La permanente tensión entre no exigirse irracionalmente para intentar no bloquearse e intentar escribir justo lo que se pretende, con la ambición de hacerlo lo mejor posible, peleando con el calificativo, como decía Pla, o probando otras soluciones posibles para un relato, otro enfoque para un artículo, buscando justo ese equilibrio que el texto necesita, sabiendo que puede tener otras alternativas posibles quizá igual de aceptables.
La literatura es, como la vida, el arte de tener el ímpetu adecuado, de ejercer los esfuerzos oportunos para conseguir los resultados que se pretenden; de corregir justo lo conveniente pero dejar de hacerlo por pereza; de decidir el precio que estamos dispuestos a pagar al abordar un reto; de abandonar cuando una retirada es la salida más oportuna cuando hay una puerta que no puede abrirse porque no le ha llegado su momento.
Pero nunca hay que abandonar la ambición de escribir algunas cosillas que no nos disgusten del todo.
“La modestia es la excusa de la chapucería, la pereza, la complacencia; las ambiciones pequeñas suscitan esfuerzos pequeños. Nunca he conocido a un buen escritor que no intentará ser grande”.
Stephen Vizinczey