El cuento de la alcachofa

Rodolfo II como Vertumno, por Giuseppe Arcimboldo.

“Cuando los políticos se convierten en los protagonistas de la política, esta deja de serlo”

Eso sentencié solemne y… ¡Se acabó, ni una sílaba más!, no la merecen – dije. 

Os propongo hablar de la verdura que más me gusta: ¡la alcachofa! 

Esto sucedió mientras conversaba online con dos sabios amigos y, no obstante, atrapados por la letanía tediosa de la política. Eso sugerí tratando de salirme por la tangente sin salirme del corrillo. 

– ¡Estás chalado! – apostilló uno. 

– ¡Como una cabra!  – decretó el otro. 

Yo acepté de buen grado la alícuota parte que me toca, pensando en que más vale alcachofa en mano que decreto volando. 

Los dos, ahora sí, rezongaron sonrisueños. 

– ¡Qué buena idea, qué atinada metáfora, cuántos secretos puede ocultar una alcachofa, se parece a…! – dijo uno como resistiéndose a abandonar la melaza parlamentaria. 

Mas, el otro, presto, le aplicó un bejarano sornabique: ¡Déjate de insinuaciones!, imagina una verdinegra y enigmática alcachofa, recolectada por la mano blanquísima de su dulce cultivadora, que va a cocinar un laureado Máster Chef… observa, huele, paladea, ¡anticipa el placer!

Fue tan sugerente la imagen del segundo que los tres caímos atrapados en el cofre de la escultural alcachofa. 

– ¿Hay acaso verdura más sugerente, enigmática, sorprendente?, – pregunté retórico-. ¡Un corazón verde, rodeado de una coraza de brácteas, que atesoran cualidades salutíferas y promueven excelencias culinarias! 

“Mujer con alcachofa” Picasso

Al oírlo, los ojos de mis amigos se iluminaron con un brillo de AOVE recién prensado, su paladar buceó en una marejada de dulces amarguras, enmudeció su prosaica retahíla, y, tras pocos segundos, los dos se atropellaban en elogios, tal vez excesivos, a la polifacética verdura mientras su imaginación iba anticipando la postrera delicia: el corazón ternísimo del alcaucil levantino.

Compartimos un festín virtual con tres platos y postre, al que, espléndido, invité yo: 

– Entrante: crema tibia de alcachofa con taquitos de jamón ibérico

– Principal: alcachofas rellenas al horno templado.

– Postre: corazones de alcachofa confitados con miel y cítricos.

Todo ello regado con un agua de alcachofa sutilmente mentolada. 

¡Qué delicia, cómo disfrutamos del banquete, qué acompasada fue la sobremesa! 

Nos fuimos luego a sestear cada uno en su litera olvidando por una tarde el ignominioso paisaje del hemicirco parlamentario. 

Yo medité entre la bruma, ¡cuánta verdad puede atesorar una humilde alcachofa! 

Ellos, por el telesiesta, me contestaron, ¡y cuanta inteligencia! 

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