Le Corbusier, casa Henfel, Celle-Saint-Cloud, 1935

La casa Henfel, conocida mejor como Casa de fin de semana en Celle-Saint-Cloud fue proyectada por Le Corbusier y Pierre Jeanneret, tomando como principio de su diseño el que la pequeña construcción, situada tras una masa de árboles, fuera lo menos visible posible. En consecuencia, su altura se redujo a menos de 2,60 m, se situó en una esquina de la parcela, se cubrió con cubierta vegetal sobre bóvedas tabicadas de carga y se eligió para su construcción un material muy tradicional, como es el muro de mampostería vista.

Se trata de una pequeña casa de fin de semana para retiro de un cliente acomodado al que Le Corbusier atiende en un momento en el que estaba interesado por incorporar a su arquitectura formas y tipos procedentes de lo vernáculo y de lo popular–la reflexión sobre la Casa Mediterránea, que llevaría en esos años, al estudio de la Rue de Sévres, José Luís Sert– junto a las matrices  derivadas de la vivienda mínima que habían originado en Alemania el debate sobre existenz-minimum y que habían sido el eje central de los Congresos del CIAM de 1929 y 1930. Bien diferente todo ello, de las intenciones desplegadas en los años veinte por Le Corbusier –años del manifiesto de 1923 Vers une architecture– y supuestos visibles en casos como el de la Ville Laroche (1923) y en el más conocido de la Ville Savoye (1929). Casos, junto a otras piezas como la Maison Cook (1926), Ville Stein (1926) o Church (1927), en los que las matrices formales se corresponden con principios del Purismo –algunos lo llaman Puro-visibilísmo– y con la formación de sólidos geométricos preferentemente blancos en los que verificar los 5 principios del¡ la Nueva Arquitectura. 

Por ello, la casa Henfel, supone una excepción a los trabajos de esos años veinte y treinta, y, por otra, un anticipo de soluciones posteriores como las desarrolladas en la Maison Jaoul. De la cual ha escrito Jean Louis Cohen: “Concluidas en 1955, las casas Jaoul se inscriben dentro de una línea de investigación de Le Corbusier que rompe con las casas blancas de los años veinte. El zócalo de piedra de las casas Loucheur (1928) y posteriormente la albañilería de la casa construida para Héléne de Mandrot en Pradet (1931) y, por fin, la pequeña casa de fin de semana de una sola planta, levantada en La Celle-Saint- Cloud en 1935, con paredes de piedra vista y delgadas bóvedas de hormigón, jalonan este enfoque. Como refejo de la revolución plástica de Ronchamp, estas casas son buena prueba de la capacidad de Le Corbusier para reinventarse a sí mismo”.

Le Corbusier utiliza en varias ocasiones –y casi de forma experimental– técnicas de construcción y materiales autóctonos en sus encargos rurales, a veces los resuelve con una estructura de carácter vernacular, como en la casa de Le Sextant, otras en cambio, actúa en combinación con la tecnología más actual, como en la Villa Mandrot. En este caso que nos ocupa, Le Corbusier combina piedra caliza tosca de la zona con bloques de vidrio, donde pone en contraste la belleza y la utilidad de ambos materiales: el primitivo pétreo y el sofisticado vidriado moderno. También el contraste entre sus procedencias: materiales de la proximidad –y por ello usuales y frecuentes en edificaciones rurales– y otros –fruto de un proceso de fabricación industrial– que los hace más lejanos y abstractos. Las bóvedas, por otra parte, que componen esta casa derivan tanto de la arquitectura popular mediterránea como de la edificación industrial vernácula y serían desarrollados con cierta continuidad en los años cincuenta, tanto en el caso citado de la Jaoul como en los de Ahmedabad. Estas bóvedas tabicadas, herederas de las bóveda mediterráneas, ya habían aparecido además en su prototípica Maison Monol, que fue a su vez desarrollada en las soluciones de las dársenas de Auguste Perret en Casablanca. De ellas se ha dicho que “recuerdan las techumbres catalanas que Le Corbusier conoció antes de la guerra en las casas de las islas Cicladas. Estos elementos, combinados con el aire de pueblo que toma el conjunto, llevarán al arquitecto británico James Stirling a encontrarles parecido con las granjas de Provenza o con las viviendas tradicionales de la India”. 

Con la cubierta ajardinada a la que se puede subir desde el jardín por un lateral a través de una empinada rampa que se construye con el movimiento de las tierras, la casa queda excavada bajo una pequeña loma próxima. En el interior, las paredes se revisten de madera contrachapada, las bóvedas son de hormigón visto, el suelo de baldosas de cerámica blanca y la chimenea-armario de ladrillo visto, dividiendo en dos partes el espacio principal y construyendo un apoyo necesario para sostener la cubierta. En este caso, la diversidad de materiales y sistemas constructivos no es una renuncia a los principios de la modernidad.

Situada de los alrededores de París, esta casa construida en 1934 parece una crítica ideológica de su contexto cultural inmediato. Los arcos de 2,6 metros de altura con bóvedas tabicadas, cubiertas exteriormente de césped, que se empotran en un alto muro de contención de manera que forman como una cueva refugio apropiada para los días soleados modernos y sugieren una ermita ornamental del hombre moderno. Las primeras fotos de la casa muestran un interior acabado finamente lleno de luz y abierto al jardín. Desde el interior, y también por fuera, la sencilla casa tenía una íntima relación con un paisaje intensamente privado que pretendía evocar a la vivienda primitiva en un escenario Edénico. 

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