“C’était un rendez vous”, penetrando en el corazón de París a 200 kilómetros por hora

“A las cinco de la mañana, París nos pertenece”. Ésa es la sensación que tenía el cineasta Claude Lelouch (París, 1937), sentado al volante de su Mercedes SLE 6.9, segundos antes de encender el contacto. Acababa de acoplar una cámara de 35 mm en el parachoques del vehículo y estaba listo para rodar, en una sola toma, “C’était un rendez vous”, un cortometraje trepidante de 8 minutos que recoge su carrera para llegar puntual a una cita con su mujer. Desde los arrabales de París hasta su mismo corazón, la basílica de Sacré Coeur, a casi 200 kilómetros por hora.

Ese 24 de mayo de 1976 el cielo estaba despejado y la luz amarillenta del amanecer acompañaba al director, obsesionado con la puntualidad y su idea de nunca hacer esperar a su mujer en las citas. Ambas fueron las excusas creativas sobre las que conformó un plan de rodaje con riesgos importantes, de un día para otro. Un escenario, el centro de París, lleno de semáforos, numerosas calles de sentido único, y un tráfico siempre intenso. Esos factores reales no imprimieron ninguna sensación de peligro en la mente del cineasta, uno de los padres del cinema verité. A las dificultades de partida se sumó, además,  que el recorrido previsto arrancaba en las afueras de la ciudad, pero incluía la mayoría de sus rincones emblemáticos: la plaza Charles De Gaulle, los Campos Elíseos, Nôtre Dame, la plaza de la Ópera y Pigalle, para terminar justo en el punto más alto de las colinas de Montmartre.

Dos técnicos que acompañaban a Lelouch en todos sus rodajes, Jacques Lefrancois y Henri Cayrol, se subieron al coche con él y lo pusieron a máxima velocidad, sin pensar demasiado en los riesgos, como cuenta el propio director y temerario conductor en una entrevista con una televisión francesa, mientras repite el recorrido, 30 años después.

O tenemos a los dioses del cine con nosotros o perdemos”. Así se lo planteó el reducido equipo técnico, que contaba con una única ayuda: otro amigo con un walkie talkie en las proximidades del Louvre, una zona de tráfico conflictivo. Pero el aparato falló, y no pudieron comunicarse. Lo cierto es que los ocupantes del coche no lo sabían y siguieron adelante con su misión.

Los dioses del cine decidieron acompañarles. Total, esas divinidades no habían contemplado nunca algo así.

Y lo cierto es que, al volante del que era su coche personal, y en poco más de 8 minutos, el director de grandes filmes como “Un homme et une femme”, ganadora en Cannes en 1966, recorre 10 kilómetros del corazón de París, saltándose decenas de semáforos en rojo, sorteando camiones de la basura, asustando a peatones todavía dormidos y provocando la rápida huida de bandadas de palomas que tienen tomada París en esas horas.

Las imágenes, de una belleza trepidante, tienen un truco que aumenta la sensación de velocidad: Lelouch repitió el recorrido con un Ferrari 275 GTB, del que cogió el sonido. La suma de imágenes y de los rugidos del motor rampante, los cambios de marcha acelerados y el derrape de ruedas convierten al espectador en un copiloto avezado, partícipe de una experiencia única, que le permite penetrar en la bruma matinal de la ciudad, como si fuese la primera vez que ocurre. Como si París se desperezase entre sus brazos.

Lelouch logra colocar al espectador unas gafas de realidad virtual que le añaden una osadía que no posee; le inyectan una avidez de sorpresas y un miedo que le atenaza el estómago, pero que no le impide terminar una carrera casi contra sí mismo. Porque si fuésemos nosotros los que condujésemos ese Mercedes, hubiéramos detenido el coche decenas de veces, con el corazón desbocado. Ése es su mérito: llevarnos hasta el final de su reto. Acompañarle en su insensatez. Y esa cualidad ha quedado intacta con el paso de los años. Tanto, que otros artistas la han utilizado como inspiración o, directamente, en formato completo. Como es el caso del grupo irlandés Snow Patrol que, en “Open your eyes” (2006, Polydor), usa la mayoría del metraje para poner imágenes a un tema con melodías que también ascienden, como el coche por las curvas que llevan hasta el lugar de la cita de Lelouch. La conexión entre música e imágenes, creadas con una diferencia de 30 años,  es tal que da un nuevo sentido al cortometraje, que crece; parece que ha sido creado especialmente para esa canción. Un caso claro de suma de esfuerzos intergeneracional que termina con un resultado emocionante.

También “C’était un rendez vous” fue inspirador para la persecución callejera con la que arranca el filme “The italian Job”, protagonizado por Matt Damon, Charlize Theron y Edward Norton.

Pero poco podía imaginar Lelouch que su carrera contra el miedo y el reloj sirviera asimismo, ya en los 90, para animar a conductores o motoristas temerarios a protagonizar sus propias grabaciones, convirtiendo el centro de grandes capitales europeas en circuitos particulares. Su obra sería inspiración para las populares “getaway”, tomas realizadas por motoristas que recorren a velocidad máxima las estrechas calles de ciudades como Estocolmo, Londres o el propio París.

Como el director reconoce, “todos somos cineastas, nuestros ojos son la mejor cámara del mundo; nuestros oídos son los mejores micrófonos y nuestro cerebro es la mejor máquina de montaje”. Por eso, a veces, somos capaces de ponernos a rodar nuestra propia locura.

Escrito por
Para seguir disfrutando de Conchi Sánchez
Ciao, Anita Ekberg
Decía Fellini que él nunca volvía a hacer una escena, no porque...
Leer más
3 replies on ““C’était un rendez vous”, penetrando en el corazón de París a 200 kilómetros por hora”
  1. says: Revan

    Yeah, a couple of tnhgis I read said that the rumour at the time was that it was Lelouch’s own Ferrari 275 GTB, driven by a French formula 1 driver. Lelouch denied this and, at roughly the same time as he was being arrested for it, said that it was him driving in the Mercedes and that the sound of the Ferrari was then overdubbed. Yeah right. Probably the former, but given that he was in talks with the police he was probably saying, No officer, it was all me, acting alone in my nice safe, respectable Merc, not in a noisy Ferrari at all.’ Or something along those lines.

Comments are closed.