Alain Delon: mirada americana, ojo europeo

Alain Fabien Maurice Marcel Delon Arnold (Sceaux, Altos del Sena, 8 de noviembre de 1935-Douchy-Montcorbon,18 de agosto de 2024), reúne con tan largos nombres –prénoms para los franceses– los conflictos irrepetibles de la cinematografía del siglo XX, entre el sentido y el sinsentido. Y particularmente, reúne todos los desencuentros entre las cinematografías europeas y americanas; que es tanto como decir los irrepetibles conflictos entre Estados Unidos y Europa en los campos de los debates culturales. Todo ello, para hacer constar el empeño constante de Delon –que se produce con intermitencia a lo largo de toda su vida, en el empeño por ser reconocido en la meca del cine– y por asentarse en los Estados Unidos –como ya intentara en sus inicios, tras su presencia juvenil en la guerra de Indochina en 1953 y 1954–. Haciendo bueno lo afirmado por Patrick Modiano, en su novelita Memory line –que curiosamente, da nombre a una canción tradicional americana, en uno de los escritores más franceses del momento –: “ El fin de su edad de oro se encontraba en algún momento entre Dien Bien Phu (1953) y Suez (1957)”.

Alain Delon en “Rocco y sus hermanos”

En el Festival de Cannes, de 1956, conoce al magnate y productor David O. Selznick quien le propone un contrato cinematográfico, siempre que aprendiera inglés. De vuelta a París, Yves Allègret, le disuade y le propone que su camino está aquí y no en Hollywood. Dando comienzo a su notable trayectoria de cine en Europa, donde ha trabajado desde 1960 de la mano de intocables directores, como Luchino Visconti (Rocco y sus hermanos, 1962; El Gatopardo, 1963), Michelangelo Antonioni (El eclipse, 1962); René Clement (A pleno sol, 1959; ¡Que alegría de vivir!, 1964); Jean Pierre Melville (El silencio de un hombre, 1967; Círculo rojo, 1970; Crónica negra, 1972); Jacques Deray (Borsalino, 1970; La dulce hembra, 1972); José Giovanni (Dos contra la ciudad, 1973; La última esperanza, 1976); Volker Scholöndorff (El amor de Swan, 1985) o Joseph Losey (El asesinato de Trosky, 1971; El otro señor Klein, 1976). Todo ello sin contar con otras presencias rotundas, con nombres como Valerio Zurlini, Louis Malle, Jean Luc Godard, Agnes Varda, Pierre Granier-Deferre o Patrice Leconte. Como se ve, y con alguna excepción, directores europeos, para acompañar una trayectoria peculiar que ha oscilado entre el glamour juvenil de un joven objeto de deseo –anótese su peculiar carrera de romances y aventuras eróticas– y la madurez de un galán asentado en la secuela francesa del cine negro– llamado en Francia Polar que hace frente y prolonga la clásico Noir americano–. Estrellato al que llegó tempranamente en 1960, cuando Delon protagonizó dos películas que consolidaron aún más su incipiente reputación internacional. La primera de ellas el largometraje de René Clément A pleno sol (Plein Soleil) basada en la novela El talento de Mr. Ripley de Patricia Highsmith. Delon encarnó el papel protagonista de Tom Ripley con elogios de la crítica, incluso con la alabanza de la propia Highsmith, que se declaró una fan de su modélica actuación. La película fue un éxito importante en Francia y entró en el circuito de los países anglófonos –una barrera para los franceses–; y la segunda de las películas, la ya referida Rocco y sus hermanos, marcada por la impronta italiana y su secuela del pos Neorrealismo, camino de un cine existencial y atormentado. Aunque esos éxitos fueron tenidos más como hitos europeos, que como viajes a los USA, marcando las diferencias entre la Gran Industria –sus afanes e intereses– y los pequeños autores artesanos de Europa.

Con Claudia Cardinale en “El gatopardo”

Todo ello, junto a su carácter heterodoxo y abierto en lo sexual –relaciones abiertas y encadenadas con múltiples mujeres; igual que su vida sentimental alterada y convertido ya en un Sex-symbol masculino–, su pragmatismo cinematográfico –en una órbita que lo encadena con Jean Louis Trintignant, Yves Montad o Jean Paul Belmondo– y sus opiniones políticas disconformes y a veces atrabiliarias, labraron un halo difícil de asimilar, como muestran su tardío reconocimiento proferesional.

Nada más y nada menos, que, en 2019, cuando ya había mostrado sus opiniones en torno a la eutanasia. Así, en el Festival Internacional de Cine de Cannes de 2019, Delon recibió la Palma de Oro a toda una carrera y el festival organizó ese año una retrospectiva de su carrera; algo tarde como ya hemos dicho. Hubo, además, mucha controversia añadida, en torno a que Delon recibiera este premio debido a los presuntos comentarios sexistas que había hecho sobre el trato a las mujeres durante su carrera y en su vida privada misma. Thierry Fremaux, director artístico del festival, dijo a la audiencia de Cannes durante un homenaje en la ceremonia: “Sabemos que la intolerancia ha vuelto, se nos pide que creamos que si todos pensamos lo mismo nos protegerá del riesgo”. Ejemplificando todo ello, el viaje al nuevo prohibicionismo, al nuevo wokismo y pasando Delon, de ser admirado, a ser detestado por sus excesos o estar equivocado en su forma de vida. Aunque, prosiguió Fremaux: “Alain Delon no tiene miedo de estar equivocado, de ser detestado, y no piensa como los demás, y no tiene miedo de estar solo”. Todo lo cual, fue redondeado por el mismo Alain Delon, al cerrar la entrega como una severa despedida anticipada: “Para mí, es más que el final de una carrera. Es el final de una vida. Siento que estoy recibiendo un homenaje póstumo mientras estoy vivo”. Recibió el premio de manos de su hija Anouchka Delon, en lo que ya era un despedida anticipada y un largo adiós.

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