Cambridge Analytica/Facebook: lo que ya ha sucedido

En lo más recóndito de mi corazón, delineadas por la naturaleza en caracteres que nada puede borrar. Solo he de consultarme a mí mismo en relación con lo que quiero hacer; lo que siento que es bueno, es bueno, lo que siento que es malo, es malo” dejó escrito Rousseau en el “Emilio” explicitando la esencia de la ética humanista. El libre albedrío de otra manera. La ley de la naturaleza. Somos libres y tenemos la verdad o al menos una verdad esencialmente respetable dentro de nosotros mismos. A través de nuestras experiencias y de nuestra sensibilidad podemos encontrar respuestas con sentido, que nos permitan vivir una vida satisfactoria en una sociedad que posibilite la libertad individual. Ya no es precisa ninguna fuente de legitimación externa, ninguna referencia de autoridad transcendente, divina, para decidir que es lo que es justo, lo bello o lo bueno.

La verdadera fuente de autoridad son nuestros propios sentimientos, el sonido de nuestra auténtica voz interior que, tras buscarla, ilumina los dilemas éticos (“Si hace que te sientas bien hazlo”), políticos ( “el elector es el que mejor sabe lo que le conviene”), económicos (“el cliente siempre lleva razón”), educativos (“enseñar a los alumnos a pensar por sí mismos”) o estéticos (“la belleza está en los ojos del espectador”). Los presupuestos del humanismo liberal contemporáneo en occidente que, junto a la ciencia, han conseguido mantener un orden y un sentido en el mundo cuando la modernidad  diluyó el plan cósmico, de origen religioso, que hasta entonces se lo aportaba.

La revolución humanista que, según cuenta Yuval Noah Harari en su fascinante “Homo Deus”, significa creer que somos individuos con libre albedrío que, además, podemos conocernos mejor que nadie, porque solo nosotros tenemos acceso a ese yo interior que constituye el núcleo de certeza de nuestra identidad. Sin embargo es posible que, como también refiere en ese libro,  todos esos presupuestos,  no sean verdaderos del todo según vamos conociendo por la investigación en neurociencias.

 

 

Es posible que no seamos “individuos” ( indivisibles) y que la conciencia solo sea el resultado de un conjunto de algoritmos que carecen de una voz interior y un yo únicos, ese  que a veces confundimos con el “yo narrador” que, sin embargo, quizá se nutre de informaciones fragmentarias de las que no es consciente ni puede controlar del todo.

Y quizá esos algoritmos que conforman al ser humano no tengan tantos grados de libertad como pueda parecer,  que estén modelados por los genes y las presiones ambientales que determinan, con el azar, la eleccion entre deseos que no elegimos, como no elegimos del todo las ideas que nos sobrevuelan la conciencia como bandadas de pájaros y se enredan con las emociones hasta crear el clima existencial en el que habitamos.

Y por fin la posibilidad de conocernos, lo que sólo podemos descubrir buceando dentro de nosotros mismos, eso que ya pretendió el psicoanálisis diseñando una técnica, unos anteojos, para diferenciar los que somos en realidad de lo que aparentamos ser, lo que sentimos, lo que tememos, lo que deseamos o podemos permitirnos desear. Sin embargo es posible que fuera de nosotros alguien ya nos conozca, o pueda conocernos en un futuro muy próximo, mejor que los que nos rodean o incluso quiza que nosotros mismos.

 

Christopher Wylie

Las posibilidades de una red social como Facebook para estudiar la personalidad llamó la atención de investigadores de la Universidad de Stanford y del Centro de Psicometría de Cambridge. Pusieron una aplicación en Facebook llamada myPersonality que contenía un cuestionario de cien preguntas que evaluaba los cincos grandes rasgos de personalidad: factor O (Openness o apertura a nuevas experiencias), factor C (Conscientiousness o responsabilidad), factor E (Extraversion o introversión), factor A (Agreeableness o amabilidad) y factor N (Neuroticism o inestabilidad emocional), los cinco forman el acrónimo mnemotécnico “OCEAN”. Ofrecíeron una pequeña suma por realizarlo

Muchos de los encuestados dieron permiso para que la aplicación tuviera acceso a los datos de su propio perfil y el de sus amigos, cosa que entonces Facebook permitía.  Eso posibilitó que los investigadores pudieran cruzar los datos del cuestionario con los “me gustas” de los usuarios y crearon un modelo para correlacionarlos. Se dieron cuenta de que podían adivinar de forma precisa los rasgos de personalidad solo a través  de los “me gustas”, sin tener que utilizar ningún cuestionario. Publicaron parte de los datos en un articulo en 2015 sobre los datos de 70.000 encuestados: “Proccedings of the National Academy of Sciences”. En él pueden leerse los detalles de que como es posible que dibujamos lo que somos (y dejando al descubierto nuestras vulnerabilidades) solo con el rastro de nuestros gustos en la red, desde una película a la marca de unas zapatillas.

 

Alexander Nix

En ese mismo estudio estudio los investigadores compararon, en una muestra de 32.000 participantes, la precisión de su modelo con evaluaciones de la personalidad realizadas por sus amigos, a los que pasaron una versión de diez preguntas del cuestionario myPersonality y les pidieron que contestaran basandose en el conocimiento que creían tener de las personalidades de ellos.  Encontraron que, con solo 10 “me gusta”, el modelo era más exacto para precisar una personalidad que lo sería un colega del trabajo de quien se estudia. A partir de 70 “me gusta”, era más preciso que un amigo o un compañero de apartamento; con 150, más preciso que un familiar, y, con 300, más preciso que la pareja. Hay gente que duda de que esto pueda generalizarse desde el punto de vista de la evidencia científica, pero la posibilidad ya estaba concretada en el horizonte.

El horizonte que ya habían husmeado gente con Alexander Nix, Steve Bannon o Robert Mercer.  La posibilidad de sacar partido a los datos, para convertirlos una fuente de riqueza y de poder, a través de una influencia política eficaz y sofisticada que podían vender a todo tipo de gobiernos y corporaciones bordeando las leyes y los procedimientos democraticos. Para eso Nix había fundado SCL la empresa matriz de Cambridge Analytica.

Se acercaron al Centro de Psicometría de Cambridge para utilizar sus modelos pero no consiguieron llegar a un acuerdo. Pero después encontraron a Aleksandr Kogan, un profesor de psicología de la Universidad de Cambridge que tenía conocimiento de esos trabajos y capacidad para replicarlos. Kogan, que también tenía relaciones con Rusia a través de la Universidad de San Petersburgo,  desarrolló una aplicación para Facebook similar a myPersonality denominada Thisisyourdigitallife y la utilizó para recoger datos de 50 millones usuarios. De esos, 30 millones tenían información suficiente para generar perfiles de personalidad. Solo 270.000 usuarios le habían dado permiso y solo para utilizar los datos en una investigación académica.

 

Robert Mercer

Es entonces cuando aparece un personaje como Christopher Wylie que ahora tiene 28 años y 24 cuando comenzó a trabajar para Cambridge analitica a las órdenes de Steve Bannon. Wylie había crecido en la columbia Británica y cuando era adolescente fue diagnosticado de TDH y dislexia. Abandonó la escuela a los 16 años sin ningún título. Sin embargo a los 17 años estaba trabajando para el lider de la oposición candiense; a los 18 fue a aprender las estrategias con los datos del director nacional de objetivos de Obama que luego utilizó para apoyar al Partido Liberal de Canada. A los 19 años aprendió solo a programar. A los 20 años fue a Londres para estudiar Derecho en la London School of Economics, con un visado de excelencia, desde donde siguió muy interesado en estrategias políticas. Fue cuando estaba haciendo un doctorado en tendencias de moda, (algo que él no ve muy diferente de las tendencias políticas) cuando le ofrecieron entrar en Cambridge analitics a las órdenes de Bannon con responsable de desarrollos informáticos. Él hizó un algoritmo para estratificar y hacer operativos todos los datos recolectados y a partir de ahí poder “moldear narrativas” y captar nuevos votantes no a través de la persuasión sino del llamado “dominio informacional”, de la creación de rumores, desinformación y noticias falsas. Algo con lo que ahora podían inundarse los muros de perfiles concretos, de los que ya se sabían muchas de su vulnerabilidades y sus posibilidades de cambio. La armas en la guerra cultural en la que gente como Steve Bannon se siente implicado.

Curiosamente Obama en su campaña ya había animado a que su partidiarios aportaran a sus perfiles de amigos para llegar a ellos. Pero fue algo relativamente transparente. En la campaña por la presidencia de Trump y en el Brexit esto fue mucho más allá. Se utilizó a fondo esta nueva tecnología y es muy probablemente que fuera muy importante en los sorprendentes resultados. También Rusia aparece implicada y ligada a Cambridge analitics que ha vendido sus servicios a empresas como Master Card y los Yankees de Nueva York o al Estado Mayor conjunto de los Estados Unidos. Además de haber asesorado en campañas electorales en todo el mundo.

 

Donalt Trump y Steve Bannon

Sin embargo Christopher Wylie decidió contarlo todo a The New York Times y a The Guardian (desde estos hipervínculos puede explorarse todo el escándalo en profundidad) desencadenando el mayor escándalo para Facebook desde su fundación. Muchos pensaban que esa red social era potencialmente un gran peligro para la intimidad de las personas con su recolección sistemática de datos que no resultan faciles de borrar y que utiliza para vender información a empresas que pagan por sus servicios y les aportan beneficios millonarios. Ahora se ha visto que ha sido incapaz de proteger los datos ante un grupo organizado que ha sabido utilizar las ambiguedades de las condiciones de uso que los usuarios, en la práctica, aceptan sin leer y no conocen en profundidad. El video del Canal 4 del Reino unido dejando al descubierto las ideas casi mafiosas de Cambridge analitics ha redondeado el escándalo y llevado a la desaparición, al menos formal,  de la empresa.

“La creencia humanista en los sentimientos ha permitido que nos beneficiemos de los frutos de la alianza sin pagar su precio. No necesitamos que ningún dios limite nuestro poder y nos conceda sentido: las decisiones libres de clientes y votantes nos proporcionan todo el sentido que necesitamos. Así, pues, ¿qué ocurrirá cuando nos demos cuenta de que clientes y votantes nunca toman decisiones libres, y cuando tengamos la tecnología para calcular, diseñar o mejorar sus sentimientos? Si todo el universo está sujeto a la experiencia humana, ¿qué sucederá cuando la experiencia humana se convierta en otro producto diseñable más que en esencia no difiera de ningún otro artículo del supermercado?” dice Harari en “Homo Deus”.  Lo interesante y a la vez horripilante es que el escándalo de Facebook pone de manifiesto la posibilidad de manipular a las personas de un forma sistemática y basada en sus propias vulnerabilidades, en las limitaciones humanas que quizá son mucho más amplias de las que supone el humanismo liberal. Algo que quizá se ha sospechado siempre pero que ahora se vuelve más factible con técnicas a las que quiza no sea facil resistirse. Y entonces  la democracia liberal, tal como la conocemos, puede quedar vacia de contenido y convertirse en un totalitarismo del que los ciudadanos no sean ni siquiera conscientes.

 

 

Lo inquietante no es que esto ya haya sucedido sino que a partir de ahora es dificil imaginar una campaña electoral en la que los partidos no utilicen estos métodos aunque solo sea para romper las burbujas de información en la que los votantes se encuentran sumergidos (lean este artículo y lo entenderán). Con lo que el reto es como utilizar adecuadamente estas tecnologías y los límites que hay que ponerles. Algo que se vuelve esencial aunque dificil por la complejidad de su conocimiento siempre que pertenecerá unos pocos y es muy posible que, como sucede ya, esté muy fuera del alcance incluso de los ciudadanos cultos. Lo que lleva de nuevo a Harari: “A principios del siglo XXI, el tren del progreso sale de nuevo de la estación…, y es probable que sea el último tren que salga de la estación llamada Homo sapiens. Los que pierdan este tren nunca tendrán una segunda oportunidad. Si queremos conseguir un pasaje para dicho tren, debemos entender la tecnología del siglo XXI, y en particular los poderes de la biotecnología y de los algoritmos informáticos. Estos poderes son mucho más potentes que el vapor y el telégrafo, y no solo se emplearán en la producción de alimento, tejidos, vehículos y armas. Los principales productos del siglo XXI serán cuerpos, cerebros y mentes, y la brecha entre los que saben cómo modificar cuerpos y cerebro y los que no será mucho mayor que la que existió entre la Gran Bretaña de Dickens y el Sudán del Mahdi. De hecho, será mayor que la brecha entre sapiens y neandertales. En el siglo XXI, los que viajen en el tren del progreso adquirirán capacidades divinas de creación y destrucción, mientras que los que se queden rezagados se enfrentarán a la extinción.”

 

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3 Comentarios

  1. says: Óscar S.

    Décadas de inquisiciones de la teoría política para preguntarse cómo funciona la creación de consensos sociales y resulta que la respuesta era el más puro cinismo: los consensos, en democracia, se crean creándolos, o sea, fabricándolos con trampas, propaganda y dinero. De modo que no había secreto, si quieres conseguir un resultado fabrícalo por la fuerza. Pero que conste que esta es una solución totalmente anti-ilustrada, desatar el nudo gordiano cortándolo de un espadazo, y ese tal Harari, si fuese alguien además de un espantapájaros irresponsable, un liquidador de la modernidad bajo manto de vanguardia científica y futurista. Pero lo bueno es que todo esto ha sucedido muy pronto, y, en contra de los Hararis o Bannons del mundo, hemos sido informados en tanto ciudadanos todavía libres, de manera que a ver si nos la cuelan tan fácilmente por segunda vez….

  2. says: JOSE RIVERO

    Contrasta la liberalidad de Facebook en la cesión de datos de sus usuarios a terceros ajenos al juego recreativo de redes y conexiones, cesión interesada y retribuida como la de Cambridge Analityca, frente a la liberalidad de su uso y acceso. De igual forma que la pretension abierta y moderadamente liberal de Facebook, choca con su carácter ancilar de la vieja moral sexual. Como se desprende de los repetidos ejercicios de censura sobre la aplicación de imágenes de cuerpos desnudos, aún procedentes del campo de la historia del Arte. Igualando ese tabú sexual a las maneras de la censura desplegada por la iglesia católica en tiempos pasados de firma reiterada. Tal cyborg, mezcla de lo progresivo tecnológico con lo regresivo sexual, no deja de ser un mutante en una hibernación fáctica de falsas libertades. Tal vez la imagen sorpresa y sorprendente de Facebook. Como la de aquel político revolucionario que se quería para sí, como transformador en lo económico y reaccionario en lo sexual. Así en la tierra.

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