Un ensayo más que humano

«Cuando Rilke sugiere que algunas mujeres han llegado a ser más humanas que algunos hombres, está pensando en la paciencia y en la dulzura que a menudo las distingue, es decir, en lo mismo que Spinoza cuando explica que al sabio se lo reconoce porque actúa con mansedumbre. Aunque esta palabra, mansedumbre, es hoy intempestiva, su significado sigue siendo tan valioso como siempre, o aún más: una articulación de paciencia, amabilidad, dulzura y paz».

Cuidar, atender, escuchar. Observar. Hacer el ejercicio ético tan estoico, tan kantiano, de ponerse en el lugar del otro, de no hacer a nuestros semejantes lo que no deseamos que nos hicieran a nosotros mismos. En esta última expectativa, la dialéctica de la ética fracasa en su identidad. Si cada uno de nosotros somos una persona diferente, única e imposible de replicar, ¿acaso nuestro parecer puede extrapolarse de manera universal a otro ser? ¿Y si a alguien le gusta -o tolera en su naturaleza- un acto o unas circunstancias que son nocivas para los demás? No, la ética es más contundente: se debe actuar conforme lo que corresponde y es justo para cada cosa y circunstancia. Por eso, vivir implica conocer, y la amalgama del conocimiento y la experiencia proporciona la sabiduría. Para aprender viviendo es necesario existir en plenitud, trascender de enfrentar las heridas del día a día a acogerlas y hacerlas propias.

Reflexiones de este pensador reseñista al margen, he de confesarme: la lectura del último ensayo del también filósofo Josep Maria Esquirol, Humano, más humano, que salió publicado a principios de 2021, ha costado que su poso decante en mí todos estos meses para poder escribir sobre él con la mayor neutralidad posible, alejándome de la estridencia del entusiasmo o de las diferencias de pensamiento que siempre surgen entre escritor y lector. Esquirol continúa su serie de ensayos filosóficos que hacen honor al sustantivo que define el género, es decir, alejado del academicismo y del lenguaje enroscado que dificultan uno de los fines principales de la filosofía: ser diálogo atemporal. El catedrático barcelonés, autor de magníficas obras como La resistencia íntima, sorprende por el manejo híbrido del tono investigador y la suficiente maestría en la expresión literaria, de forma que mantiene la autenticidad de su mirada reflexiva al mismo tiempo es que capaz de atrapar al lector con sus textos. Es lo que sucede con Humano, más humano, en el que haciendo referencia a Friedrich Nietzsche arropa las ideas del filósofo alemán al mismo tiempo que las matiza. Porque Esquirol hace acopio de una verdad superlativa: no es necesario ir más allá de lo humano, sino profundizar en aquello que nos hace precisamente ser humanos para poder aspirar a ser mejores, a ser más nosotros mismos.

Para el pensador catalán, lo humano está ligado a la herida. El trauma, estudiado exhaustivamente desde el existencialismo de Kierkegaard, es inherente a nuestra condición común, y el motivo es que vivir significa encontrarse bien y ser herido, equilibrio y desequilibrio, yin y yang como parte de un todo que se complementa, dual en su experiencia, único en su genuina verdad. La herida nos impulsa, nos prueba, nos mueve. Así explica el autor sobre cómo las lesiones del vivir adquieren la condición de infinitas: «Que cada una de las heridas infinitas se interseque con las demás significa que hay interrelaciones, es decir, que en la perspectiva temporal se produce una dramática de las heridas (…) La herida de la vida es la primordial, y es como la condición de las demás».

Es precisamente la existencia de la herida infinita lo que nos permite establecer cuál es nuestro lugar en el mundo. ¿Será la huida? ¿Será la capitulación amarga ante el dolor? ¿O la persecución de la ignorancia, con el fin de perder conciencia de la misma? Esquirol lo tiene claro: la vida es pan y canto, como propone nada más comenzar el libro. Se necesita poco para vivir, y en este sentido, el cuidado a nuestros semejantes, la profesión de dulzura y la adopción de una vida sencilla son algunas de las recetas que nos propone para aspirar a alcanzar la inabarcable meta de ser todo lo que podríamos llegar a ser en nuestra naturaleza humana.

Editorial Acantilado es de nuevo el artífice de la cuidada edición de esta joya del buen ensayo, una nueva demostración acerca de cómo hacer filosofía seduciendo al lector, atrapándolo con la suavidad del buen narrador sin banalizar ni adulterar el contenido de lo que se pretende contar y mostrar. Humano, más humano es literatura de la más alta calidad que porta un mensaje sereno, manso, para estos tiempos frenéticos y exacerbados: las pequeñas virtudes de la bondad tejen los frágiles hilos que sostienen nuestra civilización, y lo que es aún más importante, de nuestra individualidad. Les recomiendo encarecidamente la lectura de este libro apasionante. No les dejará indiferentes.

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