico), biomorfismo (naturaleza), espacialismo (profundidad, luz), oficio (construcción) y actitud personal (genialidad)[1]. Aceptando en esa tabla de multiplicar estilística diversas influencias visibles desde arquitectos variados  como Wright, Nervi o Gaudí, a pintores y escultores no menos variados como Chillida y  Palazuelo. Aunque muy a su pesar Higueras, acabe reconociendo dos cosas. La primera, que “hasta el último momento estuvo mejorando el proyecto de una locura de casa semiesférica para Recife, construida exclusivamente en piedra“. Y la segunda: “Otra de sus obsesiones confesadas  es la Exageración, ‘Procuro no exagerar, porque soy bastante exagerado’“.

 

Es decir en esas anotaciones laterales de Humanes, queda clara la real condición de Fernando Higueras como un arquitecto Excesivo y como un hombre  Exagerado: Condiciones que a pesar de su talento natural y de su destreza adquirida, irían minando su trayectoria.  Y de la que ya he escrito en la revista ‘Formas de Arte y  Arquitectura’[2]: “La fortuna del primer Higueras es una suerte de serie temática de ‘Casas de artistas’ de los primeros sesenta que se resuelven con cierta repetición contenida y con cierto valor de un vistazo interesado a Frank Lloyd Wright y a la lógica primaria del material constructivo dispuesto sobre el roquedal o sobre la pedriza, para rescatar texturas y materias rugosas.

Mostrando como Higueras era ya un arquitecto de artistas o para artistas, que no es cosa fácil, y si muy comprometida por la lógica del ensayo artístico. Casas para Cesar Manrique, para Lucio Muñoz, para Nuria Espert, para Ricardo Santonja, para Pablo Serrano o para Manuel López Villaseñor, componen parte de esa nómina de encuentros afamados y, no se sí afortunados. Encuentros que, en todo caso, ya estaban anticipados en las viviendas subvencionadas de El Espinar de 1959 (elaboradas junto a Cárdenas) y que se clausuran en 1963 con la UVA de Hortaleza como documento resumen de unas posiciones programáticas de interés saludable y de veta organicista. Posiciones programáticas, que empiezan enseguida a entrar en combustión merced a llama agitada de la forma impostada. Llama agitada donde se muestra a un Higueras preocupado por la materialidad del gesto constructivo, más que por las instancias formales que ya pugnaban por salir al paso. Instancias formales que crecieron y crecieron y se ramificaron como una planta, en una metáfora que prolonga  su inventiva expresiva de la viga árbol. Pero a veces, y pese a la juventud con que obtuvo el Premio Nacional de Arquitectura, los árboles no dejan ver el bosque. O el bosque crece tanto y se espesa en sobremanera, que nos desconcierta y abruma. Como ya desconcertaba su  gesto ciudadrealeño a algunas revistas de los primeros ochenta y últimos setenta.

 

 

Y viviendas las citadas antes, de la mano de Higueras, que junto a las recuperaciones del caserío que coetáneamente se realiza en Cuenca por otros artistas plásticos como Zobel, Sempere, Torner, Rueda y Saura, componen una singladura particular de los primeros sesenta y de su voluntad analítica y reflexiva en torno al consabido tema de la ‘Casa del Artista’. No sé si marcando una divisoria entre los artistas de Cuenca, un poco de ‘El Paso’ y otro poco más de los Abstractos y Expresionistas que colgarían en las Casas Colgadas desde 1966; y entre los artistas de Navacerrada más diversos y pegados al realismo serrano y al Híper-realismo urbano. Aunque como toda divisoria sea un poco ficticia. Lo que sí es cierto, es que es posible recorrer la secuencia de diversas Casas de Artistas en la Arquitectura: desde el taller de Amadeus Ozenfant de Le Corbusier a la casa doble de Frida Kahlo-Rivera de O´Goorman, vista ya en estas páginas de Hypérbole. Incluso otear los casos próximos de Sert y el Estudio de Joan Miró, la Casa Turégano de Campo Baeza, la casa-taller de Luis Gordillo de Iñaki Abalos o la casa del pintor Rolando de Vázquez Consuegra. Todas ellas con muy variadas posiciones y expresiones, pero sin ningún principio de unicidad.

Otra de las consideraciones que cabe hacer es ¿cómo Higueras adquiere, en esos años, esa prevalencia de arquitecto de artistas? Bastaría pensar en otros nombres y en sus proximidades a los grupos citados de pintores y escultores. Así Fernández Alba Fernández del Amo, estuvieron muy próximos al grupo ‘El Paso’; de la misma manera que Lucio Muñoz, sostuvo desde la época de la basílica de Aránzazu, proximidad con Sáenz de Oiza y con Luís Laorga. Pero esa es otra historia paralela, de unos años situados entre la fundación de grupos como ‘El Paso’  o el ‘Equipo 57y la inauguración del Museo de Arte Abstracto de Cuenca en 1966.

La primera de las realizaciones de estos ensayos de Higueras, será la casa de Cesar Manrique en ese mismo años de 1959. Donde ya prevalece el valor de ubicación de la edificación, que se camufla en una crestería de piedras y de una vegetación local montuna y viscosa. Como si el principio asumido fuera el camaleonismo y la ocultación, frente a la extrema visibilidad de otras opciones y ensayos posibles.

 

 

El paso siguiente en estas figuraciones, donde se combina una ruptura con las formas canónicas y la búsqueda de un mayor contextualismo, se producirá con el trabajo que realizará para el pintor Lucio Muñoz. Frente a solución de la Casa Manrique, la Casa Muñoz incorpora ya una zona de trabajo que la lleva a ser considerada, con propiedad, como Casa Taller. Donde emplea el valor de la rusticidad pétrea de los paramentos y cubiertas inclinadas de teja vieja, y una utilización forzada de elementos estructurales componiendo grandes cuerpos volados que otorgan zonas de sombras muy pronunciadas. Estas formalizaciones, lejos del esquematismo funcional y de la ‘caja ensimismada’ que había inaugurado Le Corbusier, han llevado a leer cierta influencia en Higueras de las soluciones organicistas de Frank Lloyd  Wright. No sé si esa formalización y sus esfuerzos estructurales posteriores en la definición de la ‘Viga árbol’, visibles en el proyecto de 1961 del Centro de Restauraciones de Madrid, realizado en colaboración con Rafael Moneo y merecedor del Premio Nacional de Arquitectura, establecía ya una solución estable o iniciaba una larga crisis. Otra cuestión indicativa será el valor de referencia de las citadas Casas de Artistas que se resuelven en muy diferentes versiones formales: entre la joya vítrea y la piedra escondida. De las primeras versiones serán las metáforas cristalinas de la pieza blanca y diáfana que se exhibe como un cofre, que es el contenedor de la obra del autor residente-propietario-expositor. Mientras que el segundo grupo de Casas de Artistas, parecen revestirse de materiales que ocultan la entidad misma del asunto: exhibir y representar la esencia del Artista y su legado.

 

 

Crisis palpable, por otra parte, la de Fernando Higueras y la de la misma Arquitectura, con la culminación del trabajo de 1969 en Montecarlo del Edificio  Polivalente. Alguien que pasa de ser Premio Nacional de Arquitectura, con sólo 31 años, no podía entender un declive anticipado, como ya pude anotar hace doce años. “Ese es el desconcierto, el del Higueras predicador en sus entrevistas sonadas y sonoras. Despotricando contra Oiza, Le Corbusier, Mies van der Rohe o Moneo. Y ensalzando a Calatrava y mostrando la filiación de Candela respecto a sí mismo. E identificando todo ese entorno con la ‘caca de vaca’ o ‘con el cuento que es la asignatura más importante que se estudia en las escuelas’, según cuenta en su última aparición justiciera y un poco mesiánica, que no miesiana. Posiciones que conjuga desde el reconocimiento de su abandono e ignorancia por parte de las revistas y actualidades de la arquitectura rutilante”.

 

Fernando Higueras

“Sin encargos –como reconoce – y sin obra, solo se considera así mismo, multimillonario en tiempo. Un tiempo que parece malgastar y no aplicarlo a cierta reflexión constructiva y crítica, sobre el exterior y sobre sí mismo y su pasado. Tiene Higueras, pese a sus excesos, el talante del nadador a contracorriente y la impronta de algunos visionarios que fustigan el panorama de actualidad desde su propio descontento. Y es esta tarea mestiza la que produce confusión y alguna ambigüedad. Está bien fustigar el ‘Star system’ de la moda arquitectónica, pero alguien que desfiló alguna vez en la pasarela debe ser consciente de la artificialidad de ese aparato o de esa aparición sobre la pasarela efímera. Tal vez le conviniera al profético arquitecto el apodo de ‘Higuerras’, por su proclamada beligerancia en batallas que esgrime desde su roquedal antiguo de piedra castellana. Antiguo como sus casas primitivas y como su mejor obra”.

 

[1] HUMANES A. Desde el vientre del erizo, en Fernando Higueras. Intexturas Extructuras, Madrid 2008.

[2] RIVERO J. Fernando Higueras: memoria personal. Formas nº 8, 2004. Páginas 4-6.

 

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