Herramientas cognitivas V

Fotografía de Enzo Sellerio

Cherry picking. Es una variante del conocido sesgo de confirmación, pero que suele usarse en el ámbito científico. Cuando investigas sobre cualquier cosa lo suficientemente amplia, siempre vas a ver un montón de artículos a favor de una hipótesis y otros tantos en contra de la misma. Hacer cherry picking es escoger solo los que están a favor de lo que nosotros queríamos defender de antemano. Así que cuidado con tragarse una tesis que parece avalada por mucha evidencia empírica, porque hay que ver si también existe evidencia en su contra.

Goldstein. En la 1984 de Orwell, el omnímodo Partido Ingsoc, ese «Gran Hermano» siempre vigilante, echaba la culpa de todos los males de la sociedad a un tal Emmanuel Goldstein. Periódicamente, reunía a los desdichados ciudadanos del macroestado de Oceanía (al que pertenecía la Inglaterra donde se desarrolla la novela) y los ponía delante de telepantallas en donde aparecían imágenes del malvado Goldstein. Durante dos minutos, todos insultaban furiosamente al enemigo público número uno, descargando toda su ira y frustración en él. Está muy manida la comparación con Twitter y demás redes sociales, pero no por ello deja de ser cierta. Hay una serie de ideas un tanto abstractas y poco definidas que, precisamente por su falta de concreción, sirven como goldsteins a demanda ideológica del usuario: comunista, fascista, bolivariano, moro, inmigrante, mena, capitalista, judío, banca, mercados, woke, casta, patriarcado, feminazi… o la reciente máquina del fango de nuestro querido presidente. Obviamente, goldsteins no solo son ideas sino personas de carne y hueso. Los políticos, por el hecho de ser del bando contrario, ya sirven muy bien a la causa pero, a veces ignoro el porqué, algunas personas pasan a serlo más que otras: Iglesias y Montero, Trump y Milei, Ayuso y Abascal… son goldsteins salvajemente vilipendiados a diario.  Supongo que es propio de nuestra naturaleza (o de nuestra cultura, vete tú a saber) que nos sintamos mejor echando la culpa de todo a otros, en vez de asumir nuestra propia responsabilidad.

Fotografía de Enzo Sellerio

Mimetismo batesoniano. Se da cuando un organismo copia la apariencia de algún aspecto de otro sin copiar su funcionalidad. Por ejemplo, si existe una serpiente venenosa A caracterizada por un peculiar color rojo, otra especie de serpientes B podría copiar solo el color sin producir veneno. Los enemigos naturales de las serpientes que no intentan depredar a por miedo a su veneno, tampoco atacarían a B pensando que es A. Con esto B se ahorra tener que producir veneno. Pensemos en esto cuando, por ejemplo, un joven adolescente se tatúa un dragón o una calavera en su brazo: intenta mimetizarse con el tipo duro sin serlo. Hay que diferenciar este tipo de mimetismo con lo que se denomina cripsis. Ésta consiste en pasar desapercibido a tus depredadores, ya sea mimetizándote, ya sea utilizando cualesquiera otras estrategias (la cripsis subsume a la mímesis, pero es más ámplia). Por ejemplo, una forma de cripsis no mimética es, sencillamente, esconderte durante el día y salir por la noche cuando no se ve nada. Aplicado a nuestra vida cotidiana: me es mucho más difícil recordar el nombre de mis alumnos que no llaman la atención ni para bien ni para mal. Y luego está la antítesis de la cripsis, el aposematismo: se da cuando una especie desarrolla algún rasgo muy llamativo para los sentidos de los demás organismos con los que comparte nicho ecológico. Ahora no se trata de esconderse sino de llamar la atención ¿Para qué hacerlo? Para atraer pareja reproductora (la cola del pavo real) o para asustar (El color llamativo de algunas ranas venenosas). Por seguir el símil estudiantil, tengo algunos alumnos que siguen la moda de teñirse el pelo de un tipo de blanco perla. Suelen ser alumnos problemáticos o, haciendo una mímesis batesiana, quieren aparentar que lo son. 

Una definición de populismo. Este concepto, ahora tan usado, me parecía confuso y difícil de especificar, hasta que encontré esta definición (no recuerdo dónde la leí. Perdóneme el autor): populismo es proponer una solución simple a un problema complejo. Cuando un político dice, por ejemplo, que la culpa de todo la tiene la inmigración y que la solución está en la deportación masiva, está haciendo un populismo muy barato. Otras fórmulas serían: todo se soluciona echando a los políticos corruptos o eliminando chiringuitos, aplicando el 155, construyendo megacárceles (esta da mucha risa), con más mano dura… En nuestras sociedades, la mayor parte de los problemas son problemas, precisamente, porque no han podido ser resueltos de forma simple ¿Es que si fueran sencillos no se habrían resuelto ya? Hay problemas que no pueden resolverse dadas las herramientas de las que se disponen, hay problemas que solo se solucionan a largo plazo y hay problemas irresolubles por definición. Negar todo eso es el populismo. 

Fotografía Enzo Sellerio

Jahr Null: en la magnífica serie El hombre en el castillo, basada en la novela homóloga de Philip K. Dick, los nazis, que han ganado la Segunda Guerra Mundial y se han repartido Norteamérica con los japoneses, declaran el Jahr Null, el año cero, haciendo saltar por los aires la Estatua de Libertad, y con ella, todos los valores que representa, toda la historia de Estados Unidos hasta la llegada de los nazis. Es el gran reseteo, destruir todo lo anterior y construir un nuevo comienzo. Igual que Nerón pretendió hacer con Roma o Hitler con Berlín, muchos locos (y no tan locos) han fabulado con esta idea de destrucción creativa. Para mí es una idea pésima. Si hablamos de política, los partidos que proponen un cambio drástico en el sistema minusvaloran los grandes logros que éste representa y lo enormemente difícil que supuso llegar a él. A pesar de todo lo que está mal, que es mucho, disfrutamos de un bienestar económico y social nunca antes visto en la historia de la humanidad. Por eso en vez de proponer un jahr null, veo mucho mejor cambios más pequeños y humildes, pero seguros. Creo más en la evolución que en la revolución. Creo más en profundizar en lo mejor de nuestro pasado que romper drásticamente con él. Es lo que suele pasarnos cuando, llegado Año Nuevo, hacemos muchísimos propósitos de cambio para nuestra vida: hacer ejercicio, dieta, aprender inglés, beber menos, leer más… Solemos proponer un giro radical a nuestra vida que se frustra, a lo sumo, a las pocas semanas de hacer el propósito. Por eso, mejor cambios menos ambiciosos pero más realistas. Además, todo este deseo de cambio viene, habitualmente, por una visión distorsionada, demasiado negativa, de nuestro presente. Por mucho que lo digan las noticias, el mundo no va tan rematadamente mal, y por mucho que tu mente te juegue malas pasadas, tu vida no es tan mala. 

Rockismo. Es muy común escuchar a amantes de cierto estilo musical decir que toda la demás música que existe, excepto dicho estilo, es basura.  También lo he oído con respecto al tiempo: «Desde los años 70 no se hace nada musicalmente interesante». Se llama «rockismo» porque han sido, precisamente, los amantes del rock, los que más han incidido en que ese estilo musical es el mejor o más auténtico, y han cargado contra otros estilos como la música electrónica, el reguetón o, en general, lo que se considera música comercial. No hay idea más estúpida. En primer lugar, es difícil mantener que el rock, o incluso un tipo determinado de rock, es la mejor música por encima, por ejemplo, del jazz o del flamenco. Es difícil mantener que Metallica sea superior a Bach o a Miles Davis. En segundo lugar, habría que establecer con mucha más precisión qué criterios hemos utilizado para encumbrar al rock en contraposición con otros estilos musicales ¿Qué tiene el rock para ser mejor que el pop? Es muy complejo establecer criterios para comparar estilos musicales porque en la música popular, para gustos colores. Y, en tercer lugar, es trivialmente falso. A pesar de que a mí en particular me gusta muy poco el reguetón y creo que mucho de lo que se hace dentro de este estilo musical es basura, tengo que reconocer que hay cosas que están bien hechas. Creo que aquí puede aplicarse muy bien la revelación de Sturgeon: el 90% de lo que se hace de cualquier cosa es basura (yo, siendo algo más caritativo, lo reduciría al 70%). Así, dentro del reguetón, pero igualmente dentro del rock, el 90% de lo que se hace es malo, pero hay un 10% bueno. En cualquier estilo musical, literario, cinematográfico, etc. lo suficientemente grande, siempre van a darse productos valiosos.  

Falso escocés. Es un tipo de falacia informal, probablemente, mi favorita. Se trata de mantener una afirmación universal a toda costa, cambiando nuestra definición inicial cada vez que nos encontremos con un contraejemplo que la haga falsa. Cuando la explico en clase me gusta explicarla de la siguiente manera (que no es la oficial de Antony Flew, pero a mí me gusta más la mía): estamos en una antigua taberna en Edimburgo y el viejo MacLeod (clara referencia a Los inmortales de Russell Mulcahy, 1986) se bebe de un trago su décima pinta de cerveza. Mira a su alrededor y ve a un grupo de ingleses completamente borrachos durmiendo la mona sobre una mesa. MacLeod se ríe y pronuncia la frase: «Solo un escocés puede beberse diez pintas de cerveza y permanecer en pie». Entonces, el tabernero se fija en que el joven James Macdonald (de un clan rival de los MacLeod), está tirado en el suelo completamente borracho. MacLeod, también se da cuenta y entonces corrige: «Solo un auténtico escocés puede beberse diez pintas de cerveza y permanecer en pie». Esta falacia tiene mucho que ver con el puritanismo que asola continuamente a los partidos políticos, sobretodo, de izquierdas. Son muy comunes las purgas y las expulsiones de miembros del partido alegando que «No es verdaderamente de izquierdas». Igualmente se usa mucho cuando se critica el comunismo de países como Cuba y Corea del Norte. Se responde: «Es que eso no es el auténtico comunismo». Entonces… ¿Qué es, y dónde se ha dado, el auténtico comunismo?

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