“Sopinstant” de selenitas y la teoría de la Panespermia

Si los seres humanos nos llevamos el planeta Tierra por delante, lo cual en gran medida depende de las elecciones norteamericanas, ya tenemos sustituto biológico. Se trata de los tardígrados, unos bichitos de menos de un milímetro de largo, con forma de oruga, rostros de Elder One de Lovecraft, pero mucho más cuquis y simpáticos que nosotros. Ya existen peluches con su aspecto suavizado y redondeado para vender estas navidades y que portan una etiqueta que explica su excepcionalidad en el reino natural a fin de atraer a los padres progres como yo. Porque los tardígrados -también llamados “osos de agua”, pero no sé por qué- no sólo son cuquis y diminutos, además son capaces de hacerse los muertos en temperaturas de hasta 150 grados por arriba y casi hasta el cero absoluto por abajo. El niño que recibiese uno de peluche no tendría que extrañarse de que jamás se moviera, así es como su nuevo osito es, alienta. Para él, no existen los termómetros, y podría sobrevivir en gran parte del sistema solar, donde ya sabéis que rigen peores condiciones de vida que en una fábrica de Nike en Bangladesh.

Pero lo mejor no es eso, lo mejor es que los tardígrados han llegado a la Luna, gracias a nosotros. En efecto, hace un tiempo la Fundación Arch Mission confeccionó en forma de DVD un archivo de más de 30 millones de páginas con la historia de la humanidad visible a vista de microscopio, pero también con muestras de ADN humano. Algo así como la nota al juez de un suicida pero en formato tecnológico. Me parece una gran idea, no me gustaría que lo que hemos sido se perdiera, aunque el saldo final sea más malo que bueno. Considerada más allá del bien y del mal, la humanidad es algo portentoso, un gigante surgido en la vastedad del cosmos, y quién sabe si inigualado como forma de vida no tanto inteligente como poderosa, o cuya inteligencia ha servido diligentemente a su poder. Pues bien, la “Biblioteca lunar”, como se conoce a este archivo, iba a bordo del robot israelí Beresheet que se estrelló en abril del pasado año. En él habían colocado tardígrados deshidratados por miles, algunos en ámbar y otros pegados a una cinta adhesiva. De manera que ya existen los selenitas soñados desde la antigüedad, sólo que están en animación suspendida, hibernados por así decirlo. Pero como esta semana hemos sabido que la Luna tiene agua en estado de congelación, ¡voila!, si sumamos ambos hechos resultaría muy fácil hacerse un “Sopinstant” y ya tenemos vida extraterrestre. 

Rosalind Franklin

Francis Crick, uno de los descubridores de la estructura del ADN (junto con Watson, ya se sabe, y Rosalind Franklin, que fue la que de verdad halló la helicoide, pero la hicieron sombra y encima murió joven por exposición a los rayos X) y Premio Nobel de Química, formuló también la teoría de la Panespermia, según la cual la vida en la Tierra fue implantada por una civilización alienígena que se dedicaba a eso, a diseminar sus semillas –espérmata– por el universo –pan, todo. Más tarde se echó atrás, pero la idea acaba de ser revitalizada estos mismos días. Porque ya digo, si en la Luna ya hay fast live, potencialmente activa con tan sólo cocer unos minutos y servir, entonces la civilización panespérmica existe también, y somos, quién lo iba a decir, nosotros. ¿No es una maravilla? Frikis como yo, que no sabemos ni lo que es un bitcoin ni cómo funciona, alucinamos con cosas como estas. Al fin y al cabo, los tardígrados, nuestra herencia, la herencia viva de la humanidad en el espacio exterior, tampoco saben nada de bitcoins ni tipos de interés nominal o circulación financiera. Esas cosas terminan por matarte, mientras que la especialidad del bello y curioso tardígrado es hacerse una bola seca y sobrevivir. ¿Hacia dónde podría evolucionar el tardígrado con el paso de los eones? Tal vez hacia los inmensos gusanos de Dune, que producen la especia, o tal vez hacia seres hiperinteligentes, incapaces de mentir, como soñó Kant. En ambos casos, criaturas desconocedoras de los bitcoins, las tasas de interés nominal y la circulación financiera mundial. O, si no lo son, y ven que eso no bien controlado y en malas manos les podría matar, que escriban la memoria de su especie en un archivo, le agreguen microorganismos altamente resistentes y envíen todo a un satélite inhóspito. La Panespermia es como eso que decía Zaratustra: “¿Era esto la vida? Bien, ¡venga otra vez!”…  

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