Veinte años de “Dogma”, de Kevin Smith

Para mis alumnos, la muerte de Iron Man debe haber sido un acontecimiento mediático-emocional semejante a lo que fue la muerte de Chanquete para los cuarentones que languidecemos hoy. Con la diferencia, que obra a favor de Marvel, de que los adolescentes ahora ven muchas más películas, muchos más vídeos y hasta los hacen ellos mismos, de manera que la pedrada en su lago mental debe haber sido grande cuanto sus ondas se extienden más que las del resto de las piedrecillas diarias. Por eso pienso que no tenía razón Martin Scorsese cuando dijo que las producciones Marvel no eran cine , y sin embargo la tiene ahora cuando, bajo presión, que dirían Mercury y Bowie, ha tenido que reconocer que son “otro tipo de cine”. Desde luego que el cine de la quinta de Scorsese era mucho mejor, por los motivos que él mismo ha aducido, pero desde luego también que las bostas producidas por el gigante Marvel, aunque prefabricadas y listas para el consumo, poseen resonancia sentimental y por eso atraen tantas moscas. Scorsese midió mal sus palabras, en mi opinión: que existan las novelas de Nabokov no quita que existan a la vez las novelas de Stephen King, y pretender suprimir las segundas en nombre de las primeras representa algo así como eugenesia cultural. Naturalmente, se dirá, mis alumnos no tienen criterio, a mis alumnos se la cuela hasta el último rapero que sólo habla de sí mismo en ripios baratos y malsonantes. Eso es cierto, pero también es cierto que si descubres a un adolescente escuchando en sus cascos de paso-del-mundo-y-de-tu-puto-careto a los Radiohead o a Nick Cave and the Bad Seeds te puedes ir preocupando. Hay muchas culturas, pero todas están en esta, y ésta en la que andamos despistados es de una variedad y pericia técnica inconmensurable con todas las existentes anteriormente, siempre y cuando asumamos desde el principio que su objetivo prioritario no es elevar almas, sino llenar bolsillos. Martin Scorsese es grande, pero basta con examinar por encima su filmografía para entender que jamás le ha hecho ascos a la violencia, a las historias espídicas y superficiales y a generar impacto y taquillazos.

Y mientras… ¿Qué habrá sido de Kevin Smith? A Kevin Smith le gustan los cómics malos de Marvel y las demás, como ha demostrado en varias de sus películas. En la única en la que no se sacaba el tema era en Dogma, que justo cumple veinte años, pero había un elemental de la mierda, un “excremental” (y quizá tuviera razón Brecht cuando escribió, en Diálogos de refugiados, que la mierda no es más que materia fuera de lugar), o había un arcángel que se expresaba como un camionero y tenía pubis de Nancy (Alan Rickmann, actorazo fallecido), o Matt Damon, entonces amigo personal suyo, que volaba con una espada flamígera (y aún era rubio y no se había abotagado vivo). Así que sí, Dogma fue también una película de Kevin Smith con cómics, era el Nuevo Testamento hecho cómic underground, y mucho mejor, para mi gusto, de lo que Robert Crumb hizo antes con el Viejo. Todo es hilarante y sorprendente en Dogma, siempre a un paso de hacer el ridículo total -y el riesgo es lo que pide Scorsese-, pero hay algunas escenas que deberían ser clásicas. A saber, que decimos los pedantes (spoilers, que dice todo el mundo ya): Chris Rock se aparece en una carretera como un apóstol, y cuando le preguntan si conoció a Jesús, él responde que claro, que el negro le debe diez pavos –¿o era el “puto negro”?…; Linda Fiorentino, la pobre, con lo guapa que es (¿os acordáis de La última seducción?), va más caliente que una plancha, pese a que es descendiente directa de Cristo, pero no consigue acoplarse con Metatrón, porque, ya lo he dicho, tiene el pubis pronobis; luego está lo del “Cristo colega”, que le costó a Kevin el vagabundear por varias productoras hasta que al final le proyectaron el sacrilegio y los beatos le armaron el pollo en los cines, como si no supiesen desde hace décadas que su escándalo nos alimenta… Pero lo mejor es el final: sale Dios en persona. ¿Siempre habías querido verle? Pues ahí está, en Dogma, y resulta que mola. Tiene la figura de Alanís Morrissette con gasas jipis, es juguetón/a y le gusta oler las flores. No puede hablar, porque la potencia sobrenatural de su verbum, de su logos, arrasaría la Tierra o la reconstruiría enteramente, pero sonríe con bondad y arregla los desaguisados con sólo desearlo.

Kevin Smith, aunque cueste creerlo al norteamericano gazmoño que vio Clerks y todas las siguientes, es creyente. Él dice que lo es porque si no a ver cómo se explica que él tenga una carrera en el cine. La encuentro una razón excelente, que yo mismo empleo desde que soy funcionario. Hoy he leído en la sección cultureta de El País que Faulkner hallaba en El viejo y el mar de Hemingway a Dios . Me ha encantado. ¡Oh, sí -adelante, música góspel-, Dios está triscando allá arriba y es clavado a Alanís Morrissette con su gran boca cerrada esbozando una sonrisa! (Como dice Martin, “otro tipo de cine”, y, por cierto, siempre me he olido un poco de cachondeito en el título con esos cineastas daneses tan serios que nos atormentaban a la sazón..) 



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4 Comentarios

  1. says: Alfonso

    Obviamente, Scorsese no es el director que vaya a marcar tendencia en los próximos años. El Irlandés es una película que, incluso en la fecha de su estreno, ya se ve como cine histórico. Hasta a los amantes del género nos parece que hay un exceso en el subrayado de los ambientes y de las tramas, en la presentación de algunos personajes prescindibles y en un ritmo excesivamente lento.
    El hecho de que uno de los temas más tratados al hablar de la película sea el de la duración, denota que es una película que hay que ver, como hay que seguir viendo Lawrence de Arabia o El Río de Renoir, pero que en cuanto salga de la agenda mediática, pasará a la estantería virtual de clásicos del cine.
    Enorme agradecimiento, pues, a Scorsese por haber retratado una época y haberlo hecho con ese ansia de totalidad que caracteriza a los grandes directores, pero da la sensación de que toca hacerse a un lado y contemplar el trabajo de los nuevos autores y deleitarse con sus nuevos lenguajes.

    1. says: Oscar S.

      O sea, que los gangsters, en tanto épica, ya son un cliché de sí mismos. Pues, como la épica del narco también se ha inventado, y la épica del pronexeta se deja caer en The Deuce, sólo nos quedaría ficcionar una grandeza del supremacista blanco (que estaba en American history X, pero que a Clint Eastwood no le importaría…), u otra del último gasolinero vivo antes del Apocalipsis (mezcla de Pozos de ambición y Mad Max)..

      Escríbelo tú, tío, que a mí sale todo más Kevin Smith.

      1. says: Alfonso

        Pues sí, Dogma fue una película totalmente innovadora e inesperada, como lo habían sido las anteriores de Kevin Smith.
        El gángster, el narco, el psicópata asesino de masas ya está muy tocado. Los Soprano y El irlandés y a otra cosa…

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