Antropología del baño

El último trabajo de Manuel Hidalgo El lugar de uno mismo (Alianza editorial, 2017), puede suscitar algunos equívocos, en la medida en que la promoción editorial lo vincula con un ‘historia personal del cuarto de baño’. Y así podemos leer que: “Su ensayo abre la puerta de ese espacio de intimidad, vedado a los otros, para proceder a una disección entre el ensayo y la memoria personal de tantas facetas de la vida (bastantes más de las imaginables a bote pronto) como se concentran en esa habitación a menudo sin vistas: la higiene, la salud, la muerte, la escatología, la enfermedad, el diseño, el paso del tiempo, la lectura, el sexo (solo o en compañía de otros)…”.

 

Pintura de Ramón Casas y Carbó

Incluso, se insinúa el carácter de primicia editorial, cuando bien cierto es que existen certeras reflexiones de ese espacio menor. Desde el canónico trabajo de Witold Rybczynski La casa. Historia de una idea (1986), al más próximo de Vicente Verdú Enseres domésticos. Amores, pavores, sujetos y objetos encerrados en casa (2014). Por no hablar de trabajos más especializados como, La imagen del agua (1987), el texto de Lupton y Miller El cuarto de baño, la cocina y la estética de los desperdicios (1992), y el trabajo de García Navarro y De la Peña Pareja El cuarto de baño en la vivienda urbana (1998). Todos los trabajos citados componen un peculiar entramado de intereses sobre el baño y sobre el agua: desde la sociología general a la arquitectura, desde la hidráulica a la moda y desde la técnica a la psicología del espacio.

 

Pintura de Ramón Casas y Carbó

Un espacio, el del baño moderno, que Hidalgo trata de ilustrar en algún rastreo pictórico y cinematográfico como complemento de sus digresiones y cavilaciones. Dificultades ilustrativas que podrían crecer con casos como Ramón Casas, Degas o Bonnard. Dificultades de ilustración que crecen a medida que retrocedemos en el tiempo. Ni El suicidio de Séneca, ni El asesinato de Marat, pueden decirse con propiedad que se hicieran en un cuarto de baño; por más que ambos acabaran sus días sumergidos en tinas, bañeras o cosas parecidas, no puede decirse con exactitud que murieran en un baño. Otra cosa serán los apoyos visuales que nos proporciona el cine (desde Psicosis a El último tango en París, desde Los soñadores hasta A bout de soufle), porque todos estos son ya asuntos de antes de ayer, cuando los baños hablaban y los grifos cantaban.

 

Toda vez que el baño, sala de aguas, espacio húmedo o toilette, cuenta con la enorme particularidad de ser la última de las incorporaciones funcionales a la Casa Moderna y a la moderna habitación. Salas, estancias, dormitorios, comedores, cocinas, recibidores y retiros privados, han existido siempre con distintas configuraciones y formalizaciones, pero constantes en su esencia visible como relata Rybczynski. Otra cuestión será la resultante de preguntarse por el lugar donde se verificaban históricamente esas prácticas privadas y no tan privadas. La asunción por el cuarto de baño moderno de esa centralidad doméstica, simbólica primero y funcional después, requerirá algo tan evidente como la canalización de aguas y la evacuación de desagües. Hasta ese momento del progreso sanitario y de la mejora hidráulica no puede hablarse con propiedad de cuarto de baño privado, que es el ámbito interrogado por Hidalgo. Funciones las del aseo privado residenciadas antes, mayormente, en los baños públicos y lavaderos colectivos, que bañan y humedecen tantas tradiciones orientales y occidentales y que a veces, tienen un sello ritual y un eco social bien diferenciado.

Las otras funciones hoy existentes en el baño común contemporáneo, bien se producían en tocadores, boudoir y antecámaras, las referidas al acicalamiento; o bien se residenciaban las correspondientes a la deyección y defecación, en paraderos tan ocultos como marginados. Una lateralidad y una marginalidad de ese retrete o de esa letrina, parecida a la desplegada por Tanizaki, cuando en Elogio de la sombra habla de la magia de esa pieza alejada de la casa vivienda, algo escondida en un ribazo del natural y abierta al cielo. Aunque este caso oriental, aportado por Tanizaki, conecte la fisiología digestiva con la meditación, como un hecho de estirpe zen y de rareza para los occidentales.

La arquitectura moderna tuvo una clara voluntad higienista en sus programas funcionales, visible esa voluntad reformista en los estudios de ventilación, iluminación y confort material que acompañaron a tantas propuestas, tanto de las Viviendas mínimas como de las grandes Villas burguesas. Por ello la pretensión de Le Corbusier de verificar el tránsito de la Vivienda biológica a la Vivienda científica, fijaba una nueva centralidad higienista, más que humanista. Donde lo distintivo de ese tránsito venía de la mano de las nuevas técnicas: aguas canalizadas, electrificación y mecanización. Centralidad que sería imposible sin las conquistas sanitarias e higiénicas del agua canalizada.

De aquí la importancia otorgada, sobre todo, a salas de baño y tocadores, como ocurre en la Ville Savoiye. Salas de baño con sus aparatos cerámicos y sus griferías cromadas, que se configuran como un recinto tan novedoso como simbólico. Y esa es la magia particular de los baños privados que persigue Hidalgo como espacio de conquista personal. Los baños públicos reúnen otra condición de más difícil articulación en la conciencia individual. Como si aquellos fueran enclaves de ciertos sueños propios, y éstos lo fueran de algunas pesadillas compartidas. Sueños del baño privado que articulan la conciencia del ocupante y del usuario, entre la privacidad oculta y la técnica difusa. Y donde es reconocible, o lo ha sido históricamente hasta las nuevas tendencias decorativas, cierto carácter hospitalario y un aire tanatológico imprevisto. De aquí las referencias mortuorias que Hidalgo trata de introducir: en todos los baños pictóricos y cinematográficos citados, aletea la muerte en distintas facetas y formas. La dimensión hospitalaria del baño se produce, tanto por el hermanamiento de ciertos materiales comunes en ambos espacios,  como por el carácter reforzado de lugar aséptico y saneado.

 

‘La muerte de Marat’, de Jacques-Louis David

Aunque siempre y en equidistancia de esas imágenes médicas y tanatológicas, quedará la potencia del espejo callado que preside el baño de forma azarosa. El espejo omnisciente que no deja de ser el espacio convencional de la mirada reflejada, como reflejo automático del carácter narcisista de su ocupante, formula el lugar de cierta mirada imposible. De aquí que Hidalgo hable del cuarto de baño como “lugar de desaparición”.

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